Hace 16 años que están enamorados, pero les llevó todo este tiempo llegar a estar juntos conviviendo a jornada completa. En el medio se casaron, pero siguieron cada uno rebotando en un rincón distinto del planeta. Por diferentes motivos, era difícil concretar el hogar en común. Pero cuando hay decisión y amor verdadero también suele haber paciencia hasta llegar al momento ideal. Ese momento es hoy: Liliana Garrido (59), argentina, y Eduardo “Eddy” Papesch (65), argentino/alemán, acaban de alquilar juntos un pequeño departamento en un pueblo llamado Puerto Rico, en la Isla Gran Canaria, España. Están, por fin, concretando una convivencia plena y a solas.
Acá, la historia de sus vidas que ellos quisieron compartir con Infobae.
Liliana antes de Eddy
“Nací en Neuquén capital. Mi papá trabajaba en YPF y cada tanto nos trasladaban de una provincia a otra. Éramos tres hermanas, pero una falleció a los 15 años de muerte súbita. Fue un golpazo tremendo. Habíamos sido una familia feliz, pero pasamos a ser una familia triste con mi mamá siempre llorando”, cuenta Liliana quien cumplirá 60 años el 9 de octubre. Quizá por eso, para escapar de la tristeza, es que Liliana se quedó embarazada demasiado joven de su novio del colegio. Tenía 16 años. “En esa época había que casarse. Dejé el secundario y nos casamos. Tuve tres hijos: Victoria, que hoy tiene 42 años; Franco, que tiene 40, y Facundo, de 28. Fui feliz, pero resulta que mi marido era mujeriego. Me engañaba y yo soportaba. Nos separábamos, pero después volvíamos a estar juntos”. La amenaza de divorcio que pendía sobre su corazón la empujó a pensar que, por si acaso, tenía que ser solvente para poder mantenerse. Después de tener a su primera hija terminó el secundario en un colegio técnico y se recibió de maestra mayor de obras cuando esperaba al segundo hijo. Cuando el menor cumplió los dos años entró a trabajar como dibujante técnica en una dependencia del gobierno de la provincia en el área de Vivienda. Hacía planos para construir. Ahora sí sentía que tenía herramientas para poder mantener a su familia si pasaba algo.
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Transcurrió el tiempo y la trasladaron al sector de cómputos, presupuestos y cálculos de materiales donde se desempeñó durante quince años. Terminó trabajando en Recursos Hídricos. Fue justo en esta etapa cuando se separó: “Fui madurando y un día tomé coraje y lo decidí. Me ayudaron mucho mis dos hijos más grandes que no querían verme sufrir más. Era ya el año 2003 y mi hijo menor tenía 8. Mi hijo del medio me empujó a seguir estudiando y comencé una tecnicatura en Seguridad e Higiene Laboral. Estudiaba de noche y cuando terminé fui por más, quería la licenciatura. ¡Para mí fue un logro increíble! Luego pasé a inspección de obras donde me terminé jubilando a los 55″.
Además de estudiar, trabajar y cuidar a sus hijos, Liliana tenía un grupo para entrenar y salir a correr. Se empezó a anotar en maratones: “Resulté buena en eso de correr. También hacía bicicleta y participaba en circuitos de duatlón. ¡He ido hasta Chile pedaleando!”.
El deporte sería el ladrillo que posibilitaría el puente con el amor de su vida. Porque fue luego de una de esas salidas deportivas que subió una foto a un sitio Web que “ni recuerdo cómo era o cómo se llamaba. Solo que era el año 2007 y no había redes sociales como ahora”. Fue en ese sitio que Eddy la vió por casualidad. Esa imagen con su sonrisa y una copa en la mano lo impulsó a escribir: le envió a Liliana un mail que viajó de Alemania a Argentina.
Eddy antes de Liliana
Eddy nació en Buenos Aires. Sus padres eran alemanes que habían llegado a la Argentina en 1930, “cuando Alemania no tenía futuro”, explica en perfecto español con acento argentino, “Mamá llegó con 10 años, papá con 4. Se conocieron en el Club Alemán y yo nací, en 1958, en Quilmes”.
Desde adolescente Eddy apostó por las aventuras. Fantaseó con ser paracaidista y buzo. Se terminó salvando del servicio militar por número bajo y decidió trabajar: “Descubrí que podía irme a Alemania trabajando en buques de carga y así lo hice. Un día llegué a Hamburgo. Era el año 1977 y yo tenía 19 años. Cuando me preguntaron si me quería quedar en la sala de máquinas, yo que había estudiado mecánica, dije ¡me quedo y ahorro dinero! Esa historia duró ocho años”.
