Las burbujas son frágiles y tienen corta vida. Y cuando estallan dejan a la intemperie incluso al poderoso fútbol. De eso se trata la disputa tras los asombrosos incidentes del domingo en Sao Paulo, cuando el máximo partido del fútbol sudamericano, el clásico entre Brasil y Argentina, se vio interrumpido por la acción de la agencia sanitaria local.
Cuatro funcionarios de la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria (Anvisa) de Brasil suspendieron uno de los mayores clásicos del fútbol mundial ante la impotencia de las dos selecciones, las dos federaciones, la Confederación Sudamericana (Conmebol) y la propia FIFA. Como espectadores en primera fila, azorados, nada menos que el argentino Lionel Messi y el brasileño Neymar.
¿El problema? Cuatro jugadores argentinos que compiten en la Premier League -Emiliano Martínez, Cristian Romero, Giovanni Lo Celso y Emiliano Buendía- no incluyeron en sus formularios de migraciones, al ingresar a Brasil, el dato de que en los últimos 14 días estuvieron en el Reino Unidos, uno de los cuatro países que las autoridades brasileñas consideran de riesgo ante el avance de la variante Delta.
Según la Anvisa, advirtió reiteradamente a la selección argentina y a todas las partes involucradas en el partido de que esos jugadores no debían abandonar el hotel, porque estarían rompiendo la burbuja sanitaria. Argentina dice que no es así. ¿Qué dice la Conmebol?
“Anvisa y el Ministerio de Salud aprobaron este corredor sanitario en el que se juegan los partidos. Ellos saben cómo se juega y saben que se hizo esto para evitar la cuarentena”, dijo a Around the Rings Gonzalo Belloso, secretario general adjunto de la Conmebol.
“Los jugadores se hacen PCR cada 48 horas y el día antes del partido, todos están en el mismo hotel, las habitaciones separadas... Lo que hubo acá es un no reconocimiento del derecho que tienen todos los equipos a utilizar este corredor sanitario”.
Belloso negó tajantemente que hoy esté en vigor un protocolo diferente al acordado en agosto de 2020 y que permitió el regreso de las competencias del fútbol profesional en medio de la pandemia del covid-19: “No, es ese mismo protocolo, y continúa vigente”.
La Conmebol y la FIFA tienen razones para envidiar las burbujas de los recientes Juegos Olímpicos y Paralímpicos de Tokio 2020, que se sostuvieron durante semanas sin estallar.
El escándalo de Sao Paulo no se resolverá con velocidad, la FIFA se tomará su tiempo para desentrañar qué sucedió allí y tomar una decisión. Y, dependiendo de cuál sea esa decisión, el asunto podría llegar incluso a la Corte Arbitral del Deporte (TAS/CAS) en Suiza. Pero Gianni Infantino, presidente de la FIFA, sabe que los cimientos de su organización se mueven tras los sucesos de las últimas semanas.
Primero fue la negativa de la Premier League a ceder a los jugadores de sus clubes para que disputen las eliminatorias. Con los vetos cruzados entre el Reino Unido y Sudamérica -ambas orillas ven un peligro pandémico en la otra-, los jugadores se ausentarían de varios partidos. Martínez, arquero titular de la selección argentina, estará 14 días en Croacia antes de volver a jugar en la Premier.
Y, tras aquella negativa de la Premier League, a la que la Liga española y la italiana se sumaron con una postura a mitad de camino, llegó el escándalo del partido en Brasil. Lo sucedido en Sao Paulo refuerza la postura de las Ligas y los clubes europeos: si ellos son los “dueños” de los jugadores, por los que pagan salarios multimillonarios, ¿por qué deben ponerlos en riesgo cediéndolos a las selecciones durante sus competiciones? Y a eso pueden añadir ahora: ¿por qué enviarlos a jugar partidos que duran cinco minutos?
Se trata de una tensión histórica en el fútbol que hoy es más fuerte que nunca. Por eso Infantino busca anticiparse y poner sobre la mesa un tema más amplio: el del calendario internacional de partidos.
“Necesitamos repensar el calendario fundamentalmente, y para hacerlo necesitamos buena voluntad de todos”, dijo el suizo-italiano durante la asamblea general de la Asociación Europea de Clubes (ECA).
Repensar el calendario implica evitar la saturación y la superposición de partidos. Es un viejo anhelo de la FIFA y una convicción de Infantino. El insólito (no) partido en Brasil le permite plantear nuevamente el asunto. La pregunta es si tendrá la fuerza necesaria para sacarlo adelante. La historia de las últimas décadas del fútbol hace pensar que no, que el dinero de los clubes, especialmente los llamados “clubes de Estado”, es ya un poder paralelo difícil de controlar.
Messi y Neymar juegan en uno de ellos, en el Paris Saint-Germain. Con un detalle: Nasser El Khelaifi está del lado contrario a los clubes que impulsaron en su momento la Superliga y le hizo, con ello, un guiño claro a la UEFA. Una UEFA presidida por el esloveno Aleksandr Ceferin, que no tiene precisamente la misma visión del fútbol que Infantino.
De todos modos: ¿habrán sido el brasileño y el argentino protagonistas del breve partido que aceleró la pérdida de importancia de las selecciones e impulsó aún más el poder de los clubes? Hoy son muchas más las preguntas que las respuestas. Pero hay un detalle nada menor que no conviene ignorar: el fútbol, afortunadamente, es un juego que siempre da sorpresas.