Una frase de dos líneas puede no parecer gran cosa, pero en la alta política mundial implica con frecuencia largas negociaciones. Es lo que ocurrió en la última Cumbre del G20 a propósito de los Juegos Olímpicos de Invierno de Pekín 2022.
Los Jefes de Estado y de Gobierno dijeron lo siguiente en la Declaración de Líderes de Roma: “Esperamos con interés los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de Invierno de Pekín 2022, como oportunidades de competición para los atletas de todo el mundo, que sirven de símbolo de la resiliencia de la humanidad”.
Y el presidente del COI, Thomas Bach, agradeció a los dirigentes su apoyo: “El COI acoge con gran satisfacción el reconocimiento y el apoyo de la Cumbre de Líderes del G20 a los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de Invierno de Pekín 2022, con los atletas olímpicos demostrando la resiliencia de la humanidad contra el COVID-19″.
Sencillo, ¿verdad? No, no lo era. Según los enviados a Roma del sitio web “Politico”, los gobiernos de Estados Unidos y Canadá se opusieron a las intenciones de Pekín de que el G20 se uniera a sus Juegos sin reparos.
Pekín 2022 (del 4 al 20 de febrero) sigue un camino similar al de Pekín 2008. Aquella vez, el fuego olímpico se apagó a mitad de camino como consecuencia de las protestas políticas en diferentes ciudades del mundo. Uno de los motivos de aquellas protestas fue la situación de la minoría uigur, musulmanes que vive en la provincia china de Xinjiang.
Casi 14 años después, el fuego no se ha apagado, porque desde entonces la llama simbólica se limita a recorridos nacionales, y en el caso de China eso garantiza un control absoluto. Pero las controversias siguen siendo las mismas.
Expertos y organizaciones de derechos humanos calculan que hasta un millón de uigures, kazajos, hui y otros miembros de minorías musulmanas de la región autónoma de Xinjiang han sido internados en lo que Pekín llama “campos de reeducación”.
Los expertos afirman que los campos se utilizan para alinear a los uigures con el Partido Comunista y destinarlos a trabajos forzados.
En octubre, el australiano Joahn Coates, uno de los vicepresidentes del COI, expresó la postura tradicional del organismo: no hay mucho más que se pueda hacer.
“No somos el gobierno del mundo, tenemos que respetar la soberanía de los países que acogen los Juegos”, dijo Coates.
“No tenemos la capacidad de ir a un país y decirle lo que tiene que hacer... No es nuestra competencia. No está dentro de nuestras competencias”, añadió.
La situación de los uigures y la proximidad de los Juegos de Invierno son paralelas a otra situación potencialmente explosiva, la de Taiwán.
Durante una reciente entrevista con la CNN, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, respondió con un “sí” cuando se le preguntó si su país acudirá en defensa de Taiwán en caso de que la isla sea atacada por China, que la considera parte de su territorio.
“Tenemos un compromiso al respecto”, añadió.
Wang Yi, ministro de Asuntos Exteriores chino, fue claro en su mensaje a Occidente horas antes del inicio de la Cumbre del G20 en Roma.
“Recientemente, Estados Unidos y otros países intentaron lograr avances en la cuestión de Taiwán, lo que contraviene las garantías políticas que ofrecieron cuando establecieron relaciones diplomáticas con [la República Popular de] China”, dijo Wang.
“Si no pudieron detener el principio de una sola China hace 50 años, es aún más imposible en el mundo actual del siglo XXI. Si siguen adelante a pesar de todo, sin duda pagarán un precio acorde”.
La tensión tiene múltiples aristas y manifestaciones.
Mitt Romney, senador republicano de Utah, es uno de los legisladores de ambas cámaras del Congreso de Estados Unidos que pide que se tomen medidas contra China por las denuncias de violaciones de los derechos humanos. Está haciendo campaña para que no se financien las actividades del gobierno estadounidense relacionadas con los Juegos.