Sus padres y su única hermana estaban en la Argentina. Cada seis meses de navegación, Eddy tenía 60 días libres que aprovechaba para volver y ver a su familia. “En 1987 dejé de navegar. Pero no quería volver a la Argentina. Conocí a una mujer alemana y me casé. Mi madre se estaba jubilando y mi papá, quien era tornero, también. Cuando les conté que había decidido quedarme, dijeron que ellos iban a vender todo y que también volverían a Alemania. Mi hermana estaba casada, pero con su marido siguieron a mis padres. Se vinieron todos”.
Eddy, con su mujer alemana, tuvo dos hijas. Vivían en una casa, una especie de granja, a unos 80 kilómetros de la frontera con Holanda. “Vivíamos en el campo, era un lugar muy lindo y teníamos caballos. Yo trabajaba en la parte técnica de una fábrica de embutidos. Tengo muchas habilidades manuales y empezamos a comprar casas y las arreglábamos. Las alquilábamos pensando en el futuro, para la jubilación. Trabajábamos mucho y no teníamos tiempo para nosotros y así nos fuimos distanciando. Estuve casado casi veinte años, pero se acabó la llama. Nos separamos y me quedé en el pueblito. Pero el tema fue que mis hijas querían vivir conmigo y tenían 6 y 11 años. Yo vivía en un departamento de 50 metros cuadrados, las llevaba al colegio y les cocinaba todos los días. ¡Trabajaba cuando podía!”.
Fue en esta etapa, un día del 2007, que conoció a Liliana a través de la página de Internet que se llamaba Terra: “Yo no tenía pareja, nada. Y tampoco sabía mucho de computadoras. Fue una casualidad. No recuerdo bien cómo era que funcionaba, pero apareció una foto de ella chiquita en un lugar que decía algo así como buscar amigos. Lili tenía una copa en la mano. Me gustó. Había un mail y le escribí. Le conté quién era… Así empezó. Yo escribía mucho y ella escribía poco. Fue un largo tiempo de intercambio de mails. Meses después le pedí el teléfono y a partir de ahí llevamos más de quince años hablando. ¿Qué me atrajo? Que era una mujer muy sincera y bonita, un ser transparente que criaba a sus hijos. Pasó el tiempo y nos dimos cuenta de que podíamos hablar de todo. También me gustó que no era nada celosa. Si tengo que irme dos días por trabajo no hay preguntas…¿por qué?, ¿cómo? ¿dónde? Nada. Yo soy igual, tampoco soy celoso. Enseguida sentí que era la persona que siempre había estado buscando”.
Pero hasta acá todo seguía siendo online. En el mundo virtual. No se habían visto las caras en vivo.
Hasta que un día algo cambió.
Una hija que se va y la lotería
En aquel año 2007 cuando Liliana abrió su mail y vio que tenía un correo desde Alemania se sorprendió.
“Lo abrí y era un señor que me contaba su linda historia: un hombre que había nacido en Argentina de padres alemanes. Se lo notaba muy educado. Me cayó bien y lo que más me llamó la atención fue que fuera un hombre que se hacía cargo de sus hijas en todo. Seguimos online mucho tiempo hasta que un día mi hija mayor, que es profesora de educación física y guardavidas, me anunció que se iba a España a trabajar por cuatro meses. Me puse contenta y se lo comenté a Eddy”.
Él le dijo algo que ella no se esperaba: “Preparate. Porque tu hija no va a volver, se va a quedar en Europa. Conozco a los argentinos y sé lo que suele pasar. Andá haciéndote el pasaporte porque lo vas a necesitar”.
Liliana jamás se había subido a un avión, pero pensó que Eddy podía estar en lo cierto. Al tiempo, su hija le comunicó que había quedado embarazada de su novio inglés. Liliana se desesperó, quería ir a visitarla cuanto antes, pero no tenía suficiente plata para hacerlo.
Un día de esos Eddy le dijo que quería llamarla por teléfono, tenía algo para decirle. Se escucharon las voces y se gustaron más. Eddy le contó que acababa de ganar 10 mil euros en la lotería. La sorpresa era que le quería regalar un pasaje para que fuera a España para ver a su hija. Empezaron a hablar horas por teléfono. Por ahí, si iba, de paso podían conocerse.
“Empezamos a hablar todo el tiempo. Él, siempre muy respetuoso. Pero yo no me animaba a aceptar el pasaje”, recuerda Liliana, “Él me decía que me veía triste y preocupada, que quería que viajara a ver a mi hija. Un día me dijo muy directo: Vamos a hacer una cosa, vos andate a ver a tu hija y después yo voy con mi hija menor de vacaciones y tomamos un café. No te preocupes, nosotros somos amigos. Podemos conocernos, tomar un café y nada más”. Para mí era una revolución, lo hablaba con mis amigas y con mis hijos. ¿Si le decía que sí y después no me gustaba? Por suerte tengo una sobrina que justo iba a Alemania y le pasé su email. Ella le escribió y Eddy la invitó a su casa. La trató muy bien. Cuando volvió mi sobrina me dijo: ´Tía ¡es divino! No sabés qué hombre es y lo bien que me trató. ¡¡¡Este candidato no te lo tenés que perder!!!´ Eso me entusiasmó”.
