Esta historia de amor gira en torno a Carlos, un hombre infiel, que tras experimentar múltiples rechazos amorosos en su juventud, decidió, ya de adulto, aprovechar los recursos de seducción que había adquirido a lo largo de su vida e intentar recuperar el “tiempo perdido”. Carlos decidió revelar este relato, que ni siquiera sus amigos más cercanos saben, a modo de confesión, justo antes de ir a misa.
Después de un matrimonio fallido, en 2016, Carlos regresó a su ciudad natal, Córdoba. Dejó atrás a su ex esposa y a un hijo varón que, en la actualidad tiene 17 años y vive con él y con su pareja, Manuela, otra de las protagonistas de esta historia.
Durante los primeros meses de su vuelta a la tierra que lo vio nacer, las redes sociales le brindaron la oportunidad de conocer, casi de forma simultánea, a dos mujeres. Cada una, a su manera, ayudó a mitigar la angustia emocional, mental y física que había arrastrado durante los casi cinco años de duelo tras la ruptura con la madre de su hijo.
Fue en esos momentos de reconstrucción personal que dio con “el hallazgo más hermoso que un hombre podría imaginar”: Manuela, una mujer “extraordinaria” que, en un breve lapso, le enseñó que la vida puede ser vivida desde un lugar diferente, y que el amor no necesariamente tiene que ser sinónimo de sufrimiento y esfuerzo. “Juntos llevamos casi ocho años, apoyándonos mutuamente y fortaleciéndonos de tal manera que, si algún día nuestra relación llegara a su fin, ambos podríamos continuar con nuestras vidas, con un vacío afectivo, pero sin dolor, conscientes de que el otro había sido un compañero y no un bastón”, reflexiona el cordobés con la lección aprendida de lo que pareciera ser un libro de autoayuda.
A los 43 años, Carlos se encontró en medio de otra crisis existencial, una realidad que, a diferencia de como le habían enseñado, no era exclusiva de la juventud. Buscando respuestas, descubrió en el estudio una herramienta que le permitió entender y liberar aquellas cargas pesadas que ya no podía soportar. “Me gradué como Coach Ontológico y Mentor en julio de 2020, en plena pandemia, pero con un horizonte de posibilidades infinitas ante mí”, se autoanaliza. Así, comenzó sus prácticas profesionales y eso derivó, una vez más, en conocer a una mujer “fascinante” que le mostró otra forma de ver la vida: “Fue en este punto donde mi esencia infiel se reactivó”, declara haciéndose cargo de un patrón de conducta. “Su nombre era Milena”, dice Carlos que enseguida se apasiona en la charla para destacar un dato que a él le resulta curioso: “Todas las mujeres que conocí en esta etapa de mi vida, posterior a mi divorcio, llevaban nombres similares: Manuela, Malena, Milena, Melina”, dice con cara de inocente picaflor.
Casi inmediatamente y quebrando todas las reglas de lo que atesora el secreto profesional, coach y paciente comenzaron a vivir un “romance clandestino”. El vínculo estaba mal por todos lados: no sólo porque se suponía que él debía guiarla sin involucrarse sentimentalmente sino que, y tal vez lo más oscuro, Milena desconocía que Carlos estaba en pareja, secreto que, para empeorar el caso, nunca le reveló durante los casi nueve meses de amantes. “Fue un período en el que jugué a dos puntas, distribuyendo mis días entre ambas, haciendo malabares para que ninguna sospechara, y soportando un estrés que no se puede describir”, elige victimizarse Carlos ante su engaño con respecto a Manuela y Milena. En aquel entonces cada uno vivía en su casa, lo cual le brindaba cierta facilidad para sus “escapadas” con sendas novias.
