Querer algo, y quererlo mucho, incluso demasiado, puede llevarte al éxito. O puede bajarte del tren cuando está por llegar a la última estación. Es lo que le sucedió a Novak Djokovic en la noche de este domingo en Nueva York. Estaba a un paso de la mayor hazaña del tenis moderno, pero la presión y Daniil Medvedev se lo devoraron.
“Nunca me habían hecho sentir así en Nueva York”, dijo el serbio con los ojos enrojecidos por las lágrimas tras caer 6-4, 6-4 y 6-4 ante el ruso Daniil Medvedev, que ganó su primer título de Grand Slam.
Las lágrimas eran comprensibles: Djokovic estaba a una victoria de suceder al australiano Rod Laver como dueño del Grand Slam, que es como se conoce a ganar los cuatro grandes torneos del tenis en la misma temporada.
La hazaña del Golden Slam se había frustrado el mes pasado en Tokio, donde quedó lejos de de la medalla dorada en los Juegos Olímpicos.
Laver, de 82 años, observaba desde la primera fila del palco en el estadio Arthur Ashe. Y lo que vio fue evidente: su segundo Grand Slam, ese que enhebró en 1969, sigue siendo el último precedente. Djokovic, ganador de 27 partidos consecutivos en torneos de Grand Slam este año, campeón de Australia, Roland Garros, Wimbledon y finalista del US Open, no pudo lograrlo.
La primera consecuencia, clarísima, es que el tenis extiende a 2022 la apasionante lucha entre Djokovic, Rafael Nadal y Roger Federer por el número de títulos de Grand Slam. Cada uno tiene 20, y aunque el serbio ha acelerado mucho y a costa de sus dos rivales en los últimos años, el suizo y el español tienen la idea de seguir sumando el año próximo. A no ser que Federer decida que con 40 años es suficiente y llegó la hora del retiro.
No hay por ahora señales en ese sentido, pero hay otro obstáculo además de los rivales de siempre: la nueva generación comienza a golpear las puertas del cielo. Así, 2022 puede ser una temporada para el recuerdo.
La segunda consecuencia, más profunda, es que ganar el Grand Slam se evidencia, año tras año, como algo casi imposible. Muchos genios de la raqueta engrandecieron al tenis en el último medio siglo, pero ninguno de ellos pudo emular a Laver, que es además dueño de otro Grand Slam, aunque aquel fuera en la era amateur, en 1962.
¿Qué le sucedió este domingo a Djokovic? Llegaba con cinco horas y media más que Medvedev batallando sobre el cemento de Flushing Meadows. Podría pensarse que físicamente no estaba fresco, pero la clave fue mental: tanto deseaba el serbio la victoria, tanto había soñado con cerrar de una vez y para siempre el debate acerca de quién es el mejor de todos los tiempos, que el brazo se le endureció y la raqueta le tembló.
Humano, al fin, pero ambicioso pese a todo: en medio de su noche más amarga, el serbio de 34 años encontró un motivo para la alegría, el apoyo que le dio un público que históricamente ha estado en su contra en Nueva York. Y, al destacar eso y agradecer el apoyo, el número uno del mundo estaba, ni más ni menos, pavimentando su camino para 2022. Sueña con estar, dentro de un año, en el mismo tren, pero esta vez sí llegar a la última estación.