Bernard Arnault es el dueño de la moda, el rey del lujo. Es el hombre más rico de Francia, el más rico de Europa y el cuarto más rico del mundo, según la lista Forbes en tiempo real.
Es propietario del conglomerado Louis Vuitton Moët Hennessy (LVMH), con marcas del calibre del gigante de lujo Louis Vuitton, Moët Chandon, Dom Perignon, Bulgari, Tag Heuer, Hublot, Loewe o Christian Dior. Es accionista de Carrefour y Hermes. Es mecenas y coleccionista de arte. Pero tuvo que desprenderse de uno de sus automóviles más significativos: un Peugeot 205 GTI de 1990, una unidad modesta, económica que no se corresponde a su patrimonio ni a las conductas habituales de los magnates.
Arnault lo adquirió, lo modificó, lo relegó a su colección personal y se lo vendió a un coleccionista en 2009. Ahora, su actual propietario lo ofrece a 37.500 euros (casi un millón de pesos). La unidad aún está registrada a nombre del dueño de 74,6 mil millones de dólares, se encuentra en un estado de mantención perfecto y está operativa. Su odómetro informa apenas 14.700 kilómetros de uso.
El cuarto hombre más rico del mundo eligió un Peugeot accesible, un entrada de gama, un vehículo compacto de estricto uso urbano para sus desplazamientos.
La razón de esta curiosa adquisición conforme las discrepancias entre la generosidad de sus arcas y su compra obedece a su deseo de pasar desapercibido con un modelo oscuro y multiplicado. Un conductor a bordo de un humilde 205 GTI circularía con mayor discreción y agilidad que cualquier automóvil premium secundado por unidades escoltas. Bernard Arnault circulaba de incógnito en su simpático y clásico deportivo compacto ("hot hatch", en lenguaje motor), confundido en el parque automotor francés.
Lo compró cero kilómetro. Pero se lo derivó al célebre carrocero Labbé para incorporarle elementos de seguridad y algunos materiales de confort. Lo blindó con armadura nivel 2 para que pudiera absorber cualquier proyectil de un arma de fuego entre 0,38 y 9 milímetros. Intervino los paneles de las puertas con placas de acero espeso y reforzó los cristales. Estos agregados impactaron en el peso de la unidad, que pasó de una 1.000 a 1.400 kilos. Por el incremento del peso, debieron ajustarse las suspensiones y los frenos.
Labbé personalizó el interior con instrumentos que no estaban disponibles en los modelos fabricados en serie. Tapizó las butacas con cuero, instaló la dirección asistida y le incorporó aire acondicionado. Su motor no se sometió a nuevas configuraciones: mantiene de fábrica un 1.9 de 130 caballos de potencia.
Tal como apunta Arts & Revs, la casa especialista en conservación y en el mercado de automóviles exóticos, el Peugeot 20 GTI de 1990 que perteneció a Bernard Arnault está inmaculado. "La calidad de la construcción es absolutamente increíble y muy pocos notarían que se trata de un vehículo modificado", destaca.
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