Por motivos difíciles de descifrar, muchos aficionados de todo el mundo generalizan la idea de que la ceremonia inaugural de una competencia deportiva de relevancia constituye un acontecimiento singular.
Probablemente víctimas de los méritos de las extraordinarias fiestas de apertura de los Juegos Olímpicos, cualquier torneo de la magnitud de un Mundial, desde uno de futbol o rugby hasta el de natación, suelen recibir críticas absolutamente infundadas: a tal punto la celebración olímpica es algo superlativo, incomparable con nada de lo mencionado, que constituye uno de los eventos denominados de alta demanda con estadios repletos y entradas costosas sin que medie otra cosa que la celebración artística, el desfile de delegaciones, discursos protocolares y el encendido del pebetero.
Sin ir más lejos, a partir de la fastuosidad de los estadios y de las imágenes que llegaban desde Doha, la apertura del Mundial de fútbol de Qatar 2022 fue muy criticada sin que se tuviese en cuenta que, salvo alguna muy eventual ocasión, esas ceremonias son poco más que un decoroso prólogo de lo que realmente cuenta que es el partido inaugural que se realiza a continuación de esa casi siempre modesta celebración.
En línea con esta lógica de las fastuosas celebraciones preliminares de las máximas competencias polideportivas, la reciente inauguración de los Juegos Asiáticos fueron, en modo creativo y tecnológico, la más fiel muestra de la evolución del deporte chino.
De alguna manera, una muestra de que, en estos tiempos, gran parte del deporte asiático apuesta fuerte. Todo huele a crecimiento y ambición.
Imposible no referenciarse a lo sucedido 15 años atrás cuando los Juegos Olímpicos volvieron al continente asiático después de la fiesta post boicot de Seúl 88.
Previsiblemente, la apertura de Beijing 2008 debía deslumbrarnos como un portento de creatividad tecnológica. Imposible olvidar el estreno olímpico del mapping. Ni la carrera-vuelo del mítico gimnasta Ning Li -seis medallas en Los Ángeles 84- quien recorrió el techo del Nido de Pájaro antes de iluminar al planeta con el fuego sagrado.
Sin embargo, creo que el gran legado de aquella ceremonia fue el delicado y contundente mensaje chino recordándonos a muchos extranjeros cuantas cosas que son de consumo cotidiano fueron parte de su genio creador.
Desde la imprenta hasta la pólvora y los tallarines. No vayamos a creer que lo del Gigante Asiático solo pasa por invadir el mundo con talentos deportivos.