Hace algunos años, Shaquille O’Neal sentenció que “Alguien es realmente bueno cuando tienen que cambiar las reglas del deporte para frenarlo”. En su caso, fueron dos reglas que modificó la NBA. La más reciente una que condicionaba a las defensas rivales que abusaban de faltas intencionales a sabiendas de que el lanzamiento de tiros libres fue el real déficit del formidable pivot.
Hace pocos días, algo similar sucedió con Dibu Martinez, arquero del seleccionado argentino campeón mundial de fútbol. Habida cuenta de su costumbre de acercarse al rival antes de la ejecución de un tiro penal para conversar y ponerlo nervioso, la FIFA limitó aún más la escasa libertad de movimientos con la que contaban hasta aquí los siempre sacrificados guardianes del arco.
Situaciones similares sucedieron con otras leyendas del básquet como George Mikan, Kareem Abdul-Jabbar y Michael Jordan. También para Luciana Aymar, considerada por la IHF como la mejor jugadora de hockey sobre césped de todos los tiempos: a partir de la falta sistemática a la que se la sometió durante los mejores tiempos de su carrera surgió la norma del autopase, que permite a la jugadora que sufre la infracción darle continuidad al juego sin tener que pasarle la bocha a una compañera.
Por cierto, en ningún caso se anunció formalmente que alguna parte del reglamento se hubiera modificado en nombre de tal o cual deportista; la burocracia del deporte jamás se hubiera permitido tal cosa.
Sin embargo, nadie podría desmentir la veracidad de cada una de estas teorías.
Lo mismo cuenta para Caster Semenya, la extraordinaria mediofondista sudafricana que volvió a ser noticia en las últimas horas, esta vez, con alguna luz al final del túnel de su reclamo.
Tan direccionada fue la norma que instaló World Athletics (IAAF en aquel momento), de la cual daremos cuenta más adelante, que, inicialmente, afectó directamente a Caster, a Francine Niyonsaba, de Burundi, y Margret Wambui, de Kenya, no casualmente el podio completo de los 800 metros de los Juegos Olímpicos de Río 2016.
Ya son cinco años de lucha de Caster Semenya para evitar someterse a un “contra-dopaje” que regule sus hormonas “ilegales”, que su cuerpo genera naturalmente. Un proceso al que ella se negó categóricamente y que aseguran es dañino para su salud. Pero su caso ya lleva una década cuestionando y poniendo en crisis fundamentos profundos del deporte y de la condición humana.
“La justicia habló, pero esto es sólo el principio”, dijo el miércoles la atleta sudafricana, un día después del fallo a su favor del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH), el cual consideró que fue víctima de discriminación. La bicampeona olímpica de los 800 metros, que presenta un exceso natural de hormonas sexuales masculinas, calificó el fallo como “decisivo” porque “cuestiona el futuro de todas las reglas similares”.
Semenya, de 32 años, acudió al TEDH después de que la justicia de Suiza confirmara en 2020 una decisión del Tribunal Arbitral del Deporte (TAS) validando un reglamento de World Athletics, que la privaba de poder competir en las pruebas de hasta 1500 metros por rechazar un tratamiento hormonal para disminuir su tasa de testosterona.
Tanto el TAS como el Tribunal Federal suizo aceptaron que con su reglamentación la federación internacional discriminaba a Semenya, pero consideraban que era una discriminación “necesaria” para salvaguardar la igualdad en la competición femenina.
En 2021, Semenya recurrió al Tribunal de Estrasburgo, que se pronunció el último martes con un reconocimiento para el argumento de la atleta: en una decisión tomada por cuatro votos contra tres, consideró que la triple campeona mundial sufrió discriminación por parte de la federación internacional, así como un atentado a su vida privada: “No gozó de suficientes garantías institucionales y procesales en Suiza para permitirle que sus demandas fueran examinadas de forma efectiva”, señaló el fallo.
El Tribunal Europeo de Derechos Humanos, con sede en Estrasburgo, es una jurisdicción internacional que aplica el Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y Libertades Fundamentales, más conocido como Convenio Europeo de Derechos Humanos (CEDH).
Semenya, en un comunicado difundido ayer miércoles en sus redes sociales, escribió: “Mi esperanza es que World Athletics, y a partir de ahí todas las organizaciones deportivas, tomarán nota de la decisión del TEDH y velarán por respetar la dignidad y los derechos humanos de los deportistas”.
Sin embargo, el fallo no invalida el reglamento de World Athletics y no abre directamente la vía a una participación de Semenya en los 800 metros sin tratamiento hormonal. La sentencia, que no será definitiva hasta dentro de tres meses, solo garantiza el derecho de Semenya a que el tribunal federal de Suiza vuelva a estudiar su caso con más determinación que en la primera vista.
De hecho, World Athletics endureció aún más su reglamento en marzo para las atletas intersexuales como Caster Semenya, que ahora deben mantener su tasa de testosterona por debajo de 2,5 nanomoles por litro durante 24 meses (en lugar del anterior 5 nanomoles durante seis meses) para participar en categoría femenina, sea cual sea la distancia.
Hace casi un siglo, luego de que la norteamericana Helen Stephens ganara los 100 metros llanos y se negara a ser recibida por Adolf Hitler en los aposentos vecinos a su palco en el Estadio Olimpico de Berlin, el dictador insinuó alguna sospecha sobre el género de la velocista. Una infamia. Y un error de cálculo ya que quien en realidad no hubiera superado un test de femineidad era la polaca Stanislawa Walasiewicz, segunda en la misma carrera, cuya anomalía -mosaicismo- se descubrió décadas después cuando se le practicó la autopsia tras fallecer baleada en el estacionamiento de un centro comercial de Cleveland.
Como verán, los asuntos relacionados con el género, el deporte y las arbitrariedades no son asuntos exclusivos de estos tiempos.