Un amor que venció a la distancia, el reencuentro 60 años después y el dolor irreparable que impidió la felicidad total

Oswaldo y Karin se conocieron en Alemania y quisieron tener un hijo. Él debió regresar a Sudamérica engañado y la familia de ella, que era menor, no la dejó viajar. Un amor que se frustró pero permaneció en el corazón de ambos, y la hija de él supo rescatar por pedido de su madre. El día de 2018 que se volvieron a ver, la alegría efímera y la noticia terrible que él no esperaba conocer

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Oswaldo y Karin en Alemania. Un amor interrumpido que esperó 60 años para continuar
Oswaldo y Karin en Alemania. Un amor interrumpido que esperó 60 años para continuar

Es curioso, pero esta historia de amor la contará Lucía, la hija menor del protagonista. La misma que logró que su padre vuelva a ver a la persona amada sesenta años más tarde para sanar, al menos en parte, aquel triste destino frustrado que arrastraron el argentino Oswaldo y la alemana Karin durante toda su existencia.

Vamos a sumergirnos en la vida de los otros.

El adolescente que escapa

Oswaldo era descendiente de alemanes y nació en 1933 en Misión San Francisco de Laishi, en la provincia de Formosa, Argentina. Pasó su infancia en una zona rural. Su padre era alemán y había peleado en la Primera Guerra Mundial como militar prusiano (Alemania del Norte). Su familia lo perdió todo en la antigua Prusia, hasta un castillo familiar que hoy es un hotel. Terminaron en América. Cuando este combatiente se casó, tuvo siete hijos: seis mujeres y Oswaldo. Para pasar sus vacaciones compraron unas tierras muy cerca, del otro lado de la frontera, en Paraguay. En esos pagos, construyó la casa de verano familiar. Pero a los 14 años Oswaldo ya se mostraba con carácter. Intrépido decidió escapar hacia la gran ciudad de Buenos Aires. La vida de campo se le antojaba sin futuro. Para sobrevivir Oswaldo se arremangó e hizo de todo. Se metió en el mundo de la construcción y, también, en el de la pesca. Cuando le tocó hacer el servicio militar recaló en la Marina. Fueron tres años que le despertaron nuevos horizontes. Sus padres ya habían aceptado que él no volvería, al menos por el momento, y lo apoyaron. Casi terminando ese período, la Marina lo envió a Alemania con una expedición. Lo eligieron por saber hablar alemán con fluidez. Iban a comprar el primer rompehielos de la Armada Argentina, el Ara General San Martín. Fue en 1954 y volvieron con el barco. Oswaldo tenía por entonces 21 años.

De regreso en Buenos Aires y mientras trabajaba en una empresa de cueros empezó a fantasear con regresar a Alemania. Consiguió hacerlo en un barco comercial. Se quedó en la patria de sus ancestros durante dos años, de 1955 a 1957.

En ese período trabajó muy duro en una firma alemana de cueros. Vivió la vida y se enamoró.

Oswaldo, en la época que viajó a Alemania
Oswaldo, en la época que viajó a Alemania

Estación Alemania: el gran amor engendra vida

Fue en esa época que, después de salir con varias chicas alemanas, encontró a su gran amor. Una joven llamada Karin de 17 años, ojos azul oscuro y una cascada de pelo castaño. Oswaldo tenía unos 23 años, un físico atlético expresado en más de un metro ochenta. Bellos, jóvenes, intrépidos. Se enamoraron perdidamente. Como ella era menor de edad, en la cúspide de su pasión, decidieron tener un hijo. Creyeron que eso les daría más libertad de movimiento y autoridad sobre sus vidas. Karin quedó embarazada, pero en el medio sucedió una emergencia de salud de su padre en la Argentina y Oswaldo tuvo que volver. Se tomó un barco y regresó pensando que sería por poco tiempo, pero la enfermedad y las cuestiones familiares lo retuvieron por varios meses. Mientras, los padres de Karin no estaban nada contentos con el embarazo tan temprano en la vida de su hija. Esa circunstancia, combinada con la ausencia prolongada de Oswaldo, cambiaron los planes de todos los integrantes de esta historia.

