El presidente Emmanuel Macron inauguró este jueves un impresionante edificio de madera con forma de ola, que será la casa de los saltos ornamentales, la natación artística y la fase preliminar del waterpolo en los Juegos Olímpicos de París.
Este edificio representa la mayor infraestructura deportiva erigida por los organizadores, quienes presumen que el 95 % del proyecto ya estaba completado cuando París fue elegida como sede de los Juegos Olímpicos de 2024: “Esta obra es una demostración de cómo Francia cumple con sus compromisos”, afirmó Macron e invitó a compararlo con “los desvíos” económicos que hubo en Juegos anteriores.
El centro acuático costó 188 millones de euros y es un edificio innovador, tanto por su diseño como por sus componentes ecológicos. Según sus arquitectos, tendrá una capacidad para 5.000 espectadores y será la mayor piscina de Francia, que hasta ahora no contaba con ninguna de más de mil plazas. Eso permitirá al país acoger en 2026 el Campeonato de Europa de Natación.
Su perfil peculiar será uno de los más característicos de los Juegos, que apenas aportarán nuevas construcciones, ya que se apoya en las ya existentes, empezando por el vecino Estadio de Saint Denis, donde se disputarán el atletismo y el rugby de siete.
Una pasarela de 100 metros sobre la autovía permitirá pasar a pie entre ambos centros, lo que ha elevado sensiblemente el presupuesto, pero Macron precisó que no se ha sobrepasado.
Inicialmente, las pruebas de carreras iban a desarrollarse en una carpa efímera situada junto al centro acuático, pero finalmente tendrán lugar en el Arena de La Defense, el estadio de rugby del Racing 92, que tendrá una capacidad para 20 mil espectadores durante los Juegos.
El centro acuático cuenta con una piscina de 70 metros totalmente modulable que durante los Juegos se dividirá en 2, para la natación sincronizada y los saltos, la única de este tipo en Francia, cuyos especialistas en la disciplina debían acudir hasta ahora a entrenarse al Reino Unido.
En términos ecológicos, el edificio está concebido para limitar al máximo el consumo energético, gracias a su cubierta de 5.000 metros cuadrados de paneles fotovoltáicos y su climatización a base de biomasa y al calor producido por los servidores de un centro de datos. A ello se suma que los asientos han sido construidos a partir de tapones de botellas.