Laszlo Papp nació en Budapest en 1926. A lo largo de sus más de 20 años de carrera como boxeador –siempre en la categoría que hoy equivaldría a superwelter- se construyó en una auténtica leyenda. Ganador de tres medallas doradas en los juegos de Posguerra, entre 1948 y 1956, se mantuvo invicto en trece combates olímpicos. Profesional desde 1957 registró un historial de 29 peleas, con 27 victorias y dos empates. Invicto entre los aficionados y entre los rentados, en 1989 el Consejo Mundial de Boxeo lo premió como el mejor amateur y profesional de todos los tiempos. La suya es, quizás, la más elocuente muestra de la anomalía deportiva que registra la relación entre el boxeo y el olimpismo.
A tal punto la lógica del régimen comunista húngaro de aquellos años era la de solapar dentro del ámbito aficionado a deportistas de dotes claramente profesionales que cuando Papp consiguió una chance para pelear por el título mundial ya entrados los años ‘60, el régimen le retiró el pasaporte. Asunto concluido. Final de una carrera extraordinaria.
¿Por qué calificar de anomalía el derrotero olímpico de Papp? Porque, sin minimizar ni un poco su enorme jerarquía, fue uno de los tantos deportistas de los llamados países detrás de la Cortina de Hierro que compitieron contra aficionados principiantes siendo decididamente atletas de altísimo rendimiento. No solo pasó en el boxeo. Tampoco con los países del Este europeo. Dentro de la especialidad, Cuba ha sido otra muestra elocuente al respecto.
Desde ya que Papp, seguramente, hubiera ganado las mismas medallas en un contexto competitivo de ecuanimidad. Pero su ejemplo sirve como disparador para otras irregularidades. Deportivas y burocráticas.
Seúl. 1988. Final de la categoría mediano junior. El local Park Si Hun se consagró ganador por puntos en fallo dividido sobre el norteamericano Roy Jones Jr. Tan insólito fue el fallo, que el propio Hun no dudó ni un instante en levantar el brazo de su rival inmediatamente después de recibir la medalla dorada.
“El coreano sabe bien quién fue el ganador”, declaró indignado Hank Johnson, uno de los entrenadores del equipo norteamericano. “En realidad, todos sabemos que Roy fue el ganador. Entiendan que no están hiriendo a los países. Están lastimando a los deportistas. Me gustaría encontrar a los jueces y preguntarles por qué hicieron esto, concluyó. Los jueces de la Unión Soviética y Hungría dieron ganador a Jones por la enormidad de 4 puntos. Superioridad absoluta. Los de Uruguay, Marruecos y Uganda firmaron una tarjeta con leve ventaja para el coreano; es más. El ugandés dio empate pero considero que el local había impactado más golpes. Uno de los jurados fue sancionado de por vida. Otro argumento que le dio la victoria al coreano “porque había sido tan superior Jones que me daba pena que el local no tuviera algún fallo consuelo”.
Este episodio, considerado por muchos como el peor fallo de la historia del boxeo olímpico, fue solo el más visible del más escandaloso programa de la especialidad en la línea de tiempo de los juegos.
Varios días antes, el búlgaro Alexander Hristov y el coreano Bjung Jong-Il se enfrentaron por la segunda rueda de la categoría gallo. El árbitro neozelandés Walker sancionó al local con dos puntos de penalización por uso indebido de la cabeza. El fallo fue previsiblemente favorable para Hristov. No solo el entrenador del coreano saltó al ring para agredir al árbitro, sino que su discípulo se sentó en el cuadrilátero en señal de protesta durante…una hora y 7 minutos.
Para no convertir estas líneas en un tedioso recuento de espectáculos lamentables, vale la pena pegar un salto en el tiempo y, asegurándoles que casi no hubo juego olímpico en el que no haya habido un escándalo alrededor del boxeo, detenerse en el último recuerdo. El más fresco y, no por eso, menos vergonzante.
El japonés Ryomei Tanaka enfrenta al colombiano Yuberjen Martinez quien confirmó su superioridad en cada pasaje de una pelea clave: en esta especialidad, los cuartos de final son decisivos ya que quien los supera se asegura la medalla de bronce.
Las fotos del combate muestran impactos del colombiano deformando el rostro del local. El video del combate concluye con una imagen de Martinez desorientado y Tanaka retirándose extenuado en silla de ruedas. Los jurados decidieron que el japonés ganase por 4 a 1.
Rafael Iznaga, entrenador del colombiano, aseguró que “los sentimientos son inexplicables. Se puede ganar y se puede perder. Pero haber hecho todo como corresponde y te quiten la ilusión es demasiado frustrante. No es casual que cuatro de los cinco jurados hayan sido expulsados de la competencia”, aseguró.
Lo que sucede en el ring y lo que se decide a su alrededor no es sino un correlato de aquello que hoy lacera institucionalmente a la Asociación Internacional de Boxeo Amateur.
A las investigaciones sobre arreglo de combates y denuncias de corrupción se le suma una inestabilidad institucional que llevó al ruso Umar Kremlev, titular de AIBA, a profundizar estos estudios con la clara intención de revertir el escenario de desvinculo con el COI que, hasta hoy, pone en jaque la continuidad de la especialidad en el programa olímpico.
Hace pocos días se produjo una manifestación frente a la sede del Comité Olímpico Internacional, en Lausana, bajo el lema “Sin boxeo no hay Olímpicos”. La figura más destacada del reclamo fue, paradójicamente, Roy Jones Jr. Justo el. Quizás la principal víctima de un sistema que no termina de enderezarse.