Oswaldo juntó dinero para que Karin embarazada viajara a la Argentina, pero sus suegros no la dejaron hacerlo. Comenzaron a presionarla para que rompiera con Oswaldo y olvidara sus fantasías de viajar a Sudamérica. Karin terminó enviando una carta a su gran amor donde le contaba que su madre le había ordenado casarse con un alemán y le exigía que dejara atrás la idea de vivir con Oswaldo. La ruptura era un hecho.

A los pocos meses a Oswaldo le llegó una foto por correo. Ahí se veía a una bebé regordeta en blanco y negro. Decía un nombre: Brigitte Gabrielle. En el papel había una frase en alemán: “A lo mejor, alguna vez, la podés conocer”.

Oswaldo quedó desolado. Pero jamás fue un hombre de demostrar sus penas: se tragó el dolor y siguió adelante. Lo había aprendido de su padre. El dolor no puede hacerte retroceder. La vida sigue.

Karin y él perdieron todo contacto. Sumidos en la tristeza disimulada y en la impotencia de la incomunicación de la época, resetearon sus vidas en dos continentes.

Karin, de joven. Las fotos las conservó Lucía, la madre de la joven del mismo nombre que le contó la historia de amor de su papá a Infobae
Karin, de joven. Las fotos las conservó Lucía, la madre de la joven del mismo nombre que le contó la historia de amor de su papá a Infobae

La vida sin el otro

Relata Lucía: “Mi papá, de pronto, se había quedado sin nada. Pero siguió adelante sin quejarse. Cinco años después conoció a mi mamá, Lucía. Ella era paraguaya, descendiente de italianos. Se casaron. Mi papá siempre fue muy reservado y extremadamente callado. Fue recién en su noche de bodas que él le contó a mi madre todo lo ocurrido en Alemania. Le habló de esa novia Karin y de esa hija que no conocía”.

La pareja funcionó bien, con una tranquila felicidad. Tuvieron dos hijas: Juana primero y, luego, once años después, llegó Lucía.

“Cuando cumplí 5 años, me acuerdo perfectamente del momento, mi mamá me contó que tenía una hermana lejos, en un país llamado Alemania. Me dijo que, quizás, algún día la podría conocer”, recuerda Lucía con precisión. A Lucía le creció el virus de la intriga y en su cabeza ancló una idea fija: saber más de su hermana desconocida.

Oswaldo trabajó primero en el campo y luego se dedicó al comercio. Su mujer era maestra y eligieron vivir del lado paraguayo, muy cerca de la frontera con la Argentina.

“Mi mamá era una persona muy bondadosa. Tanto que guardó todas las fotos del pasado de mi padre, ¡quizá otras mujeres no lo hubiesen hecho! Especialmente, custodió la fotografía de Brigitte Gabrielle. No sabíamos el apellido de la bebé porque papá no tenía idea de con quién podría haberse casado Karin. Cuando yo tenía más de veinte años, un día mamá me dijo: Tu papá quería mucho a esa novia. Ojalá que alguna vez encuentre a su hija. La historia la conmovía profundamente”.

Oswaldo y Karin, momentos felices en Alemania. Un amor frustrado por un viaje inoportuno y obligado de él hacia Argentina y la negativa de la familia de Karin -que era menor- para que ella lo acompañara
Oswaldo y Karin, momentos felices en Alemania. Un amor frustrado por un viaje inoportuno y obligado de él hacia Argentina y la negativa de la familia de Karin -que era menor- para que ella lo acompañara

Solamente una vez, Oswaldo reconoció en público, delante de sus amigos, que hubiera querido conocer a esa hija mayor que crecía lejos. Pero admitió que no tenía un solo dato. El asunto quedó enterrado y él no volvió a mencionarlo.

“En 1993, un amigo alemán de Oswaldo, enviudó. Le comentó a sus hijos que tenía ganas de volver a ver a su amigo argentino. Ellos, entonces, invitaron a mi papá a Alemania para darle una alegría a su padre. Mamá lo alentó, pensó que era el momento ideal para que aprovechara para buscar a su hija y poder conocerla. Parece que en ese viaje papá intentó buscar a Karin y a Brigitte Gabrielle, pero alguien le dio un dato falso: le dijo que se habían mudado a Canadá. Papá quería conocerla, pero también es cierto que tenía mucho miedo al rechazo de Karin o de su hija que ya tendría 36 años. Cuando volvió sin novedades, mi mamá quedó decepcionada de que no la hubiera podido encontrar”, confiesa Lucía.

