Un Gräf & Stift Double Phaetonde 1910, un autobús de doble piso en Londres, un Volga negro y un Porsche Spyder 550. Son autos descritos en las páginas de los misterios de la humanidad. Acusados de ser autos malditos o embrujados, intervinieron en conflictos históricos, protagonizaron accidentes famosos e infundieron el miedo en el pueblo. Pero fundaron su patrimonio en la improbabilidad de su gesta. Podrán ser narraciones fabulosas o verídicas, pero están cubiertas por un velo de superstición. Tienen la sentencia de ser vehículos oscuros, pertenecientes a la categoría de leyendas urbanas.
El auto maldito
El magnicidio del archiduque Francisco Fernando, heredero al trono austrohúngaro, y de su esposa, la condesa Sophie Chotek, desató la Primera Guerra Mundial. Fue denominado el "Atentado de Sarajevo" y se concibió sobre un Gräf & Stift Double Phaeton, descapotable, negro, testigo mudo del drama. Gavrilo Princip era un estudiante de 19 años del grupo terrorista Bosnia Joven, un nacionalista extremista de origen serbobosnio o un joven idealista luchador de la libertad. Interpretaciones al margen, fue el autor material del doble asesinato, el 28 de junio de 1914. Dos disparos certeros: la primera bala impactó en la yugular del archiduque, la segunda penetró en el abdomen de la duquesa. Un mes después la Primera Guerra Mundial había comenzado. Según el canciller Bismarck, "por alguna estupidez ocurrida en los Balcanes". Austriahungría le declaraba la guerra a Serbia, por considerar que había avalado el atentado. El tejido de alianzas fue alcanzando a todas las potencias europeas.
La Gran Guerra ya había acabado con más de veinte millones de personas. El auto donde se perpetró la masacre siguió en uso por más de una década. En ese devenir de propietarios, potenció su maldición. Episodios de muertes y accidentes inspiró la sensación de un legado de muertes hasta que fue conservado en el Museo de Historia Militar de Viena, Heeresgeschichtliches Musseum, donde conformó los límites de su vocación siniestra. En la Segunda Guerra Mundial, el edificio fue bombardeado, quedó prácticamente devastado y pocas piezas quedaron indemnes. El perverso Gräf & Stift mantuvo su superstición y su impecable estado: nunca más fue conducido por nadie.
El autobús fantasma
La esquina de St. Mark's Road y Cambridge Garden, al oeste del centro neurálgico de Londres, era trágica: la poca visibilidad en una intersección de curva pronunciada había ocasionado un sinfín de accidentes. En 1933, un conductor relató que una noche divisó un colectivo rojo de dos pisos -el típico bus británico- lo perseguía a una velocidad inusitada. De manera inesperada, desapareció entre la neblina, aunque pudo reconocer su número de línea: el 7. Pero no existe la línea número 7 en la capital del Reino Unido. Durante aquel año hubo varias denuncias similares: un desbocado y amenazante autobús que se desvanece antes de colisionar en la misma esquina y por las noches. Al año siguiente, Scotland Yard responsabilizó al espectro por ocasionar el accidente de un conductor que salió de la calle para evitar un choque fantasma.
El pequeño bastardo
"No lo conduzcas. Este auto parece siniestro, si lo conduces vas a estar muerto en una semana", le pidió Sir Alec Guinness. Ursula Andress y Eartha Kitt no quisieron subirse al auto porque les transmitía "malas vibraciones". Beverly Long dijo también dijo que viajar en su deportivo era como una excursión al cementerio. La profecía de célebres actores se hizo carne el 30 de septiembre de 1955, cuando James Dean murió a sus 24 años en un accidente a bordo de su Porsche Spyder 550.
