La popularidad, en singular, es un concepto equívoco, porque hay más de una forma de ser popular. La más común, esa banal en formato de celebrities de alta gama, se asocia con trascender, transgredir, elevar el perfil, ser inalcanzable. Pero hay otra popularidad, también vinculada con la masividad, que resalta lo común de algo que forma parte del paisaje cotidiano, replicado en decenas de miles y durante muchos años. Eso es ser popular. Eso fue el Renault 12, que se convirtió en un elemento más de la argentinidad. Porque durante muchos años era llegar a Buenos Aires u otra ciudad e, ineludiblemente, cruzarse con muchos de los casi 450 mil R12 que se vendieron en el país entre 1971 y 1994. Y fue así hasta que se definió terminar su producción, hace ya 25 años, para que uno de los autos del pueblo pasara a ser una leyenda urbana.
El Renault 12 no sólo no pasó inadvertido, sino que fue tan singular que tuvo una parábola iniciada y concluida en una misma fecha: el 2 de noviembre de 1971 se produjo el primero y el 2 de noviembre de 1994 se fabricó el último. Todo, en la planta de la localidad cordobesa de Santa Isabel. El R12 llegó al país dos años después de su lanzamiento mundial, al ser incorporado a través de Industrias Kaiser Argentina (IKA), licenciataria del Rombo por aquellos tiempos.
Fue presentado en el Salón de París de 1969. Se desarrolló bajo la denominación Proyecto 117, por el cual Renault empezó a trabajar en Francia en 1965. Se debía lograr un modelo de gama media que se encontrara entre el Renault 8 y el Renault 16, económico, no muy sofisticado, pero aun así con amplio espacio interior. Su motor no debía ser demasiado grande y el vehículo debía ser fácil de producir para que fuera fabricado en distintas partes del mundo, a la vez que confiable para mercados extranjeros y cómodo para el público francés.
Todo eso se conjugó en un auto que nació como sustituto del Renault 10. Con 4,34 metros de largo y 840 kilos de peso. Con un motor 1.3 de 60 caballos capaz de desarrollar 145 kilómetros por hora de velocidad máxima, y caja de cuarta con palanca al piso. Tenía dos versiones, L y TL, la primera con un asiento delantero en forma de banco y la segunda con dos asientos individuales y reclinables, apoyabrazos en las puertas, luces en el portaequipajes y la guantera, desempañador de parabrisas trasero, y luces de alerta adicionales.
En 1970 se agregó la versión familiar, conocida como Break, y el primer deportivo de la línea, el Gordini, que venía con un motor de aluminio, 1.565 cc y dos carburadores Weber de doble cuerpo que le daban una potencia de 123 CV y una máxima de 185 km/h. Sin embargo, esta variante no tuvo mucho éxito de ventas, apenas 5.188 unidades, y en 1974 dejó de fabricarse.
Se dijo, 1971 fue el año de introducción en la Argentina. El auto era en esencia el mismo que el TL europeo, a excepción de la presencia de defensas en los paragolpes y ventiletes en las puertas delanteras. Y el motor 1.3 que portaba contaba con algo más de potencia que el original (82 CV). La Break llego al país en 1973.
Comienzan los cambios estéticos
El primer gran rediseño en el mercado local se realizó en 1976. Por primera vez se comercializa con las denominaciones TL, de 72 caballos, y TS, de 90 CV. Y se asemeja más al europeo, con la aparición de nuevos faros traseros, paragolpes más gruesos y nueva grilla trasera de salida de aire. Con la tercera generación, de 1982, el Renault 12 pasaría a ser un miembro muy vinculado al ser argentino, ya que mientras en Europa ya había dejado de fabricarse por el éxito del R18 (presentado en 1978), aquí cobraba más vigor.
Al R12 ochentoso se lo reconocía por sus nuevos paragolpes con punteras de goma. En 1984 irrumpe la versión tope de gama, denominada GTS, que incluso pasó a ser un auto de corte aspiracional para un mercado todavía regido por la producción interna y escasa inserción de los productos importados. Dotado de un motor de 77 caballos, contaba también con faros dobles redondos, llantas especiales y aire acondicionado. Dos años más tarde 86 se pone a la venta la variante más económica, el L, que daba a muchos la chance del acceso al primer auto.
Una nueva actualización de la gama se produce en 1990, cuando sale al mercado el GTL, que disponía de paragolpes de plástico envolvente, aire acondicionado opcional, faros dobles redondos y caja de 5 velocidades. La última modificación en el lineup se hizo en el 91, cuando quedan a disposición sólo las versiones L y TL, que tenía motor 1.6 y 63 caballos.