Karin y Oswaldo habían estado más cerca que nunca, porque ella vivía con sus tres hijos en el sur de Alemania. Habían perdido la oportunidad de sus vidas para reunirse los tres: padre, madre, hija. Pero claro, no podían saberlo.

La foto de Brigitte que le llegó a Oswaldo, y su esposa Lucía guardó junto a los recuerdos de su esposo con Karin
La foto de Brigitte que le llegó a Oswaldo, y su esposa Lucía guardó junto a los recuerdos de su esposo con Karin

Nace Internet, nace la búsqueda

“Sabiendo que mi papá era tan metido para adentro decidí que yo lo tenía que ayudar. Cuando en los 2000 se popularizó Internet sentí que había llegado el momento”, dice Lucía para explicar la génesis de esa búsqueda en la web.

Fueron más de quince años de frustraciones. Por aquel dato erróneo que le dieron a su padre empezó buscando en Canadá y, luego, en los Estados Unidos. Siguió por Alemania. Como Lucía habla perfectamente alemán, no le resultó difícil. Pero las “Karin K…” eran cientos. Necesitaba algo más, el apellido de su marido por ejemplo. A todas las Karin que encontró por mail les mandó correos contándoles la historia y sobre cómo su padre quería hallar a su hija. La mayoría le respondió amablemente. Le dijeron que no era la Karin que buscaba y le desearon mucha suerte en su periplo electrónico.

“En 2017 murió mi mamá de cáncer. La llevamos a Argentina, a Resistencia, Chaco, para hacerle un par de sesiones de quimioterapia, pero era un diagnóstico tardío. Nos estábamos quedando en un hotel mientras papá estaba en otro sanatorio por un tema de sus rodillas. Fue en esas noches charlando solas que mi mamá me hizo prometerle algo: yo iba a hacer todo lo posible para ayudar a papá a encontrar a su hija. Se lo prometí”, relata Lucía.

Su madre murió en abril de 2017.

Oswaldo con su familia: su esposa Lucía (que insistió para que retome contacto con su hija alemana), y sus hijas Juana (de notable parecido con Brigitte) y Lucía, que entonces tenía 2 años
Oswaldo con su familia: su esposa Lucía (que insistió para que retome contacto con su hija alemana), y sus hijas Juana (de notable parecido con Brigitte) y Lucía, que entonces tenía 2 años

Seis meses después, Lucía hija, decidió ponerse las pilas para cumplir el mandato materno. Contaba con una gran ventaja: ahora había redes sociales. Iba a ser más fácil encontrar algo. Comenzó a bucear en la red que más usaban los mayores: Facebook.

El 31 de diciembre de 2017, antes de los festejos de Año Nuevo, Lucía entró a su computadora una vez más para seguir buscando entre las Karin posibles. Esa tarde vio una que le llamó la atención. Decía Karin K pero tenía asociado un apellido más. Pelo corto blanco, alrededor de 75/80 años, pero ese apellido ¿de quién era? Sin explicarle mucho a su padre le preguntó el apellido de la que había sido su suegra. Oswaldo no dudó: No, no era ese. Lucía siguió mirando esa cara en los pixeles desangelados y comparando con las fotos de Karin de joven en blanco y negro. Podía ser ella. No perdía nada con escribirle.

“Volví a la computadora y decidí mandarle un mensaje. Me daba la edad, vivía en Alemania. Me jugué una vez más. Le escribí en alemán: ¿Usted conoce a Oswaldo ….?. Ese mensaje lo envié a las once de la noche del 31. Después del brindis del festejo y recién comenzado el 1 de enero de 2018, miré la computadora. Me había entrado una notificación de Facebook. Eran las doce y media, más o menos, pero en Europa sería de madrugada. Abrí el mensaje. Esa mujer me había respondido: Sí, claro que lo conozco”.

Lucía se quedó dura. La había encontrado. Le gritó con alegría a su padre que había hallado a su ex novia. ¡Era un regalo del nuevo año! Esta vez Oswaldo paró todas sus antenas, pero no dijo mucho. Seguramente no quiso ilusionarse. Su hija y su computadora eran una dupla en constante búsqueda.

