Ayer, a alrededor de las 23:30, murió Francisco Marín, un médico reconocido en Resistencia, Chaco, por COVID-19. Se convirtió en la séptima víctima de la provincia y, hasta ese momento, en la número 38 del país. Hoy por la mañana falleció otro hombre en Tucumán y, por ende, la cifra ascendió a 39.
“Paco” Marín, como se lo conocía en Chaco, tenía tres hijos. Era el director de Salubridad de la Municipalidad de Resistencia, especialista en cardiología. En un principio, se había negado a ser internado en una clínica. Cuando fue diagnosticado como positivo por coronavirus, prefirió recuperarse en su casa, pero cuando el cuadro se agravó fue trasladado de urgencia al sanatorio Femechaco.
Durante seis días, estuvo internado en la clínica privada. Marín, de 60 años, era un paciente de riesgo: tenía diabetes. Por eso, la demora en el tratamiento habría sido un factor trascendental para el deceso.
En diálogo con Infobae, su hija Abigail, de 24 años, reconstruyó los últimos días de su padre: “Ni bien tuvo contacto con una infectada, ya no salió más de casa. Se quedó conmigo y mi mamá. Estaba bien los primeros días, después empezó a tener fiebre y tomaba paracetamol para bajarla. Como estaba con nosotras, no quería salir mucho de su pieza y tomó las medidas de no compartir mucho el espacio”.
Su hija contó que, a partir del octavo día, el cuadró se agravó: “Ya no estaba muy bien. Solamente dormía y no quería comer. Ya no tenía muchas fuerzas, él no se quería ir a internar porque sabía que iba a estar solo y simplemente quería estar con nosotros. El sábado decidimos con mis hermanos y mi mamá llamar a la ambulancia para que lo vean y decidan qué hacer. Ya no tenía buen oxígeno: marcaba 83 el oxímetro. Ellos dijeron que lo mejor era internarlo y así fue: esa misma noche que llegó al sanatorio le tuvieron que poner oxígeno. Había que esperar a ver cómo reaccionaba él. Pero no fue suficiente: anoche nos avisaron que había fallecido”.
Antes de ser director de Salubridad, Marín trabajó como médico en escuelas especiales en el interior de Chaco y en Resistencia, integrando equipos técnicos. En la última década, se desempeñó en la Escuela Especial N° 2.
Además, tenia su consultorio particular en el barrio Villa Don Enrique, donde atendía sobre todo a pacientes de Pami. “Aquí los médicos no quieren aumentar sus pacientes con esta obra social por las dificultades en el pago, pero Paco los aceptaba. También hacía atención a domicilio. Sus jornadas laborales eran muy extensas”, contaron en su entorno.
Su hija lo recordó así: “Como padre fue el mejor. Nos dio todo lo que tenía: su amor, sus enseñanzas, sus convicciones. Nos enseñó que el amor al prójimo, sea quien sea, tiene que estar presente, que siempre hay que dar todo lo que se puede, que lo que uno haga lo tiene que hacer con amor y paciencia, que siempre hay que perdonar y dar otra oportunidad”.
Del mismo, rememoró: “Para él, siempre era un buen momento para juntarse con las personas a comer y brindar con un champancito. Decía que un buen vino es el que a uno le gusta (él decía que el Uvita era el mejor). Lo voy a recordar así: alegre, apasionado y dando amor en todo lo que hizo más allá de alguna que otra puteada”.
Según la reconstrucción, Marín había atendido a una señora de apellido Gerzel, de 77 años, que presuntamente se había contagiado en la iglesia. “La atendió porque desde un comienzo era su paciente y tenía problemas respiratorios. Entonces él la atiende y la manda a hacerse los estudios. Le recomiendan que la internen por su enfermedad, porque era complicada”. En ese contacto se habría infectado el médico.
Hoy Chaco es el tercer distrito con más muertos por la pandemia, detrás de la provincia y la Ciudad de Buenos Aires. En total, tienen 106 casos confirmados. Su ministra de Salud, Paola Benítez, especificó que el 55% de ellos son por contacto estrecho, un 20% por contagio en conglomerado, un 18% por antecedentes de viajes al exterior y hay un 6,5% todavía en estudio.
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