En la Argentina se vende un único vehículo híbrido y dos modelos eléctricos. Están el Prius de Toyota, el utilitario Kangoo Z.E. de Renault y la preventa abierta del EX260 de Baic, casos excéntricos en una flota circulante dominada por automóviles propulsados por nafta. Quedan, rezagados en la redistribución de la torta, los sobrevivientes: autos movidos por motores diésel.
Los gasoleros fueron tradición. El Rastrojero popularizó una motorización que los autos de turismo lanzaron a la masificación. Hubo furor por los motores diésel en el país. La rentabilidad impulsó su auge. La lógica de su caudal de ventas se sostuvo en la noción de ahorro por su nivel de uso: la inversión extra (pagaban 5% de gravamen y 12,5% más de alícuota por impuestos internos) quedaba recompensada en el surtidor tras dos años de consumo.
El diésel alcanzó a casi todas las marcas en la década del noventa. La oferta se extendió por una línea de productos variopinta, desde vehículos comerciales y utilitarios hasta modelos populares. Pero en el nuevo siglo, su sentido de pertenencia resultó afectado por una situación sociocultural adversa. La crisis económica de 2001 minó la capacidad adquisitiva de la población, en simultáneo al germen de un cambio de época para la motorización de los autos: la Unión Europea reforzó las normas que miden la emisión de partículas contaminantes de los motores. Los bloques diésel, aunque más eficientes y rendidores, contaminan más que los propulsores nafteros. Y en tiempos donde el ambientalismo y el proteccionismo conquistan espacios de discusión, las autoridades europeas adoptaron exigencias acordes a la coyuntura.
Eso derramó factores que desarticularon la ecuación costo-beneficio. La fabricación de los motores diésel se volvió más metódica y refinada. La complejización del proceso repercutió en el precio final del gasoil. De modo que la brecha que lo separaba de la nafta se recortó, el plazo para amortizar la inversión se multiplicó y la ciencia del ahorro y el consumo que contribuyó a su masificación se diluyó. Paulatinamente, los nafteros empezaron a colonizar la cuota del mercado. La expansión del Gas Natural Comprimido (GNC), la calidad cuestionable del gasoil, episodios de escasez en estaciones de servicio y la grandilocuencia de Brasil -socio estratégico y principal importador de autos en el país- que no fabrica modelos gasoleros terminó por decidir el devenir de los motores diésel.
Según la Asociación de Fábricas Argentinas de Componentes (AFAC), 2016 terminó con una flota circulante compuesta por un 49% de autos impulsados solo por nafta, un 15,5% convertidos a GNC, apenas unas 300 unidades híbridas y el restante 35,8% de modelos diésel, sostenida casi en exclusiva por los vehículos comerciales. La oferta de autos turismo se redujo de manera sustancial: solo Peugeot y Citroën combaten el ocaso.
El Grupo PSA es la resistencia. De los diez autos más económicos del país que ofrecen propulsores diésel, según un relevamiento de Autoblog, nueve pertenecen al consorcio francés y uno a Ford. La motorización HDi (high presure diesel injection) es la denominación elegida para la generación de motores diésel. En Argentina, respeta su tradición de empatar el catálogo de motores y ofrece modelos por debajo de los premium o SUV de altas prestaciones, donde suele prevalecer la oferta.
Carlos Tavares, CEO de PSA, dijo que la compañía “será 100% eléctrica” y prometió para 2025 ofrecer 40 modelos eléctricos en sus cinco marcas (Peugeot, Citroën, Opel, Vauxhall y DS)
La lista de los diésel comienza con un utilitario: la Peugeot Partner Patagónica HDi de 92 CV y un costo inicial de 348.100 pesos. A mediados de 2017, la marca del león presentó el 301, importado desde España, con una versión diésel HDi de 92 caballos que comienza en los 403.700 pesos. Su hermano, el Citroën C-Elysée HDi también de 92 CV tiene un valor de 432.500 pesos. En cuarto lugar, figura la Citroën Berlingo Multispace HDi de 92 CV con un costo de 458.500, con precio actualizado a abril de 2018. El top cinco lo cierra el único ejemplar fuera de la órbita PSA: la Ford EcoSport DV5D de 100 caballos se vende desde los 476.300 pesos.
El Peugeot 208 tiene su versión HDi con 92 caballos sobre un precio inicial de 473.700 pesos. El flamante Citroën C4 Lounge que se fabrica en el Centro de Producción de El Palomar se ofrece desde los 534.000 pesos con un bloque 1.6 HDi de 115 CV asociado a una caja manual de 6 velocidades: "Es el motor diésel estrella, eficiente y con la mejor autonomía", promociona la marca. Peugeot comercializa sus 308 y 408 con el HDi de 115 CV con precios que ascienden por encima de los 520.000 pesos. Completa la lista de los diez autos con motor diésel más accesibles el Citroën C4 Picasso de 115 caballos en su versión Feel a 634.000 pesos.
El catálogo del mercado argentino continúa con modelos más costosos. El mismo Citroën ofrece el C4 Gran Picasso, Hyundai tiene versiones diésel en el Tucson y Santa Fe, Jeep y la Renegade con la versión Trailhawk, Volvo dispone de una edición gasolera del XC90. Pocos ejemplares sobreviven a la extinción de los motores diésel en Argentina.
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