Lucía y Karin intercambiaron un par de mensajes más esa misma madrugada. Para que Karin creyera la historia y estuviera segura de quién le hablaba, Lucía le envió una imagen de la foto de la bebé Brigitte Gabrielle. Karin se sorprendió. No tenía idea de que esa foto había sido enviada. Lucía le pidió intercambiar teléfonos para poder hablar mejor, pero Karin súbitamente se había endurecido. No quería saber nada: “Me dijo que no quería saber nada de nosotros en ese momento, que se sentía muy mal, pésimo, muy triste y que no quería hablar más”.

Lucía apretó el corazón y largó el teclado.

Brigitte de grande. La hija que Oswaldo no llegó a conocer
Brigitte de grande. La hija que Oswaldo no llegó a conocer

Una mala noticia

No tuvo que esperar demasiado. Ocho horas después a Lucía le llegó un nuevo mensaje por Facebook de Karin.

Eran las dos de la tarde del 1 de enero de 2018 cuando lo leyó: “Decile a tu papá que lastimosamente nuestra hija Brigitte falleció hace nueve años”.

Ahí Lucía entendió todo. Lucía había llegado del pasado para remover heridas demasiado dolorosas. Esa era la resistencia de Karin. Estaba vulnerable.

“Fui de nuevo a ver a papá. Estaba en su dormitorio descansando. Le dije que tenía una muy mala noticia para darle: Papá, lamento decirte que tu hija con Karin murió hace nueve años”.

Oswaldo se quedó pensativo, no lloró. Por lo menos con lágrimas. Él lloraba en seco. Era de esos hombres que llevan las batallas por dentro. Solo musitó que era una pena. Y qué pena.

Se inició, entonces, un ida y vuelta de cartas por correo y por mail. Unos días después Oswaldo le pidió a Lucía:

“Hija, yo quiero que ella venga. Que Karin venga a visitarnos”.

A Lucía le parecía que conseguir que Karin viajara sería un deseo casi imposible de concretar. Que una mujer de 79 años, después de sesenta años sin ver a su padre viajara por primera vez a Sudamérica, parecía un delirio aventurero.

“Papá estaba con la idea fija. Me dictaba en alemán. Al comienzo ella se mostraba reacia a todo, pero siempre respondía. Le mandé videos, nos mandábamos mensajes. Recién en marzo, dos meses después, empezó a aflojar. Karin era viuda desde hacía años, pero había tenido dos hijos más. Finalmente, ella enfrentó también a su familia y decidió viajar (...) La gente me desalentaba, me decía que yo estaba loca por hacer venir a esta mujer, que podía pasarle algo. Yo estaba convencida de que tenía que hacerlo. Por mi papá, por mi mamá, por mi hermana que no pude conocer… para saber qué pasó en esos 60 años”

La historia de amor de mi papá - Amores reales Oswaldo Y Karin

De estos meses es la primera primera carta manuscrita en alemán que le llegó a Oswaldo de parte de Karin. Lucía tuvo que mandarla a traducir porque no entendía bien la letra. Decía.

“Hola querido Ossi.

Creo que nunca te decía “Oswaldo”. Demasiado me hubiese gustado pasar mi vida contigo, pero el destino no lo quiso. Pero me dejaste una hija maravillosa que desgraciadamente tuvo que dejarnos tan temprano. Al comienzo fue muy difícil para mí, porque mi madre me hacía reproches y luego encontré una carta de la cual podría deducir que ella trató con toda su fuerza impedir que nosotros estuviéramos juntos. Ella, y también mi padre, amaron a nuestra hija, pero nunca me perdonaron. Como finalmente crecí y me hice adulta, traté de seguir adelante en la vida. Estuve casada dos veces. Los hermanos de Brigitte son de mi primer matrimonio. Pero… o soy una mujer que mejor no se hubiera casado, o fueron los hombres equivocados. Siempre, al final, solicité el divorcio, pero mis hijos siempre vivieron conmigo. Tuve que arreglarme en situaciones difíciles, pero lo logré. No le ayuda a nadie mirar el pasado, ¡para eso la vida es demasiado corta!

Pero nunca te olvidé y la pequeña niña siempre estuvo conmigo y me hacía recordarte. En un momento tuvo un tumor que devoró su hígado. Necesitaba un trasplante, pero los médicos no vieron la necesidad hasta cuando fue demasiado tarde. En sus últimas semanas estuvo en coma artificial y yo estuve con ella hasta su último minuto. Eso no debería pasarle a una madre, pero la vida no pregunta. Pero, suficiente con la tristeza, esto fue solamente para tu información.

