En Pakistán viven más de 207 millones de habitantes. Cerca del 70% de la población nació en los últimos treinta años, mucho tiempo después del nacimiento, la expansión y el auge de las motos Vespa, ese culto globalizado de la movilidad. Las calles del sexto país más poblado del mundo colapsan: la flota circulante se compone por motocicletas baratas de fabricación china y bicicletas japonesas de montaje local.
La modernidad del mercado y de la industria autopartista relegó la actividad de un grupo reducido de conservacionistas del motor. En Pakistán están los que están en todas partes, los que dominan y convulsionan la escena urbana, y están los otros, los que se refugian en la nostalgia, en el respeto por el espíritu artesanal de las motos de época.
Como el periodista Nazeer Udding Siddiqui, de 58 años, dueño de una Vespa de 1979 que heredó de su padre. "Él solía trabajar para Khwaja Auto como gerente y ellos eran los únicos distribuidores de scooters Vespa. Para mí, las personas dueñas de estas motos son muy honorables, porque aún mantienen viva esta tradición", dijo en diálogo con Reuters.
En Pakistán, tener una Vespa hoy es un compromiso con el romanticismo. Los repuestos originales escasean y apenas un puñado de mecánicos están lo suficientemente capacitados para restaurar piezas genuinas. En las décadas del sesenta y setenta, las unidades fabricadas por el constructor italiano Piaggio eran sinónimo de estatus, una condición reservada para un reducido núcleo de personas bendecidas con la posibilidad de importar artículos de lujo desde Europa.
Hace catorce años que Farrukh Shahbaz recibió de su padre una Vespa azul de 1961. Lo tuvo que reparar tres veces en un taller de Karachi, donde asiste para relacionarse con otros apasionados de la legendaria scooter. Shahbaz de 50 años recordó que su padre le había dicho que la unidad le llegó empaquetada en una caja de madera.
"Para mí, un scooter Vespa es como una tradición familiar. Mi padre solía utilizarla y yo mismo la encuentro muy buena porque tiene dos asientos separados y cómodos, tiene un compartimento para guardar cosas que es poco común y por seguridad protege tus rodillas durante los accidentes. Diría que es el BMW de los scooters", reveló el periodista Arif Balouch, de 48 años, propietario de una Vespa año 1980.
Zubair Ahmad Nagra dirige el club Vespa en la ciudad oriental de Lahore. Tiene una unidad importada en 1974: "El primer vehículo motorizado propiedad de mi padre". Dedica su esfuerzo en cultivar el gusto por lo clásico, en promocionar la elegancia y el colorido de una moto épica que engendró la tarea existencial de estimular al mundo luego de la Segunda Guerra Mundial. Por la escasez de piezas originales, a veces suelen conformarse con piezas de baja calidad traídas de la India o con fabricaciones artesanales desde cero.
En Islamabad, la efervescente capital pakistaní, un grupo de diplomáticos occidentales se pasean a bordo de sus coloridas Vespas. Son la excepción en un tráfico compuesto por motocicletas económicas, conforme la escalas de pobreza y población trabajadora en una escenografía urbana que crece exponencialmente. "Es el segundo mejor regalo que Italia le dio al mundo, después de la pizza", interpretó Nagra.
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