Algo que caracteriza la estructura de desarrollo de la Federación Francesa de Tenis es la excelencia de los equipos con los que suelen asistir a sus figuras emergentes. Recuerdo unos cuantos años atrás la delegación que acompañó a un apenas adolescente Richard Gasquet a su primera gira por Latinoamérica. Desde el director técnico del equipo nacional hasta un psicólogo no dejaban detalle librado al azar a la hora de asistir al crack incipiente.
Algo que caracteriza, dramáticamente, al deporte de Alto Rendimiento de estos tiempos es la preocupante tendencia a ocultar o demorar la denuncia de los innumerables casos de maltrato de atletas, a veces, desde pequeños. Violencia física y psicológica, abuso deshonesto, relaciones impropias por cuestión de diferencia de edad, violaciones y hasta estafas aparecen cada vez más seguido aunque, paradójicamente, demasiado tarde para evitar algo del enorme daño que cometen los depredadores.
De pronto, ambas descripciones se unieron en una misma noticia.
La ex tenista Angélique Cauchy dio un estremecedor testimonio en el Parlamento de Francia sobre el abuso que sufrió de quien era su coach, Andrew Gueddes, condenado en 2021 a 18 años de prisión por diferentes denuncias de violación a menores de entre 12 y 17 años.
“Me violó más de 400 veces en dos años”, relató Cauchy, de 36 años, ante la Asamblea Nacional y en el marco de una investigación sobre diferentes situaciones de violaciones y maltratos que se dieron en el tenis francés bajo el consentimiento de las autoridades.
Cauchy contó cómo fue el inicio del abuso de Gueddes: “Comenzó por agredirme verbalmente. Intenté defenderme y le pedía que terminara, repitiendo, días tras día: ‘No me toque, eso no está bien. Yo no quiero’”. La ex tenista expresó que el coach le respondía que “no te preocupes, esto ocurre muy a menudo entre los entrenadores y las chicas jóvenes”.
La relación con Gueddes comenzó a los 12 años cuando empezó a entrenarla en el club Sarcelles y Cauchy afirmó que durante una concentración en La Baule pasó “los peores 15 días de su vida”.
“Llevaba a sus víctimas a La Baule, lejos de casa, completamente desarraigadas, para pasar a etapas superiores. Me violaba tres veces al día. La primera noche me pidió que fuera a su habitación y no lo hice. Y así entró en la mía. Fue peor. Estaba presa, no podía salir cuando quería. Me convertí en algo poco menos que una esclava, sonámbula”, detalló la francesa, quien admitió que pensó en quitarse la vida.
“Tenía un cuadernito con los autógrafos de los jugadores del PSG porque iba a verlos al Camp des Loges y entre esas hojas de papel escribí: ‘No puedo más, esto tiene que acabar, voy a hacer que todo acabe’. Pensé varias veces en suicidarme”, contó Cuachy y afirmó que Gueddes hasta llegó a decirle que tenía Sida: “Viví entre los 13 y los 18 años pensando que tenía Sida”.
En el marco de la investigación realizada por la comisión especial de la Asamblea Nacional, se reveló que una mujer le contó lo que sucedía al presidente del club en el que entrenaba Cauchy y la respuesta fue: “Quizá eso ha ocurrido y ocurrirá. Pero, en este caso, el entrenador nos trae títulos”.
“Era bien sabido que él no era bueno con las chicas jóvenes. No hablo de mí porque no se sabía de mí. Pero en cuanto a los demás, siempre había quien decía: sí, está con ella, sale con ella. Pero con 38 años no se sale con una niña de 15, y menos cuando la estás entrenando”, manifestó Cauchy en el Parlamento francés.
Más allá de las responsabilidades que cada uno quiera adjudicar desde el grado de impotencia enterarse de semejante drama, sería importante que nos comprometiéramos a generar un terreno fértil para que las personas abusadas no se sientan ni ignorados, ni mal interpretados ni, mucho menos, censurados a la hora de decidir contar su historia.
Familiares, dirigentes, entrenadores, asistentes y hasta periodistas y aficionados tenemos algo que aportar al respecto.
Tratándose de abusadores de semejante brutalidad, ayudar a ponerles un límite sería casi un gesto en defensa propia.