Las decepciones amorosas son aprendizajes, dice Florencia, que actualmente vive en Chile con un hombre que le costó encontrar y que hoy la hace muy feliz. En el medio, largos años de su vida, vivió catástrofes amorosas con hombres a los que hoy ni siquiera les guarda rencor. Pero en algún momento pensó: “yo no merecía lo que me hicieron”.
Flor nació en Buenos Aires. Recuerda en su adolescencia y juventud una vida muy social. Salía siempre, conocía a mucha gente y seguía las reglas “del mercado de relaciones que se maneja en la Argentina”. Por ejemplo, si conocés a alguien tenés que respetar las normas de no mandar mensajes ni aparecer hasta el día miércoles o esperar a que te escriba él. Todo en ese contexto. A pesar de entender las normas, le sucedía que se enamoraba de personas imposibles o aquellos que no tenían interés en una relación seria. Y eso era lo que ella quería: tener una relación seria y no lo podía lograr.
Ya pisaba los 27 cuando decidió tomarse unas vacaciones a Estados Unidos donde conoció a Emilio, un argentino con el que pintó el amor. “A la vuelta, estuvimos en contacto durante 4 meses, hablando por teléfono cuatro horas por día”. Florencia se encontró dentro de una relación a distancia con muchos kilómetros de por medio. Volvió a Estados Unidos a encontrarse con su amor, pero al cabo de tres semanas se dio cuenta de que no era la persona que estaba buscando.
El amor de la infancia
Al regresar a la Argentina, le salió una oportunidad laboral en Europa, un contrato por un año. “En ese ínterin me vuelvo a reencontrar con Mauro, quien fue mi primer amor de la primaria, mi primer beso. Él me dijo que tenía también muchas ganas de viajar al exterior, tener una oportunidad, vivir una experiencia distinta y dejar su rutina en la Argentina, pero que necesitaba seis meses para que se pudiera acomodar y nos íbamos juntos”. En medio de los planes, renació el amor y lo esperó. Todo era pura ilusión a pesar de que sus conocidos le dijeron que estaba loca, porque el contrato que tenía era por un año y dejaba un puesto en una multinacional, su departamento y su mascota. “De un día para el otro dejé todo. Vendí todo”. Ante esto, un pensamiento iba ganando lugar en su mente: “el que no arriesga no gana”. Y si tenía que volver a la Argentina, empezaría otra vez y compraría todo de nuevo.
A los seis meses la pareja estaba en Alemania y pronto conocieron a una comunidad sudamericana. Al mismo tiempo que sociabilizaban, las cosas entre ellos no empezaron a funcionar. “Yo lo veía raro. Me había dicho que era el amor de su vida, de toda su infancia, su primer beso. Me empezó a ignorar. No me hablaba”. Es que cuando se mudaron a Berlín, se instalaron en casa de amigos, ella por un lado, él por el otro, hasta que encontraran departamento para vivir juntos. Algo que nunca sucedió. “Empezó a desaparecer. A ghostearme, más o menos. De ser mi novio pasó a ser una persona con la que me encontraba en salidas grupales, con este grupo sudamericano. Hasta que una noche lo encaré”, explicó.
A Tomás no le quedó otra alternativa que contarle la verdad. Le dijo a Florencia que durante ese tiempo en Alemania se dio cuenta de que ella no era la persona que él buscaba para toda su vida y que se había enamorado de una chica suiza. “En mi cara se volvieron a la Argentina y hoy están felizmente casados y tienen un hijo. Así que en esa ruptura y en esa soledad continué mi camino profesional. Ese dolor y esa angustia que me dejó destrozada del otro lado del mundo, se convirtió en una energía que me hizo sobresalir en lo laboral. Me ascendieron en mi trabajo y me renovaron el contrato por dos años más”. Dispuesta a empezar una nueva etapa en su vida, hizo una visita a la Argentina, se llevó más valijas con sus pertenencias y también a su querida mascota.
Más que un amor de verano
Con este nuevo contrato Florencia empezó a ganar mucho dinero, además de que le pagaban el alquiler de su departamento. Viajaba hasta 9 veces al año a cualquier país, ciudad, con pasajes súper económicos desde Europa. “Tenía una vida de ensueño, literalmente, a lo que cualquier persona aspira, pero viviendo fuera de tu país, de tu casa, es verdad que muchas veces la soledad se tapa con todo esto que estoy contando. Te hace olvidar quizás de los valores y cosas esenciales de la vida”.
Cuando conoció a Gabriel pensó que sería un amor de verano, una relación más en su vida, fugaz, que no iba a funcionar. “Pero igual me entregué y lo quise vivir”, recuerda. Gabriel era un argentino que estaba de vacaciones en Alemania. Florencia ya tenía más de 30 y muchos desamores en su haber. Dice que con sus amigas sudamericanas conversaban acerca de los europeos, que eran más fríos y que con alguien de tu cultura y tu idioma todo fluye mejor.
Durante esa semana en que se conocieron, en las que no pararon de ir de un lado para el otro llegó el momento de la despedida. Que no fue para siempre. Desde el otro lado del Atlántico, le dijo a Florencia que estaba muy interesado en estar con ella, para lo que ella le respondió que en ese momento su prioridad era su desarrollo profesional, que tenía un contrato y no lo podía rescindir. “Dame tres meses y yo vuelvo. Dejame acomodar las cosas en Argentina”. Y así, Florencia, inició su espera. Definitivamente no era un amor de verano.