Romney, ex director general de los Juegos Olímpicos de Invierno de 2002 en Salt Lake City, afirma en un comunicado que tal medida “perjudicará al Partido Comunista Chino, en lugar de castigar a nuestros atletas estadounidenses”. La legislación no afectaría a la financiación del Comité Olímpico y Paralímpico de Estados Unidos, sus contratistas y los atletas del Team USA.
En este contexto de alta tensión, no asistir a la Cumbre de Roma y seguir todo desde Lausana fue probablemente una decisión inteligente del COI. Ni siquiera Laura Chinchilla, ex presidenta de Costa Rica y una especie de “canciller” del COI en diversos eventos políticos, acudió a Roma.
Thomas Bach asistió en junio de 2019 a la Cumbre del G20 en Osaka, Japón. Era el mundo prepandémico y se pensaba que los Juegos de Tokio 2020 estaban a apenas un año de distancia.
“El poder de los Juegos Olímpicos es su universalidad. No hay discriminación, todos respetan las mismas reglas, todos somos iguales. De este modo, los atletas olímpicos envían un importante mensaje al mundo. Sí, es posible competir entre sí, incluso por el premio mayor, pero convivir pacíficamente”.
El mensaje de esperanza de Bach se coronó con la siguiente frase: “En nuestro frágil mundo actual, estos símbolos de la unidad de la humanidad en toda nuestra diversidad, nos dan la esperanza de un futuro mejor”.
Desde entonces, el COI ha limitado la exposición de Bach, aunque siguió recibiendo declaraciones de apoyo a los Juegos durante la cumbre virtual del G20 en Arabia Saudí en noviembre de 2020: “Como símbolo de la resiliencia de la humanidad y de la unidad global para superar el COVID-19, elogiamos la determinación de Japón de acoger los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de Tokio 2020 el próximo año. (...) Esperamos con interés los Juegos Olímpicos de Invierno de Pekín en 2022″.
Las Naciones Unidas, organización en la que el COI tiene estatus de observador, también han expresado su apoyo.
Una resolución titulada “El deporte como promotor del desarrollo sostenible” del 23 de noviembre de 2020 acogió “con aprecio todos los próximos Juegos Olímpicos y Paralímpicos, en particular los que se celebrarán en Tokio en 2021, en Pekín en 2022, en París en 2024, en Milán-Cortina (Italia) en 2026 y en Los Ángeles (Estados Unidos) en 2028, así como los Juegos Olímpicos de la Juventud que se celebrarán en Dakar en 2026″.
La resolución también pide “a los futuros anfitriones de dichos Juegos y a otros Estados miembros que incluyan el deporte, según proceda, en las actividades de prevención de conflictos y que garanticen la aplicación efectiva de la tregua olímpica durante los Juegos”.
Los caminos de la política mundial y de la alta política deportiva se cruzan a menudo. Sucedió, por ejemplo, en la Cumbre del G20 de 2018 en Buenos Aires, cuando el entonces presidente argentino, Mauricio Macri, invitó al presidente de la FIFA, Gianni Infantino, a intervenir en el plenario.
“Lo de los líderes del G20 me pareció increíble. Cuando les das una pelota son como nosotros, son todos niños”, dijo Infantino durante una entrevista en Infobae con el autor de este artículo.
¿La FIFA en el G20 y el COI en la ONU? Infantino, que en ese momento aún no estaba enfrentado con el COI por su proyecto de un Mundial cada dos años, negó que exista esa división. Pero en esos días había bromeado sobre la posibilidad de que la FIFA se convirtiera formalmente en miembro del G20.
“No, no hay competencia en este sentido, es sólo deporte y sólo hay un deporte verdaderamente global, que es el fútbol. Y después de lo ocurrido en la FIFA es muy importante para nosotros que los estados quieran tener una relación directa con nosotros. Eso significa que las cosas ya han cambiado, hemos conseguido cambiar la percepción de la FIFA. Ser miembro del G20 es más bien una broma, pero sabemos que desarrollar el fútbol también tiene un efecto positivo para los países del G20″.
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