Alejandro De Tomaso vivió 74 años intensos. Nació un 10 de julio de 1928 en Buenos Aires, Argentina. Murió el 21 de mayo de 2003 en Módena, Italia. Su vida fue un torbellino, un hombre que se construyó a sí mismo, la biografía de un argentino inquieto, apasionado, provocador. Se crío en el seno de una familia noble; su padre -abogado, médico- fue ministro de Agricultura en la presidencia de Agustín Pedro Justo y su madre era descendiente del virrey Pedro de Cevallos.
Se educó en San Isidro y en campos de su dinastía, hasta que se hizo cargo de los negocios familiares. Colaboró en la fundación del diario Clarín, donde escribió en la sección de economía. Alimentó su militancia conservadora que lo confrontó con los gobiernos peronistas. En 1955 protagonizó los primeros embates por derrocar a Juan Domingo Perón hasta que fue descubierto: debió escapar del país. Su huida, reza la leyenda, fue cinematográfica: con valijas llenas de dinero producto de la venta de un campo de su primera esposa, aterrizó en Uruguay en una avioneta que él mismo piloteó.
Había iniciado en Argentina una prometedora devoción por los autos, solventada por su cómoda posición económica. Se compró un Bugatti Type 35, con el que corrió entre 1945 y 1953. Al año siguiente, participó en los 1.000 kilómetros de Buenos Aires con un Maserati. Buscó exilio en Italia, donde permaneció hasta su muerte.
Allí, en la meca de los deportivos, la estética y el diseño automotriz, abandonó la política y se sumergió en el universo de los autos. Fue piloto de pruebas de OSCA, la escudería de competición creada por los hermanos Maserati. En aquellos años, conoció a Elizabeth Haskell, nieta de William Durant, uno de los fundadores de General Motors. Se casaron en 1956 y se mudaron a Módena, tierra fértil para fabricantes de autos. Alejandro De Tomaso ya tenía financiación y suficiente respaldo para construir sus propios autos de carrera. En 1959, nace el taller De Tomaso Automobili, fábrica donde construyó sus bólidos de Fórmula 2.
Pero la aventura por la competición no resulta tan próspera como intuía. Decide involucrarse de lleno en los autos de calle. En sus años de visionario de la industria, lanzó el Vallelunga, el Mangusta; adquirió Moto Guzzi, Innocenti, el carrocero Ghia y compró una parte de Maserati que luego vendió a Fiat; fue amigo de Frank Williams (fundador y mánager del equipo Williams F1 de Fórmula 1); y creó el Pantera, la obra maestra de De Tomaso Automobili.
El Pantera es el primer hijo de la alianza De Tomaso-Ford. El conglomerado norteamericano compró un porcentaje mayoritario de las acciones de la por entonces consagrada firma italoargentina, adquirió los derechos de distribución bajo la red Lincoln-Mercury y asumió la construcción de los motores. Comenzó su producción en 1971 y se extendió a 1992. Uno de sus primeros propietarios fue Elvis Presley. Veinte años de historia, más de siete mil unidades entregadas y un legado, una trascendencia que perdura.
El fabricante De Tomaso cayó en desgracia hacia finales de siglo. Sufrió un derrame cerebral en 1993 y vivió su siguiente y última década de vida con una semiparálisis. Había dejado impreso en los anales de la historia un deportivo mítico. En tiempos en los que la industria recurre a su pasado para vestir su futuro, el Pantera vuelve. La resurrección de un viejo clásico fue obra de la start up Ares Design. En diciembre del año pasado había develado los primeros renders, ahora mostró por primera vez el prototipo del "Project Panther", un superdeportivo a medida de edición limitada en homenaje al De Tomaso Pantera.
El de ayer montaba un motor Ford V8. La reedición tiene un motor V10 5.2 atmosférico, heredado de los Lamborghini Huracán y Audi R8. Mejora su calidad con una carrocería en fibra de carbono e iluminación LED, y respeta el espíritu y las líneas de diseño con claros guiños al modelo original, como el regreso de los faros retráctiles que desaparecieron en los noventa. El nuevo Pantera tendrá un precio base de 715.000 euros que se incrementará según las especificaciones de cada cliente.
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