La estrella estadounidense murió tan rápido como vivió. "Vive intensamente, muere joven y deja un bonito cadáver", pronunció y ejecutó. Participó en solo tres películas (Al este del paraíso, Gigante y Rebelde sin causa) y en tres carreras de autos. Había comprado la unidad una semana antes del fatídico siniestro. Lo había bautizado "the Little Bastard" ("el pequeño bastardo") tal vez por su exigencia, por su intimidante relación peso-potencia. Resulta que el Porsche era un deportivo ligero y esbelto: motor 1.5 bóxer con doble carburación capaz de entregar 110 CV, con un peso mísero de apenas 550 kilos de chasis y carrocería de aluminio. Alcanzaba una velocidad máxima de 225 kilómetros por hora. Era una auténtica máquina aerodinámica, liviana, veloz y peligrosa.
El episodio ocurrió en la puerta del restaurante Villa Capri, cuando un Ford Custom Tudor conducido por Donald Turnupseed se cruzó -a las 17:45- en la intersección de las rutas 466 y 41, cerca de localidad de Salinas, en el estado de California. El actor viajaba con Rolf Weutherich, mecánico y amigo. "Nunca lo vi venir, sólo lo vi cuando ya era demasiado tarde", declaró el conductor del auto que embistió al Porsche. Dean murió camino al War Memorial Hospital. Weutherich se fracturó brazo y clavícula. El pequeño bastardo era una masa retorcida de acero plateado.
El accidente dio origen a las fábulas sobre la maldición del deportivo de James Dean. Cars of stars (Los autos de las estrellas) es un libro publicado en 1974 por George Barris, prestigioso carrocero y creador del primer Batimóvil, quien aseguró que compró los restos del automóvil en 2.500 dólares.
En el escrito se despliegan una serie de maldiciones -reales o no- que involucran al Porsche Spyder 550: le quebró las dos piernas a un operarion que intentaba descargar los restos en el taller; le vendió las suspensiones al doctor Troy McHenry, quien murió en una carrera tras colisionar con un árbol sobre un auto que montaba piezas del auto embrujado; le vendió el motor (N° 90-059) y el diferencial al cirujano Williams Eschrich para correr en esa misma competición; un accidente acabó con su carrera deportiva; le vendió dos neumáticos a un cliente.
Además, a la semana explotaron simultáneamente provocando un nuevo siniestro; un joven quiso robarse el volante, pero resbaló y se cortó el brazo con el metal; por la sucesión de situaciones que alimentaban la superstición, Barris quiso desprenderse de los restos: los donó a programas de concientización vial pero el depósito donde fueron conservados se incendió sin que los hierros retorcidos del "Little Bastard" sufrieran daños severos; en su regreso al taller del propietario, el camión que trasladaba el cadáver del automóvil chocó, el conductor salió despedido y lo que quedaba del Porsche Spyder 550 cayó sobre su cuerpo; finalmente los restos desaparecieron cuando en 1960 fueron robados camino en un tren que regresaba a California tras ser exhibidos en Miami. El cúmulo de desgracias y la cronología de los eventos desafortunados alimentó el imaginario popular. La historia del automóvil con bastidor número 2Z77767 ya es leyenda.
El Volga negro
Una historia que reúne todos los atributos para ingresar a la categoría de mito urbano. La leyenda narra que en las décadas del sesenta y setenta en algunas regiones de la Unión Soviética un Volga negro con cortinas blancas en el que se cometían delitos atroces. Las versiones son múltiples y probablemente estén instauradas por la propaganda capitalista de aquellos años. Decían que la limusina era conducida por sacerdotes que secuestraban niños y personas al azar, y que extraían sus órganos para utilizarlos en experimentos o para comercializarlos en el mercado negro. O que raptaban sangre joven para curar a las autoridades del partido comunista que sufrían leucemia. O que secuestraban mujeres bonitas para perpetrar violaciones y homicidios. O que lo manejaban monjas, satanistas, vampiros, judíos o el mismo demonio.
En el siglo XX, la leyenda sufrió alteraciones: los conductores del Volga le consultaban la hora a los peatones y cuando éstos se acercaban al auto, les disparaban. La apariencia del automóvil, negro, sobrio y tétrico, sostenía la superstición. Ninguno de los hechos mencionados fueron comprobados. Pero las leyendas no tienen que ser verídicas.
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