"El auto de los sueños" o "el auto del futuro": sus seudónimos hablaban de él como una construcción auspiciosa. Corría 1938 y el Buick Y-Job se convertía en el primer concept car de la historia, el prototipo de un vehículo adelantado a su época. Los historiadores dicen que hay algo de él en todos los automóviles modernos. Aunque su producción haya sido de una única unidad: un one-off, apenas un ejemplar que no se sometió a la fabricación masiva. No había sido creado para eso. Su propósito de concepción era otro.
El Buick Y-Job fue un catalizador de ideas, una mirada hacia el porvenir. Para su era, significó una creación rupturista. Las automotrices ideaban para fabricar: del bosquejo a la línea de producción. No elevaban la visión hacia la posteridad. El auto era una posibilidad, un campo de pruebas, un concepto futurista cuando el futurismo ni siquiera existía. El primer prototipo de la industria fue pensado fuera de la órbita automotriz: el Y-Job no fue concebido para ese presente, esa coyuntura.
Fue precursor y escultura pura. No vendió ninguna unidad pero se convirtió en un vehículo medular. Idea de la mente fértil de Harley Earl, primer jefe de diseño de General Motors y hacedor del Chevrolet Corvette. Su nombre respondía a la filosofía de su diseñador: "Y" para diferenciarse de la prosaica designación "X for experimental" y en modo de homenaje al prefijo de los prototipos de los aviones de combate; y "Job" porque según la interpretación de Earl cada proyecto era un trabajo.
El Y-Job fue un esfuerzo colaborativo dentro del departamento GM Design. Earl proporcionó su inspiración y ojo crítico, George Snyder expresó las ideas en papel y el ingeniero jefe de Buick, Charlie Chayne, supervisó las modificaciones al chasis Buick Century de producción que se convirtió en la fundación del innovador concept. Crearon una visión que decretó el comienzo de un nuevo género de arte automotriz: el "Dream Car". Con una distancia entre ejes de 320 centímetros y una extensión de más de cinco metros, el descapotable biplaza era una exuberante sobredimensión de chapa laminada aerodinámica. La elegancia en deportividad: el primer prototipo de la historia automotriz introdujo innovaciones reconocibles en modelos de décadas posteriores.
Faros retraíbles, ventanas accionadas vía electrónica y un techo convertible activado por un control oculto electrónico, parabrisas envolvente, acabados y colores de serie, uso de arcilla para crear modelizaciones antes de su ingreso a producción. Cuerpo ancho y largo, menor despeje del suelo: monta llantas de 13 pulgadas de diámetro en reemplazo de las de 16 pulgadas contemporáneas para adoptar una postura más baja. Significó el adiós a los estribos y a líneas formales y angulosas de los culturistas clásicos. En el Y-Job fluían en armonía las puertas con los guardabarros, el paragolpes con la carrocería en una declarada línea estética horizontal. La cola de pato, donde desaparecía y conservaba la capota, representará en los vehículos estadounidenses de los años cincuenta y sesenta un elemento emblemático.
Harley Earl había delineado perfectamente un estereotipo estilizado, audaz, tal vez demasiado innovador para la época. Los Salones del Automóvil de entonces no exponían concepts cars, por lo que su diseñador lo utilizó como instrumento de movilidad personal hasta que lo sustituyó en 1951. Actualmente se distingue en el Centro Conceptual de GM en Warren, Michigan, luego de un derrotero de museos y restauraciones que procuraban recuperar su esencia.
A través de su diseño y tecnología, el Buick Y-Job estableció el estándar para los vehículos premium: una producción de automóviles memorables que aún hoy suscitan emociones y sentimientos en los románticos del motor. El responsable de la obra se retiró de General Motors treinta años después de la gesta. Para entonces, podía encontrar extractos de su concept car en cientos de automóviles pensados por otros diseñadores, todos asumiendo el deber de imaginar vehículos del futuro y transformarlos en expresiones tridimensionales a escala.
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