En ese momento ya existían las video llamadas, sin embargo con su experiencia sabía que las relaciones a distancia no sobreviven más de tres meses si no se avanza un paso. “A los tres meses fui a buscarlo al aeropuerto y vino a vivir conmigo. Fueron dos años en Alemania en los que fuimos muy felices. Sentía que era el hombre que siempre había esperado. De hecho a veces me pasaba que por la noche lo miraba mientras dormía y no podía creer haber logrado encontrar ese hombre”. Era lo que buscaba. La persona de su misma cultura, que podía sentir un tango argentino y a la vez estar sentado en Berlín disfrutando con ella una cerveza fría.
Una vida irreal
Sin embargo, esa felicidad en Alemania no duró lo esperado. Gabriel empezó a extrañar la Argentina, su familia, sus amigos, el barrio. Que necesitaba volver. Empezar otra vez de cero no le había sentado bien tampoco, al lado de ella que tenía una vida tan acomodada. Y criticó su estilo de vida. Le dijo que su vida era irreal, que no se trataba solo de viajar y ganar plata. “Que tenía darme cuenta rápido, porque la vida se me iba pasar. Y me planteó volvernos a la Argentina. Yo estaba sumamente enamorada. La idea era volver y tener hijos cerca de nuestras familias”, recuerda sobre los temas que hablaban. Al tomar la decisión, pensó que él había dejado todo por ella. No quiso ser egoísta y se puso la camiseta de la pareja.
Florencia renunció al trabajo, hizo 10 valijas, el perro y se volvieron. La propuesta de Gabriel fue la siguiente: “Si querés los primeros días podés quedarte en la casa de tus padres, así disfrutás de ellos, que hace más de un año que no les ves y yo me voy a la casa de los míos hasta que decidimos dónde nos mudamos”.
Cuando la protagonista de esta historia entra a la casa de sus padres, con sus valijas y el perro que la miraba, sintió que algo estaba mal y le cayó la ficha “Yo no tengo que estar acá”. Entonces lo llamó. Primero le dio tranquilidad que ya se mudarían juntos pero después empezó a sentir el ghosteo, el desamor. “Empecé a sentir otra vez esa cosa que se siente muy adentro del estómago. Esa persona que dormía conmigo hasta hacía dos minutos, no era la persona que estaba viendo ahora. Es un clic en un segundo que te das cuenta de que se rompió todo”.
Al final, Gabriel se sinceró: “Me dijo que yo no era la persona que estaba buscando, que con mucho dolor me seguía amando, pero no éramos compatibles. De un día para el otro, fue como un fallecimiento literal: Me quedé sin nada, sin país, sin mi trabajo, sin mi casa y sin mi novio. Fueron meses muy duros. Recuerdo tiempos fatales que me levantaba llorando como si hubiese tenido una pesadilla, pero después me daba cuenta de que no. La pesadilla era mi vida real”, asegura.
En esos momentos oscuros Florencia trataba de comprender qué era lo que había pasado. Si la engañaba con otras mujeres. ¿Y por qué no la dejó en Alemania y se volvió solo? No recuerda bien si se lo preguntó. Cree que sí y seguramente no habrá tenido respuesta. Nunca más lo volvió a ver, ni volvió a hablar con él. Como si se lo hubiese tragado la tierra. El día que le envió fotos antes de borrarlas, de tantas vivencias juntos, no obtuvo siquiera respuesta. Es como si se hubiese muerto.
Para salir del pozo emocional, recurrió a la meditación, con todos sus métodos de concentración y ley de atracción. “Tenía que sacarme el dolor. El sufrimiento de mi cuerpo que realmente me dolía. Comprendí que estaba tan en el fondo que no podía ir más abajo. Yo estaba en cero. Lo había perdido todo”. Su familia y amigos no la dejaron ni a sol ni a sombra, pero sabía que todo dependía de ella. De su fuerza interior. Pensó que lo que había sucedido era una lección de la vida, que algún día tendría la respuesta y se repitió que nunca descreería del amor. De que algún día llegaría quien merezca su amor y la cuide.
Después de buscar trabajo en la Argentina y sin que nada fluyera, el país estaba sumergido en una crisis, decidió usar el pasaje de vuelta que tenía para Alemania. Habían pasado cinco meses. En vez de volver a la empresa internacional que le había dado todo decidió empezar su propio proyecto personal como emprendedora. Convirtió lo malo en una oportunidad. Empresa que sigue teniendo.
A los dos años conoció a alguien nuevo, dentro de su grupo de latinoamericanos. Esta vez no era argentino, sino chileno. Con Tomás, divorciado, con hijos y custodia compartida tuvo una relación de tres años a la distancia hasta que decidió dejar todo en Alemania otra vez, pero diferente, porque con el trabajo remoto que dejó la pandemia, hoy puede trabajar desde cualquier lado. Desde Chile, sigue viajando con frecuencia a Alemania y a la Argentina. Florencia nunca dudó que iba a encontrar a ese hombre en cualquier momento, en cualquier lugar. “Y él llegó a mí: ‘Hola. ¿Cómo estás? Me llamo Tomás’”.
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* Amores Reales es una serie de historias verdaderas, contadas por sus protagonistas. En algunas de ellas, los nombres de los protagonistas serán cambiados para proteger su identidad y las fotos, ilustrativas