Soy jubilada desde hace 17 años, pero también tuve un trabajo a tiempo parcial, porque mi jubilación no es muy opulenta. Desde que no trabajo más, mi hija y mi hijo me ayudan un poco. No soy muy exigente, lo más importante es la salud y está bien para mi edad. Pero no todo funciona como antes, una se volvió más lenta y a veces se necesita ayuda, pero como dejé a los hombres, ¡no hay nadie que me hinche! Soy de sagitario y los sagitarianos somos optimistas. A veces, uno cae en un agujero profundo pero luego, después de un tiempito, ¡reaparecemos! Fui a bailar cada semana, porque eso me ayudó muchísimo a vivir la vida. Ahora te reencontré (¡gracias a tu hija!). Te quiero ver y abrazarte, demasiado. Te agradezco la invitación para visitarte, tal vez pueda ayudar un poco con el asunto financiero, para sentirme tan culpable. Me tienes que prometer que te vas a cuidar hasta que nos volvamos a ver. ¡¡No tenemos mucho tiempo!!

No logro hablarte por teléfono. Al escuchar tu voz, tendría que terminar la conversación… Pero espero que lo logre alguna vez.

Te enviaré algunas fotos, tengo que buscarlas primero. Te voy a contactar por via internet nuevamente cuando pueda controlar mis emociones y el caos en mi cabeza. Y no te preocupes por mí, yo sonrío cuando pienso en tí.

Te abrazo y sujeto muy fuerte

Tu Karin”

OSWALDO Y KARIN
OSWALDO Y KARIN

De la mano sesenta años después

A mediados de junio de 2018 Karin dejó el departamento donde vivía sola, en la zona de la Selva Negra, en Alemania. Su hijo menor Thomas la llevó hasta Frankfurt a tomar el avión con destino a Sudamérica. Ese mismo hijo antes la había confrontado diciéndole que estaba loca, que no sabía a dónde ni con quién estaba yendo. Karin le había respondido con determinación: “Yo sí sé muy bien quién es Oswaldo”.

Karin estaba bien de salud, pero para evitar cualquier contratiempo le contrataron un servicio de silla de ruedas. Llegó a Asunción, previa escala en San Pablo. Al aeropuerto la fue a buscar Lucía con un primo y la llevaron hasta la casa de su padre ubicada en la ciudad de Pilar, a 370 km de allí.

“Mi papá estaba feliz, tenía 85 años y parecía que había vuelto a nacer. Revivió con la venida de Karin. Volvió a caminar, aunque tenía sus rodillas muy mal. Ellos se habían querido tanto de jóvenes. Karin era una mujer muy amorosa. En el viaje desde el aeropuerto me preguntó si a mí me iba a molestar que ella le diera un beso. Le dije que obvio que no me molestaba. También me pidió, de ser posible, dormir en el mismo cuarto de mi papá. Así fue, había dos camas en la habitación. En esos meses, ellos hablaron mucho, mucho, mucho. Descubrieron todo lo que les había pasado cuando dejaron de verse. Los malos entendidos, la salud de mi abuelo, el tiempo que transcurrió, la oposición de los padres de Karin y la obligación a que se casara con otro”. Karin dijo estar convencida de que esa foto de su hija Brigitte la había enviado su propia madre por el sentimiento de culpa que la embargaba por lo que había hecho.

Oswaldo y Karin tuvieron todo el tiempo del mundo para contarse sus vidas y remendar los huecos del alma. Ella le contó que había criado juntos a sus tres hijos, que su primer marido había muerto joven, que todos sabían la historia de Brigitte y que ella había manifestado querer conocer a su padre, pero que no tenían datos. Y, además, creían tener tiempo de sobra por entonces. Brigitte Gabrielle se casó, no tuvo hijos, y murió demasiado pronto por un cáncer de hígado a los 52 años. Fue en el año 2009 y para Karin representó el golpe más duro de su vida. Después de la separación de Oswaldo.

En los tres meses que volvieron a amarse, Oswaldo y Karin se consolaron, pasearon de la mano, viajaron a Corrientes con Lucía, salieron a comer. Hicieron la vida de unos novios enamorados de 80 años. Tarde pero cierta, la felicidad llegaba con sabor amargo.

