En agosto, cuando al asombrosa caída de Kabul era prácticamente un hecho, la idea de unos talibanes “inclusivos”, abiertos a la participación de la mujer y notablemente más moderados en comparación con los de hace dos décadas comenzó a circular entre occidentales siempre abiertos a creer en lo improbable.
Días después, ya en septiembre, los talibanes demostraron ser los de siempre, aunque el Consejo Internacional de Cricket (ICC) los está poniendo en un problema: permitan competir a las mujeres. Si no lo hacen, lo más probable es que se queden afuera.
¿Por qué debería importarles precisamente el cricket a los talibanes? Porque es uno de los deportes más populares del país y porque a ellos mismos les genera pasión. Los talibanes nacieron en las madrassas (escuelas islámicas) de Pakistán, el país vecino a Afganistán y en el que el cricket es furor.
En los años del brutal régimen que rigió en Kabul de 1996 a 2001 el Estadio Nacional de fútbol fue escenario de frecuentes ejecuciones, y esa era la primera imagen que venía a la cabeza cuando se relacionaba Afganistán con deporte. Pero mientras eso sucedía, los talibanes permitían jugar al cricket y se divertían con él.
¿Qué va a suceder con el cricket?, le preguntaron a Ahmadullah Wasiq, subjefe de la Comisión Cultural de los talibanes, que tiene competencias sobre el deporte.
Wasiq dijo a la radio australiana SBS que el cricket “debería continuar sin interrupción, y [el equipo afgano] puede jugar con otros equipos internacionales”.
El problema está en lo que añadió a continuación: cualquier deporte “debe llevarse a cabo de una manera que no sea ‘no islámica’ y que vaya en contra de los valores culturales afganos”.
Eso implica marginar a las mujeres, que en la interpretación extrema del Islam que hacen los talibanes quedan recluidas a tareas del hogar y poco más.
El problema para los talibanes es que ellos no habrán cambiado en los últimos 20 años, pero el mundo y el deporte sí lo hicieron.
El ICC ha venido teniendo paciencia con Afganistán, y pese a que las reglas indican que no se puede ser miembro pleno si no se cuenta con una selección femenina, el país asiático obtuvo esa categoría en 2017 gracias a una excepción decidida por el ente rector del cricket mundial.
La federación afgana (ACB) anunció en noviembre de 2020 que había contratado a 25 mujeres para formar su selección, pero hasta ahora no ha habido partidos.
Esa posibilidad es hoy prácticamente inviable, según dejó claro Wasiq, que cree “innecesario” que las mujeres afganas jueguen al cricket.
“En el críquet, podrían enfrentarse a una situación en la que su cara y su cuerpo no estarían cubiertos. El Islam no permite que las mujeres sean vistas así”.
La T20 World Cup comenzará el 17 de octubre en los Emiratos Árabes Unidos, y la bandera afgana es objeto de una disputa: si la ACB presenta la que regía antes de la toma del poder por parte de los talibanes, es más probable que se deje competir a su selección. En cambio, si presenta la nueva bandera, el ICC estará ante un problema más grande aún. Si los federativos se atuvieran a sus propias reglas, la conclusión sería sencilla: sin mujeres no hay competencia deportiva internacional.
SEGUIR LEYENDO: