Si hay algo que agiganta la leyenda del Mustang es paradójicamente su presente. Esa capacidad de la máquina de superarse por sobre el mito para seguir haciendo historia. Su estirpe y su belleza parecen potenciarse con cada generación. Y esta última, la sexta, llegó para correrles los límites y descolocar definitivamente a los pura sangre norteamericanos.
Porque el Mustang contagia. Tiene la inigualable virtud de transportar a quien los maneja a aquellos años dorados del sueño americano. Seduce. Porque porta una belleza envidiable que a la que es imposible resistirse. Pocos pueden trasladar con semejante armonía a su silueta la sensación de potencia y velocidad como lo hace este deportivo legendario. Y también, encanta. No hay posibilidad de resistirse al sonido del V8, típico, primitivo, pero avasallante y rabioso como ninguno.
La sensación de manejo de un Mustang está impregnada de todo esto y de mucho más. Pero si la experiencia es a bordo de la versión más extrema que se haya conocido, las posibilidades de describirla empiezan a transformarse en utopía. Infobae pudo comprobarlo a bordo de Un Shelby GT 500 en los caminos zigzagueantes de las montañas de Los Angeles, donde más de 70 Mustang se juntaron para acompañar el lanzamiento del nuevo integrante de la familia de Ford: el Mach-E, flamante SUV 100% eléctrico del Mustang.
El Shelby GT 500 es el Mustang más potente de la historia. Así, a secas. Se creó para celebrar los 52 años del primer GT500 que hizo Carroll Shelby (uno de los protagonistas de la flamante “Contra lo imposible” interpretado por Matt Damon) y es prácticamente un auto de carrera que puede usarse en la calle.
Que se denomine Shelby y que lleve la cobra como insignia principal en lugar del pony característico de Mustang implica, además del logradísimo trabajo para conseguir potencia y prestaciones extremas, un kit aerodinámico distinto: enorme spoiler en la trompa, capot alto, “musculoso”, tomas de aire más grandes, faldones laterales, y un alerón trasero.
La estirpe deportiva y la belleza del pura sangre en esta versión están elevadas a la máxima potencia. El V8 de 5.2 litros llega a los 760 caballos de fuerza, una bestialidad que puede contextualizarse fácilmente: acelera de 0 a 100 millas por hora y regresa de nuevo a 0 en tan sólo 10.6 segundos, mejor que un McLaren F1, por ejemplo.
Prácticamente no hay posibilidad de calificar las sensaciones que transmite esta versión Shelby para quien va al volante. Porque este Mustang parece haber encontrado el punto perfecto de madurez: combina el empuje y la furia del V8 con frenos maravillosos, una caja de transmisión fuera se serie y toda la tecnología aplicada a la alta performance. Es decir, ya no es un deportivo que basa su condición sólo en potencia y velocidad, como sus antepasados.
La tecnología del Mustang permite seleccionar los modos de conducción: Normal, Sport, Circuito, Nieve/Mojado, My mode (uno propio); al igual que la dirección, que cuenta con tres ajustes personalizables: Normal, Confort y Sport, los cuales proporcionan diferentes grados de asistencia. Desde la butaca del conductor, deportiva al máximo, donde se viaja encajonado como si fuera un auto de competición, no queda más opción que seleccionar el modo Track (circuito). Es la condición necesaria para empezar a sentir el alma de este Shelby.
El V8 ruge. Ruge e invita constantemente a hacerlo rugir. Es imposible no acelerar a este Mustang para sentir esa sensación de potencia desbordante con sólo mover el pie derecho. De repente todo el poder se hace perceptible. Inmenso. La espalda se pega al respaldo de la butaca, y la aceleración del Mustang parece infinita.
Es fácil llevarlo, a pesar del nervio que transmite. Siempre ofrece las garantías de ir bien afirmado al piso. Y hasta se vuelve dócil para exigirlo en curvas y contracurvas. El volante, delicioso al tacto y de agarre perfecto, enseguida se convierte en cómplice para llevarlo “finito” y moverlo a voluntad. La dirección deportiva es sencillamente un homenaje a la eficiencia.
Su transmisión de siete velocidades y doble embrague es capaz de cambiar de marchas en 80 milisegundos. Los rebajes automáticos a la hora de bajar la velocidad también son una deliciosa impresión que nos devuelve el conjunto motor-caja. Y ni hablar de los frenos, que en el caso de la versión Shelby está equipada con un juego Brembo con discos de 16.5 pulgadas, los más grandes que jamás haya tenido este modelo, que además ahora calza neumáticos Michelin Pilot Sport Cup 2. Todo lo incontenible que puede resultar este Mustang por su potencia furiosa, encuentra contención en la eficacia del sistema de frenos.
La popularidad del Mustang en los Estados Unidos, y también en varios puntos del planeta, lo convirtió en un deportivo de culto. Son muchos los seguidores de este emblema de la velocidad que cuentan con alguna historia familiar propia donde está involucrado el Mustang. Ese arraigo es otro de sus atributos fundacionales. Y por fortuna los últimos Mustang se encargan de alimentarlo. Hay leyenda para rato entonces.
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