A los cuatro meses de haber iniciado esta relación oculta, las dudas y cuestionamientos personales y profesionales comenzaron a alzar la voz en la mente del cordobés. Fue entonces cuando la tecnología, como un diablo travieso, lo llevó a descubrir un estilo de vida que jamás había imaginado: “Se me metió en la cabeza ser nómade digital, vivir viajando mientras hacía lo que amaba”, expresa sus aires de cambio como un adolescente en plena revolución hormonal. Pero Manuela no compartía ese sueño, y cuando se lo planteó, la relación perdió el sentido para ambos, pues ella anhelaba algo más convencional. “Recuerdo aquella conversación decisiva, el último domingo de junio de 2021, como un momento de liberación”, evoca soñando despierto. Al día siguiente, sin el peso de una relación, ya más relajado, Carlos volvió a tocar la puerta de Milena, listo para construir con ella un noviazgo sin estrés ni culpa. Era un hombre libre.
Los dos meses que siguieron fueron casi “idílicos”. A Milena le encantó la idea de viajar por el mundo, y juntos comenzaron a proyectar su “aventura”. Sin embargo, la vida tiene un extraño sentido del humor. Un fin de semana, después de un breve viaje a casa de sus padres, Milena regresó con ideas que “no encajaban” con lo que habían estado construyendo. “Quería imponer ciertas condiciones que me excluían del estilo de vida que ella deseaba, lo que me hizo sentir que ya no había lugar para mí a su lado”, recuerda Carlos todavía con un tono amargo, que esa misma noche decidió regresar a su casa, “empoderado y feliz de haber salido sano y salvo emocionalmente”. Ella, en cambio, se quedó en su departamento, con lágrimas en los ojos, observando cómo su novio se marchaba “ileso”. Aunque en poco menos de dos meses, se había quedado, como dice, “sin el pan y sin la torta”.
Paradójicamente, menos de una semana después, Manuela llamó a Carlos para invitarlo a tomar un café y “hablar de algunas cosas”. El inesperado encuentro se dio con gusto ya que la separación había sido en “buenos términos”. Contra todos los pronósticos, Manuela no había descubierto las infidelidades de su novio, sólo quería charlar de un tema puntual: “Me dijo que había estado reflexionando sobre mi proyecto y deseaba experimentarlo. Además, me confesó que aún me amaba, y que si yo también la amaba, estaba dispuesta a explorar ese nuevo camino juntos”, revela Carlos, que enseguida aceptó la propuesta con entusiasmo ya que sus sentimientos hacia ella seguían “intactos”.
Hoy, hay dos cosas que hasta el momento no han sucedido. La primera: Carlos y Manuela no lograron vivir viajando como imaginaban; siguen atrapados en creencias sociales limitantes, y sus paseos son esporádicos. La segunda: Carlos no volvió a saber de Milena, quien, tras la partida, lo bloqueó del teléfono y de todas sus redes sociales. “Aunque nunca intenté contactarla, no me he olvidado de ella un solo día. Y hace poco, por motivos laborales, abrí un nuevo perfil de Facebook, la busqué y ¡la encontré! Al mirar sus fotos, vi su crecimiento y su alineación con un propósito de bienestar social. A esta altura no dejo de preguntarme qué habría sido de nosotros si aquella noche que me fui. Si hubiera tenido un poco más de inteligencia emocional para entender su propuesta desde otro punto de vista tal vez las cosas serían diferentes”, se lamenta exponiendo su gataflorismo.
Pero aquel es un misterio que nunca resolverá, ni tampoco podrá saber si ella lo ha olvidado. Mientras, Carlos sigue compartiendo sus días con Manuela y espiando a Milena en secreto, con la certeza de que está sola. “Me entristece porque es una gran persona y merece tener a su lado a alguien que sea un fiel compañero. Me duele pensar que muchos hombres no saben apreciar eso, lo cual me lleva a sentir que la humanidad está perdida o, al menos, confundida”, dice tentado a echar sus propia tierra sobre los demás, hasta que finalmente razona: “Pero, ¿quién soy yo para juzgar esos valores sociales, cuando yo mismo soy un infiel?”
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* Amores Reales es una serie de historias verdaderas, contadas por sus protagonistas. En algunas de ellas, los nombres de los protagonistas serán cambiados para proteger su identidad y las fotos, ilustrativas