“Andaban tomados de la mano por la calle, se daban besos cariñosos. ¡Fueron tan felices en esos tres meses que duró la visita de Karin! Los tengo filmados cuando, después de sesenta años, se dan el primer abrazo!”, confiesa orgullosa de haberlo logrado Lucía.

OSWALDO Y KARIN
OSWALDO Y KARIN

“Cásate conmigo”

Lucía explica que esto no fue ninguna traición a su madre y al amor de sus padres, sino todo lo contrario. “Mamá siempre guardó las fotos no solo de su hija sino la de Karin con papá. Ella sabía que era un amor que había fracasado por culpa de otros. Y lo quería tanto a mi papá que lo quería ver feliz. Así que fue ella la que propició esto a pesar de ya no estar. Mi papá se quiso casar con Karin y hasta le compró un anillo. Pero Karin fue muy pragmática: le dijo que no se iba a poder quedar en Paraguay porque no hablaba el idioma, que tenía su jubilación en Alemania, que estaban grandes, que tenía sus hijos, sus nietos y sus amistades. Le respondió con pragmatismo: “Si tuviera 50 años sería otra cosa, ¡pero tengo casi 80!”

De todas formas, sigue diciendo Lucía, “fue muy sanador para ambos poder verse cara a cara, acariciar, hablar de todo. Mi mamá me decía: Veo que este hombre sufre por no conocer a su hija. Ella quería ayudarlo. Jamás él dijo nada delante nuestro pero era así. Karin me agradeció muchísimo haberla hecho venir. Me dijo que se llevaba en el corazón lo buena persona que había sido mi mamá porque había guardado las fotos de su hija. Karin nos mostró las fotos de sus otros hijos. ¡Brigitte es igual a mi hermana mayor Juana! Es impresionante”.

La partida de Karin dejó un gran vacío en Oswaldo.

“Su partida fue tan triste para él que se le aceleró un proceso de Alzheimer. Mi papá murió el 9 de diciembre de 2019 por complicaciones derivadas de su enfermedad”.

A veces, olvidar puede ser la única salida.

Lucía mantuvo informada a Karin de todo. Cuando le dio la noticia, ella enmudeció al otro lado del Atlántico y, luego, la escuchó llorar. “Karin, después unos momentos, intentó darme ánimo y me dijo que mi papá estaba ahora libre de su cuerpo que ya era como una cárcel por la enfermedad”, recuerda.

OSWALDO Y KARIN
OSWALDO Y KARIN

Fin del trayecto

Veinte días después de esa noticia Karin le contó a Lucía que le estaban haciendo estudios porque se sentía muy débil. Le detectaron un tumor en un pulmón. Fue entonces que el diálogo entre ellas se vio interrumpido. Karin tenía otras batallas que dar.

Ese cáncer de pulmón acabó con la vida de Karin el 22 de abril de 2020 en Alemania, a los 81 años. Cuatro meses después de la muerte del gran amor de su vida.

La triste noticia le llegó a Lucía por Marion, la medio hermana de su medio hermana.

Una coincidencia dejó helada a Lucía: “¿¿Podés creer que ese mismo día era el cumpleaños de mi mamá?? ¡Mi mamá fue la artífice del reencuentro de mi padre con Karin!”.

“Un año antes de morir y cuando todavía estaba lúcido, papá me pidió que escribiera un libro sobre su historia de amor”, revela riendo Lucía quien es ingeniera química y tiene 49 años. A su manera, al contar su historia a Infobae, está cumpliendo su deseo.

Las huellas de la felicidad de Oswaldo y Karin quedaron estampadas en esas viejas fotos en blanco y negro y en moléculas de cristal líquido -con sonido incluído- de las imágenes actuales. Verlas exprimen el tuétano de las lágrimas. No hay únicas historias, me permito pensar. Hay miles de historias que para cada uno de nosotros son únicas. Y Lucía lo entendió muy bien. Haber logrado que su padre se reencontrara con el gran amor de su vida, con la madre de aquella hija que nunca conoció, alcanza para hacerla sentir que su misión de amor para con su padre ha sido bellamente cumplida.

* Escribinos y contanos tu historia. amoresreales@infobae.com

* Amores Reales es una serie de historias verdaderas, contadas por sus protagonistas. En algunas de ellas, los nombres de los protagonistas serán cambiados para proteger su identidad y las fotos, ilustrativas

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