¿Habrá sido fantasía de periodistas y fanáticos o de verdad representaría para el IOC un desafío complejo encarar el primer juego olímpico de las dos últimas décadas sin iconos de la dimensión de Usain Bolt, Michael Phelps y…Simone Biles?
Por lo pronto, de tener esta teoría algo de verosimilitud, lo sucedido días atrás en el US Classic de gimnasia nos libera de cualquier tipo de incertidumbre.
A una edad que parece avanzada para los standards de la gimnasia femenina desde Olga Korbut y Nadia Comaneci hasta la actualidad , la más exitosa gimnasta de todos los tiempos nos asegura que, al menos durante la primera semana de competencias, París 2024 tendrá su primer gran foco de atención individual mientras el mundo del deporte se apoltrona a la espera de los nuevos fenómenos.
El regreso de Simone Biles a las competencias fue un retrato más en la línea de su obra gimnástica. Y este juego de palabras relacionadas al arte tiene que ver con las formas de hacer gimnasia y las maneras de ganar que ha tenido esta deportista desde su irrupción en el plano internacional hace ya una década: ganar mediante grandes scores de dificultad y ganar por amplia diferencia. Esta tendencia sostenida tanto tiempo es su sello. Hay un estilo personal y original en Simone Biles. Mientras todavía queda público por convencer, ya sea en el fanático general como en el fanático específico de la disciplina, la gimnasta estadounidense de 26 años reapareció después de dos años y ganó el US Classic por exactos cinco puntos de diferencia sobre la segunda. Sumó 59,100 puntos en el all around, mientras que la subcampeona Leanne Wong alcanzó los 54,100 puntos.
Es cierto que existe el concepto de home scoring o de overscore doméstico, un “acuerdo” en la comunidad arbitral de la gimnasia en el que se reconoce una inflación en los puntajes dentro de las competencias nacionales o selectivos internos para demostrar poderío. Por eso, es difícil hacer comparaciones absolutas entre torneos porque las notas de ejecución, es decir las que evalúan el cómo y no el qué de las rutinas, son muy variables. Pareciera, increíblemente, que una flexión de codos se penaliza con más décimas en una competencia de la Federación Internacional (Mundiales o Juegos Olímpicos) que en un nacional de Estados Unidos o de Rusia. Aunque las juezas se basen en un mismo reglamento escrito.
Respecto a este tema de las variadas maneras de aplicar deducciones en la ejecución de las series, hay un último antecedente en Tokio 2020 en el que se vio una marcada exageración en el paladar “internacional” de las deducciones y Simone Biles fue la más castigada en ese sentido el día de la competencia clasificatoria. Porque antes del colapso emocional que la llevó a abandonar la final por equipos para priorizar su salud mental, Biles realizó los cuatro aparatos en la prueba de podio y volvió a realizar los cuatro aparatos el día de la ronda clasificatoria. En ambas jornadas, logró avanzar a absolutamente todas las finales, pero la conversación especializada en los pasillos del Ariake Gymnastics Center de Tokio y en las redes estuvo puesta en su imperfecta ejecución, lejana a los estándares de belleza internacional que pretende el Código de la FIG. Le descontaron casi 2,5 puntos en la ejecución de viga, en una serie sin caídas. Y lo mismo ocurrió en suelo, en una performance sin fallas graves (y con la dificultad más alta de la historia).
Alguna jueza lectora hablará de la complejidad que supone descontar la presentación artística en esos dos aparatos, pero ¿a qué ideal de perfección se apunta si Biles está 2,5 puntos por debajo de la excelencia?
Está claro que esta polémica dentro de un deporte de tanta apreciación no fue determinante en ese triste episodio de Biles dejando la competencia de los Juegos Olímpicos con sus ojos perdidos y visiblemente angustiados. Pero es hora de que la gimnasia comience a celebrar a esta genia de la motricidad y la biomecánica. A veces, pareciera que las reglas están más preocupadas en limitarla que en potenciarla. Pasó con el valor de dificultad asignado a su salida inédita de viga, pero pasa y, mucho más, con los castigos a su ejecución. ¿Hay solo una manera bella de hacer gimnasia? ¿A qué hacen referencia las reglas con lo de estilo original y personal?
En 2013, cuando comenzó su dominio, Biles se ganó el respeto en el ambiente de su deporte, aunque estaba claro que la gimnasia que conmovía y emocionaba a los fanáticos era la de la rusa Aliya Mustafina, una competidora sinigual de gimnasia suave pero de carácter combativo.
El segundo ciclo olímpico de Biles fue bien distinto. En el largo camino a Tokio 2020, que finalmente fue Tokio 2021, hubo un posicionamiento más allá de la comunidad de la gimnasia artística: la figura de Biles comenzó a hacerse popular por su hegemonía, por sus rutinas de una dificultad inédita y porque ya sin Usain Bolt ni Michael Phelps era ella la cara principal del poster olímpico en la capital japonesa.
De cara a su tercer ciclo olímpico, lo que ya en sí mismo es un logro enorme teniendo en cuenta lo difícil que es mantenerse competitiva en la carrera contra el tiempo, no hay certezas sobre qué pretende Simone Biles de cara a París 2024. Lo cierto es que se ganó el prestigio por su valentía de poner en agenda un tema que está cada vez más presente en la agenda de los jóvenes: el de la salud mental. Su vuelta fue una gran celebración para la gimnasia en Estados Unidos. En octubre, tal vez, tengamos la chance de volver a verla en un Mundial. Y ojalá estemos preparados para entender su dimensión y, de una vez por todas, disfrutar viéndola hacer gimnasia.
A un costado de esta tendencia que ansiosamente convertimos en noticia. -no puede asegurarse aún que Simone efectivamente esté en París-, no está de más recordar el destrato que sufrió la atleta durante su tortuosa experiencia japonesa.
Más allá de que muchos medios de prensa de todo el mundo comenzamos a hablar de burnout como si se tratara de otra creación de la norteamericana, un sector de la prensa de su propio país la destrató hasta el extremo de acusarla de haber abandonado a sus compañeras de equipo.
Tal vez sea esta, la de su esplendoroso regreso, una buena ocasión para recordar que nadie sufre más del fracaso ni disfruta más del suceso que el mismísimo deportista. Se llame como se llame.