Por su parte, Eddy asegura: “No dudé en regalarle el pasaje cuando gané la lotería. Me daba lástima que quisiera ver a su hija y no pudiera. También entendía que ella pudiera tener miedo y pensar que yo podía ser cualquier cosa, que podía secuestrarla, violarla, que se yo… Solo nos conocíamos por mail y por teléfono”.
Finalmente, Liliana conversó con su familia, aceptó el pasaje y viajó a Alicante, España.
A la conquista en España
Fue en esa visita a Altea, en Alicante, que finalmente se vieron las caras en un estacionamiento de autos. Un lugar neutro, cero romántico, para un encuentro que no sabían en qué terminaría ni si funcionaría.
Eddy lo relata: “Dejé pasar dos semanas desde que ella llegó a España y me subí con mi hija menor Lucy al auto y recorrimos dos mil y pico de kilómetros. Nos íbamos a encontrar en un estacionamiento de Alicante. ¡Ella apareció con una mini de jean! Me encantó apenas la vi. ¡Ella dice que yo planeé todo para que no se asustara!”. Liliana también cuenta el encuentro: “Llegamos los dos, cada uno con sus hijas al estacionamiento. Eddy era muy alto y rubio y no me veía. Yo pasé y le toqué la espalda. Se dio vuelta el grandote y me dijo: Hola que tal. Mi hija nos invitó a tomar algo a su casa y fuimos. Desde ese mismo momento me di cuenta de que había encontrado el hombre de mi vida. ¿Viste cuando uno cierra los ojos y sueña con el hombre ideal, cómo sería? Eso era él. Eddy le cayó muy bien a mi hija y a todos porque es una persona muy agradable. Esos días estuve mucho paseando con Edy y su hija que en ese momento tenía 8 años. ¡Me tenía que pellizcar porque no podía creer que alguien me tratara así! Me cuidaba, me hacía sentir linda. Pero nunca me tocaba una mano ni me decía nada. Yo me decía bueno, no le gustaré. No avanzaba en nada”.
Victoria su hija le preguntaba todos los días:
— Mamá, ¿¿pasó algo???
— Liliana: Nooo
— Victoria: ¡Ay mamá!
— Liliana: ¿Qué querés que haga??
Así las cosas, un día van al puerto con Lucy y, mientras la menor se queda mirando a los pescadores, ellos suben unos escalones hacia el faro. Liliana recuerda: “Aproveché esos minutos y le pregunté si yo le gustaba. Me dijo que sí. Y bueno, entonces me animé y ¡le dí un beso! Él me agarró la mano. Justo nos vio Lucy y nos dijo: ¿¿Ustedes qué hacen?? (Liliana se ríe) Recién ahí él se animó a decirme de empezar algo así como un noviazgo. Eddy no es un tipo apresurado, supo esperar”. Eddy confirma la historia y también se ríe de la anécdota: “El primer beso me lo dio ella sí, en el faro de Altea. Liliana hablaba con su hija y le decía ´este hombre no me ha besado´ Pero yo no quería asustarla y que ella pensara que yo iba por sexo. Tenía la calma del navegante, la necesaria para no dar un paso en falso y romper el hechizo de esta relación”.
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Liliana terminó volviendo a la Argentina y siguieron hablando diariamente. “Cuando en noviembre mi hija tuvo a su bebé (hoy es su nieta Alessandra, de 15 años), volví a España de visita. Esta vez vino a visitarme solo y se quedó en casa de Victoria. Después, aprovechamos y fuimos a Alemania para conocer a su hija mayor, Nataly”.
Ensayos de convivencia en Neuquén
Funcionaban como pareja, no tenían dudas, pero el tema era cómo seguir adelante. Los dos tenían sus vidas, sus hijos y sus madres eran ya mayores y había que ocuparse de ellas. Siguieron años yendo y viniendo entre Alemania y Argentina.
En uno de esos viajes Eddy cayó con su hija menor Lucy y se quedaron un mes en Neuquén. Se instalaron en la casa de la madre de Liliana, que estaba detrás de la de ella.
“Fue un revuelo para todos, para mi ex, mis hijos… Un escándalo. ¡Eddy no podía dormir conmigo! (Liliana vuelve a reírse) Yo tenía a mi hijo de 13 años y no me parecía poner a mi novio en mi cama. A Eddy le parecía una locura, pero no decía nada. Entonces él dormía con Lucy en una habitación arriba de la casa en la casa de mi mamá. ¡No sabés el lío que era para que pudiera venir a mi cuarto sin que lo vieran y que nadie saltara a decir nada! Todo era a escondidas. Después nos fuimos los dos juntos con Lucy y con Facu, mi hijo menor, de vacaciones a San Martín de los Andes. Lo pasamos bárbaro”.
