Juan Domingo Perón adquirió un Cadillac a mediados de 1955. Ese mismo año, el 16 de septiembre, la autodenominada Revolución Libertadora derrocó el gobierno que conducía el líder justicialista. El automóvil adquirido por el General nunca pudo conocer a su comprador. Es el comienzo de la historia del Cadillac de Perón que Perón no usó jamás. La aventura del descapotable concluyó hoy tras ser puesto en valor patrimonial para ser exhibido de forma permanente en el Museo Casa Rosada.
Las autoridades que perpetraron el golpe de Estado disfrutaron lo que el tres veces presidente argentino no pudo. Después desfilaron sobre él otros mandatarios: sirvió de vehículo de protocolo para Arturo Frondizi, Arturo Illia y el dictador Jorge Rafael Videla; Raúl Alfonsín, Carlos Menem y Fernando de la Rúa viajaron en el Cadillac en ceremonias oficiales; y hasta Hugo Chávez lo condujo por los jardines de la quinta de Olivos en compañía del entonces ministro de Planificación Federal Julio De Vido en 2006.
Ni siquiera lo pudo aprovechar Perón cuando regresó al poder, el 12 de octubre de 1973. Ese día celebró su retorno a la Casa Rosada sobre un Rambler Ambassador fabricado por IKA -Industrias Kaiser Argentina-. El General sí utilizaba con frecuencia un Cadillac 75 Limousine de 1951 otorgado por General Motors, que fuera subastado en Inglaterra en 2014 por una suma de 230 mil dólares.
Después de que los mecánicos le negaran el permiso de desfilar sobre el descapotable en su asunción presidencial, Mauricio Macri impulsó su restauración. Tras su derrotero por el cine nacional y luego de haber sido exhibido -impecable pero estático- en la edición de Autoclásica de 2012, la muestra de autos y motos vintage más grande de Sudamérica, convocaron a la Fundación Museo del Automóvil para restablecer la funcionalidad de un vehículo transversal a la historia política argentina de la segunda mitad del siglo.
En principio se suponía que el Cadillac V8 de 1955 había sido donado por General Motors con motivo de la visita de Milton Eisenhower, hermano del entonces presidente de los Estados Unidos Dwight Eisenhower, un cónclave que resultó preponderante para el desarrollo de la industria automotriz nacional. Pero en las oficinas de la Casa Rosada encontraron documentación que acreditaba la compra del vehículo por parte de Perón.
Luis Spadafora, coleccionista y director del Museo del Automóvil, se encargó de devolverle esencia y operatividad al mítico modelo norteamericano. Se reconoce un "enamorado" del convertible: confesó su devoción desde que el subsecretario de la Presidencia, Valentín Díaz Gilligan, lo invitó a la cochera de la quinta de Olivos para que hiciera un diagnóstico sobre el estado del auto. Cuando volvió a su oficina, se convencieron de hacerle una restauración cosmética y mecánica sin cobrar por su trabajo.
En la puesta en valor patrimonial coordinada por Spadafora intervinieron el restaurador Luis Zschocke, el diseñador Heriberto Pronello, una prestigiosa curtiembre, un importador anónimo de cubiertas y un especialista en chapa y pintura. Todos acudieron al llamado de Spadafora sin objeciones. "Es un auto que no participa de la grieta, acá trabajó gente que tiene distintas ideas y hasta cada tanto hacíamos un asado. Es el auto de todos los argentinos, un clásico con mucha historia", describió en diálogo con Infobae. Debieron emular el color original de la pintura: en una chapa ubicada en el motor hallaron el style 556267X -año de fabricación, 55; serie 62; modelo 67X-. Tuvieron que reparar la abolladura que dejó la patada del caballo de un granadero en el capó y el raspón de una tranquera de la Sociedad Rural sobre un lateral de la carrocería. Conservaron el dominio en la zaga del modelo: 434676 en color blanco y números de época en comunión con el escudo argentino en placa de bronce.
Es fiel ejemplo de un automóvil norteamericano de época: ocho cilindros distribuidos en forma de V, una cilindrada de 5,4 litros capaz de erogar hasta 250 caballos de potencia. Tiene caja automática de cuatro marchas, dos metro de ancho, 6,8 de largo, levantavidrios eléctricos y la boca para cargar combustible escondida bajo la óptica trasera izquierda. Solo recorrió cerca de 16 mil kilómetros y su velocidad máxima se detiene en 180 kilómetros por hora. Su dirección es hidráulica, los frenos son de tambor y la suspensión trasera es a eje rígido. Se reemplazaron los neumáticos, retazos del tapizado de cuero, el caño de escape, el tanque de nafta. Se sustituyó el sistema de motorización, frenos, dirección. Se mantuvieron intactos el tablero, las ópticas, los paragolpes, el chasis. Reluciente e imperturbable, el Cadillac presidencial se exhibirá por siempre en el Museo Casa Rosada. A menos que los futuros presidentes argentinos lo quieran usar en su asunción.
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