“Un nombre a veces significa todo. Debe ser fácil de pronunciar para cualquier lengua, debe ser pegadizo y quedarse en la mente de las personas”. Sin saberlo, a principios de siglo un tal Emil Jellinek empezaba a delinear las primeras estrategias del marketing ligado a la industria automotriz. Jellinek era hacia fines de 1800 un alemán que, anclado en Niza e inmerso en los círculos sociales más altos de Europa, distribuía de manera independiente los primeros autos que empezaban a circular por el planeta.
Jellinek tenía estrecha relación con Gottlieb Daimler y Wilheim Maybach, dos constructores de vehículos pioneros y reconocidos, a quienes buscaba convencer de que el verdadero propósito de sus autos debía ser la velocidad. "Las carreras harán un nombre para una fábrica y una marca", sostenía. Aquella obsesión por el nombre ya estaba resuelta en la mente de Jellinek: Mercedes. Ese era el nombre de su hija, o por lo menos como a él le gustaba llamarla en lo que podría haber sido su estrategia de marketing de entre casa, porque en realidad la niña se llamaba Adrienne Manuela Ramona Jellinek.
Lo cierto es que ante la inminencia de nuevas carreras en Niza en marzo de 1901, Maybach (Gottlieb Daimler ya había muerto) le entrega a Jellinek un nuevo auto, el Simplex, que en aquel momento fue el más moderno del mundo: tenía 35 caballos y llegaba a los 100 km/h. Y como había sido concebido bajo sugerencias del propio Jellinek fue anotado como Mercedes. "La gente compra la marca ganadora y siempre la comprará", decía Jellinek. Aquel año, ese Mercedes por supuesto ganó todo en Niza y empezó a sentenciar el destino de aquella marca floreciente.
No hay precisiones sobre la motorización del prototipo, se especula que puede tener un motor eléctrico en cada rueda
Ese biplaza con las ruedas separadas de la carrocería y su motor de 35 caballos se transformó en una pieza fundacional del prestigio que posteriormente cosechó la marca, tanto en las carreras como con sus modelos de calle.
Aquel Mercedes revolucionario merecía entonces un homenaje que esté a la altura. Llegó con este concept rupturista denominado Vision Simplex, un prototipo de estructura similar, pero adaptado a unas líneas y tecnologías de extrema vanguardia.
El éxito del Mercedes Simplex promovió su fabricación, que se extendió entre 1902 y 1909. Tenía motor delantero y tracción trasera, con acelerador por pedal y transmisión de varios cambios. Del modelo original, este prototipo copia la ausencia de parabrisas, la columna de dirección con los pedales a los costados, el maletín trasero, el estilo del tablero y las butacas con espacio para dos pasajeros.
Una de las numerosas innovaciones técnicas del Simplex de 1901 fue el radiador de panal, que necesitaba mucha menos agua que antes para enfriar el motor. Esta reinterpretación moderna destinó también para el frente de la trompa una de las mayores atracciones: allí dispone de una pantalla 3D que muestra con distintas animaciones información del vehículo.
Este desarrollo de diseño, que mira al pasado, fue presentado en una muestra denominada Design Essentials 2019. Se especula con que este Simplex podría incorporar un motor eléctrico por cada rueda, aunque no hay mayores detalles sobre el sistema de propulsión y las prestaciones. Poco importa. Si el éxito depende de un nombre o una marca que lo respalde, como decía Jellinek, en este caso está asegurado de antemano.
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