Eddy volvió a Alemania decidido a vender todo y volver para vivir en Neuquén con Liliana: “Siempre soñé con viajar por la Patagonia… En Alemania es difícil tener amigos, se tiene conocidos que son amables, pero no les podés caer a cualquier hora. Lo que me gustó de la Argentina fue eso de los amigos”. Volvió con Lucy a quedarse. Pero a pesar de los sueños mutuos, la convivencia no fue fácil. Liliana explica: “Fue muy fuerte para los cuatro. Ellos venían con sus costumbres, querían comer a las siete de la tarde… ¡Imposible! Lucy tenía 15 años y aprendió a hablar en español en ocho meses, estaba encantada con Neuquén. El tema fue que empezamos a no poder controlarla. Se puso de novia y se juntó con gente inconveniente. Eddy se asustó y decidió mandarla con la madre a Canarias para sacarla de ese medio”.
Lucy era una adolescente rebelde y se fue enojada. En Canarias quedó embarazada. “Eddy estaba triste. Sentía que tenía que hacer algo más por ella, así que decidió irse a Canarias para acompañarla”.
Una vez allá le salieron unos trabajos como constructor en Alemania y no volvió a Neuquén más que de visita. Además, su madre Magdalena estaba cada vez más necesitada de él en Versmold, el pueblito donde vivía.
Los dos aceptaron que esa era la realidad: “Me di cuenta de que no había otra forma de resolverlo en ese momento. Seguíamos hablando todos los días y cada seis meses nos encontrábamos en algún lado. Él venía o yo iba”,
Casamiento a pesar de todo
A pesar de la distancia y de las idas y vueltas, decidieron que querían casarse. En un viaje de Eddy a Neuquén lo resolvieron y se casaron por civil el 29 de enero de 2016. Aunque no vivían juntos todo el año, ahora estaban casados.
“Fue algo muy sencillo y que se decidió sobre la marcha. Solo estuvieron mis hijos varones. Mi hija mayor estaba en España con su escuela de natación, que hoy es ya una empresa. Tampoco estaban sus hijas. Con su personalidad especial, Eddy conquistó a mi familia. Me ha hecho ver muchas cosas. Yo no creía que pudiera existir una clase de hombre así. ¡Y sí, existe!”.
Casados, tuvieron que seguir con un pie en cada continente. Las madres de cada uno requerían de su presencia cada vez más.
“Mi mamá tenía demencia senil. Y la de él también requería ayuda. Lo increíble es que se fueron casi juntas. La mamá de Eddy murió el 2 de octubre de 2022, después de una operación de cadera que se complicó. Mi mamá estaba mal y Eddy me vio angustiada y se vino. Se quedó quince días y estuvo justo cuando ella falleció el 2 de diciembre. Nos quedamos de golpe los dos sin mamá y dijimos ¿qué hacemos ahora? Era la oportunidad de vivir juntos y queríamos estar juntos. A él le gustaba la idea de vivir en Canarias, donde está Lucy. Ella está esperando su segundo hijo y Eddy siente el deber de cuidarla. Me vine a Canarias donde estamos alquilando un departamento chiquito. Hoy nos empadronamos, yo quiero hacer mis papeles españoles porque estamos casados y él tiene contrato de trabajo acá. Trabajamos juntos y aprendí un montón de cosas con él porque es muy prolijo laburando. Mi hijo menor Facundo también se vino a España para trabajar con su hermana en Alicante”.
La convivencia de esta nueva etapa full life comenzó el 30 de marzo cuando firmaron el contrato de alquiler del departamento. “Es una nueva aventura. Jamás en mis sueños pensé conocer a un hombre tan perfecto. Eddy me enseñó que el amor existe, que se puede soñar, me enseñó a darme valor. Es mí hombre soñado. Estoy contenta, es muy bonito este lugar, las playas. Recién hace un mes y algo que estamos. Me cuesta haber dejado todo, pero estoy contenta. Además, si quiero volver a Neuquén, tengo mi casa, no es que no vaya a volver nunca más. Si tengo ganas de pasarme un mes allá lo puedo hacer”, dice Liliana. La otra hija de Eddy, Nataly, vive en Colonia, Alemania, es casada y tiene dos hijos. Cada tanto también irán a visitarla.
“Yo no apostaba a conocer a otro hombre. No pensaba volverme a casar. La vida me tapó la boca. Apareció Eddy y me di la oportunidad de ser feliz”, resume Liliana mientras él acota: “El navegar me ha marcado la soledad, puedo estar solo. Pero yo quería tener una familia. La primera vez no resultó. Esta vez sí. Para mí el amor significa todo en este momento de mi vida”.
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