Con esos dos modelos djjo adiós. Los últimos trabajos de la línea de producción de Santa Isabel se hicieron sobre ocho vehículos, que se terminaron el miércoles 2 de noviembre de 1994. El jueves 3, esos ocho R12 se lavaron y prepararon para montarlos al camión que los iba a distribuir. Con ellos se despedía no sólo de la Argentina sino de Iberoamérica, ya que este país fue el último de habla hispana que mantuvo la fabricación. Ya no era IKA-Renault, sino que la licencia de la marca estaba en manos de Ciadea, la sigla de Compañía Interamericana de Automóviles, la que mantuvo entre 1992 y 1997, hasta su disolución.
Entre el fenómeno de la ciudad y los triunfos deportivos
Con la segunda generación del Renault 12 surge en la Argentina la versión Alpine, de la que se fabricaron sólo 500 unidades. Como lo fue el Gordini en los orígenes del Viejo Mundo, éste llegó con aires deportivos, 110 caballos y detalles sport.
El Alpine era más bajo, gracias a las modificaciones realizadas en el tren delantero, espirales, amortiguadores y barra estabilizadora. Llevaba spoiler delantero y faros auxiliares, pero la característica externa más destacada era el capó, realizado en fibra de vidrio reforzada, con una ojiva en la parte central, cercana al parabrisas, confeccionada para hacerles lugar al carburador y al filtro de aire, que sobresalían del bloque por la modificación en el múltiple de admisión. El primero en probarlo fue Eduardo Copello, una gloria del automovilismo nacional, quien tras girar en el autódromo Oscar Cabalén de Alta Gracia lo definió como “un verdadero auto de carrera”.
Con el Alpine, el cordobés Jorge Recalde ganó el Rally Camino del Inca, en Perú, en el año 1979. Pero el triunfo más relevante logrado por el Cóndor de Traslasierra conduciendo un Renault 12 fue en 1978, con un TS, cuando se impuso en la Clase B de la Vuelta de América del Sur. Fue una proeza de 30 mil kilómetros, que comenzaría en Buenos Aires, pasaría por Uruguay, Paraguay, Brasil, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile, y volvería a la Argentina, llegando hasta Ushuaia y concluyendo en el punto de partida.
En ese mismo año, 1978, mientras el fútbol argentino conseguía el primer campeonato del mundo, José Pekerman, entonces un ex futbolista recientemente retirado tras una carrera poco relevante como jugador, se ganaba la vida como taxista manejando un Renault 12. Y esa es otra prueba de la popularidad del auto: miles de tacheros porteños lo eligieron como compañero de calle. Y así sucedió incluso hasta después de ser discontinuado.
Como también ocurrió con las fuerzas policiales que lo tomaron como patrullero. Hubo incluso un hecho muy singular: en 2018, la comisaría de un paraje rural cercano a la ciudad entrerriana de Nogoyá, conocido como La Llave, estrenó un móvil policial montado en un R12 y se convirtió en un verdadero fenómeno viral.
Eso. Un fenómeno fue el 12. Y la Argentina hizo mucho para consolidarlo de esa forma. Se produjeron alrededor de tres millones de unidades en el mundo, de los cuales casi el 15 por ciento salió de Córdoba: 444.045. Fue el tercer auto más fabricado localmente, detrás del Peugeot 504 y del Ford Falcon. El récord en un año se dio en 1980, con 42.921 autos salidos de planta. Se exportaron partes y autos terminados a Angola, Chile y Uruguay. Pero también se contribuyó con aporte tecnológico a principios de los 70 para la aparición de un mellizo del R12, el Dacia 1300, la marca rumana que construyó su identidad con modelos de Renault. Si se suman los D1300, el número global del modelo llegó a cinco millones. Francia, España, México, Colombia y Australia también dan fe del éxito de su paso.
En el momento de ser discontinuado en la Argentina, Ciadea realizó una pequeña evocación que definía al Renault 12 como “el auto amigo”. Así lo entienden los socios de los varios clubes surgidos en el país, todos escindidos del Club Renault 12, que nació en 1999 para canalizar el afán de compartir una pasión entre aquellos que seguían (y siguen hoy) conduciéndolo. Y que desde 2009 realiza todos los años un encuentro nacional, al que han asistido entre 50 y 100 distintos modelos de R12. Y en cada uno de ellos hay una caravana que desfila por la ciudad elegida para el evento. Y hay premios. Y hay amistad. “Es un auto noble, fiel, que jamás te deja a pie”, describe Darío Filipelli, el secretario del club, lo que significa para él, y para muchos, ser dueño de un Renault 12.
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