Gabriel era la constante emocional del barrio. Y un barrio es un pequeño universo conformado por galaxias mínimas, una por cada persona de cada familia de cada hogar. Gabriel era como el sol de Las Cañitas. Una gran parte de la cotidianidad, de aquellos que iban de un lado a otro, giraba alrededor de su puesto de flores. Ahí, en ese cubículo verde siempre perfumado, este hombre de 57 años hacía algo más que trabajar: un ejercicio honorario de vincular a las personas y regalar un poco de color a la palidez de la rutina diaria.
Pero ahora el puesto de flores de Gabriel es un surco, un agujero que conduce inevitablemente al pasado. Hace un mes que el florista ya no vuelve ni lo hará. Adentro todo quedó como cuando lo cerró la última vez, todavía flota el perfume del jazmín del cielo. Por afuera, se transformó en santuario. Las Cañitas, dicen, perdió su aroma. A Gabriel lo arrastró el coronavirus. “Se lo llevó de un día para el otro”, se repite entre sollozos los vecinos.
Gaby, como le decían todos, murió el martes 30 de junio. Desde ese día agarradas las rejas del puesto hay cartas, souvenirs, servilletas escritas con birome y hasta una bandera del equipo de su vida. “Al hincha de River más grande”, es uno de los mensajes que dejó un vecino, escrito sobre una foto del florista retratado una noche de verano en su puesto.
Gabriel vivía y murió en Vicente López, territorio bonaerense, al norte de su Cañitas laboral. Era el único que vivía en Buenos Aires. El resto de su familia seguía allá donde nació, en San Luis. El dolor de los vecinos es un puñal que entra más profundo cuando comentan que nadie de sus parientes pudo despedirse de él, especialmente su única hija.
Gabriel llegó al Hospital de Vicente López con una neumonía. Ya internado le diagnosticaron coronavirus. Su situación se agravó, estuvo en Terapia Intensiva tres semanas hasta que mejoró. “Estuvo intubado alrededor de 21 días y lo fueron despertando de a poco, lo extubaron, se despertó varias veces, y venía super bien, y el martes 30 de junio se despertó con temperatura. Sufrió varios infartos de los que no lo pudieron sacar”, lamenta Verónica, encargada de una heladería ubicada frente al puesto de flores. Ella y él se habían hecho amigos. Y ahora este local se convirtió en el lugar a donde todos los vecinos llegan para compartir el dolor y recordar a su amigo.
“El sobrino se comunicaba con el médico por teléfono, y el médico le mandaba un audio y después él nos lo reenviaba a nosotros”, cuenta. Y Verónica era la que se encargaba de responder a la angustia de los que querían noticias sobre él.
“Terrible cómo venían acá todos los vecinos. Sabían que nosotros éramos amigos, venían a preguntarme, y se iban llorando descompuestos, porque no podían creer lo que había pasado”, relata acongojada la mujer.
“Gaby querido, quedamos vacíos sin tu presencia. Qué loco, hasta me despedí de vos! En el jardín de mi corazón, tengo los mejores bouquets de bellas flores! Buena viaje de regreso a casa, chispa divina”, firmaron Rosita, Víctor, Cleo y Faby con una foto de un arreglo floral preparado por el hombre.
Después de algunos días de ausencia en el barrio supieron que Gaby no estaba en su puesto de flores porque se había infectado con COVID-19. “Gaby era muy simpático. Era bueno. A las señoras grandes les llevaba flores de regalo. Les llevaba un ramo de flores y se quedaba charlando en las casas con la gente. Hablaba con todo el mundo. Era una hermosísima persona. Nosotros nos reíamos mucho, nos divertíamos mucho”, se emociona.
Ella junto a tres comerciantes del barrio están pensando abrir el puesto y limpiarlo y dejarlo cerrado sin que las plantas se marchiten en su ausencia. “Mirá cómo será que hace un mes que están las flores y hay algunas que todavía no se marchitaron. Se lo queremos limpiar porque hay agua, hay tachos con agua, por el dengue y todo eso pero estamos esperando la autorización del sobrino, que era como un hijo para él y que vive en San Luis.”
“Queremos abrir el puesto, limpiarlo y volvérselo a cerrar, y después que la familia decida qué hacer con él”, aclara Verónica.
“Gaby, querido, te vamos a extrañar. Te llevaste del barrio un poco de todos y nos dejaste tu amistad, solidaridad, ocurrencias y otras anécdotas”. “Hasta el reencuentro, querido amigo”; “Siempre te recordaremos... Aguante River”, son algunos de los mensajes que sus vecinos dejaron pegados al puesto de flores desalmado.
Una mujer con su perro pasa por el puesto. Le atraen los carteles. Se detiene y lee. Inspira aire, como si buscara hallar el perfume latente, el aroma que queda de los ramos de Gabriel. La vecina acaricia la foto del florista. En voz muy bajita, dice: “Hasta las flores se resignan a despedir a su guardián”.
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