Dos amigos, un muro, y la vida como precio por la libertad. La historia podría ser una más de aquella Alemania de posguerra en donde familias, amores y amistades quedaron atravesados por el cemento, frío, del Muro de Berlín. Pero no lo es. Es una historia de ingenio montada además sobre la generosa impronta de un auto de culto del siglo pasado.
Destino caprichoso le tocó en suerte al BMW Isetta, aquella rareza que asomó promediando el siglo XX a mitad de camino entre una motocicleta y un auto y que nació condenado a convertirse, más de una vez, en un pequeño salvador.
A mediados de los años 50, BMW estaba al borde de la bancarrota porque la producción de motocicletas había disminuido, y necesitaba lograr ganancias con urgencia. La solución empezó a vislumbrarse durante el Salón del Automóvil de Turín de 1954. Allí, en el stand de Iso Rivolta, fabricante italiano de miniautos, había un triciclo con una gran puerta de entrada, el Iso Isetta. La marca alemana no tardó en comprar tanto la licencia para fabricarlo como también las instalaciones de la planta.
Entre 1955 y 1962, el Isetta –que ya no tenía tres ruedas sino cuatro y alcanzaba los 85 km/h- se convirtió en bestseller y en el emblema de la salvación financiera de la casa bávara. Pero aquel “ratón alemán” o “coche burbuja”, como la gente empezó a popularizarlo, tendría marcado en el guión de su corta historia otro papel heroico.
Klaus-Günter Jacobi y su viejo amigo Manfred Koster habían quedado separados, al igual que Alemania, por el Muro de Berlín. Jacobi había logrado escapar al Oeste en 1958, tres años antes de su construcción, y desde allí oía los reclamos de libertad de Manfred. En aquel entonces, cualquier intento de escape era castigado con el fusilamiento.
Mirá el corto de BMW que recrea la increíble historia del escape:
Generalmente las historias de amistad y libertad viajan de la mano. Aquella vez lo hicieron en Isetta, el pequeño ratón con sólo 13 caballos que a pesar de sus reducidas dimensiones tuvo espacio de sobra para transportar una hazaña enorme. Jacobi usó su astucia y sus conocimientos de mecánica para hacer en los 2.30 metros de largo y 1.40 metro de ancho del Isetta un escondite para su amigo, algo que a simple vista parece imposible.
El mecánico creó un espacio, totalmente inadvertido, detrás del banco del asiento, justo al lado del motor. Movió el estante hacia arriba y quitó la rueda de repuesto, la calefacción y el filtro de aire. También cambió el tanque de combustible de 13 litros por uno de 2 litros para dejar espacio para el pasajero oculto.
Así, el 23 de mayo de 1964, poco antes de que el cruce fronterizo cierre a medianoche, el BMW Isetta convertido por Klaus-Günter Jacobi cruzó la barrera abierta y burló a las patrullas del ejército. La historia cuenta que otros ocho ciudadanos alemanes lograron escapar en los años siguientes a Occidente en un BMW Isetta convertido de manera similar.
Hoy aquel Isetta descansa en el piso superior del Museo del Muro, en Friedrichstrasse, Berlín. Y el hombre de unos 80 años que suele acompañar como guía turístico a los visitantes es nada menos que Klaus-Günter Jacobi, el mecánico ingenioso y mentor de la hazaña que volvió convertir en salvador al BMW Isetta.
El flamante corto de BMW, The Small Escape, cuenta la hazaña del cruce fronterizo con una gran puesta en escena y producción. De hecho, los accesorios, disfraces, vehículos y decoraciones callejeras se crearon en Budapest para representar un ambiente fiel de Berlín de los años 60. La película se estrenó en ocasión del 29 aniversario de la reunificación alemana como un spot de televisión, en Youtube y en redes sociales. “Se trata de una historia de libertad, independencia y sueños”, explica BMW. Por supuesto merecía ser contada.
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