Una boda soñada y una amante oculta entre sus amigas: cuando la traición viene de la persona menos pensada

Cuando Paula escuchó la propuesta de casamiento sintió la felicidad en el cuerpo: además de ser el padre de su hijo, Lucas era el amor de su vida. Pero había un detalle que ella no sabía: una “doble traición” venía cocinándose a sus espaldas desde hacía tiempo. La escena en su propio living que la hizo sospechar y el supuesto viaje de trabajo que dejó todas las mentiras al descubierto

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La traición, para Paula, llegó
La traición, para Paula, llegó desde el lugar más impensado

Jimena y Paula eran amigas desde la infancia. Vivían en la ciudad de Buenos Aires a pocas cuadras una de la otra y sus familias veraneaban en Mar del Plata desde toda la vida, así que también se veían durante los veranos. Tenían tanto en común y compartían tantas cosas que… un día Jimena (38), separada desde hacía dos años y madre de tres chicos, se animó a mucho más… y “le sacó” el marido a Paula.

Por motivos obvios, hoy solo hablará Paula. Sus nombres, claro, no son sus nombres.

Aclarados estos detalles pasemos a la historia.

Casarse después de hora

Si bien habían concurrido al mismo colegio, Jimena estaba un año arriba que Paula y fue la primera en casarse a los 22 años. Nacieron sus tres hijos y fue, recién cuando el menor de Jimena tenía cuatro años, que Paula se mudó a vivir con Lucas, su novio y compañero de la facultad de arquitectura de la UBA. Se habían enamorado entre maquetas y trasnochadas para rendir exámenes. Un tiempo después, Paula tuvo a su único hijo: Fermín.

Se veían seguido, tenían grupos compartidos de tenis y de cursillos católicos. Colegios estrictos, misas periódicas, veraneos con los chicos en Miramar más acordes a sus bolsillos y con la tranquilidad que buscaban.

Paula y Jimena eran amigas
Paula y Jimena eran amigas desde la infancia

El progreso del marido de Jimena como empresario la llevó a una casa con enorme jardín y pileta en la provincia de Buenos Aires cerca de General Rodríguez. Paula, en cambio, se quedó en el centro en un departamento de tres ambientes.

La vida continuó con más o menos visitas, con más o menos dinero, pero con las mismas convicciones. Eso parecía. Así fue hasta que Jimena entró en crisis: descubrió que su marido la engañaba con alguien tan obvio como “la secretaria”. Paula la escuchó llorar y la consoló todo lo que pudo.

“Fue un año de drama total. Jimena manejaba más de 60 kilómetros para venir a contarme los detalles de la triste novela de su vida. Yo no sabía cómo ayudarla. Además, ella dependía económicamente ciento por ciento de su marido. Yo pensaba que él era un hijo de puta y que Jimena no se merecía semejante engaño. Se peleaban a los gritos, pero Jimena no sabía qué hacer. Lo perdonaba una semana y lo volvía a pescar un mes después. Él no se iba, estaba cómodo con su doble vida. De alguna manera esperaba que Jimena aguantara y criara a los chicos. Pero una tarde sonó el teléfono de línea de Jimena y cuando atendió era la secretaria que le anunció que estaba de tres meses. Jimena quedó hecha un trapo”, cuenta Paula.

Cuando Jimena fue engañada por
Cuando Jimena fue engañada por su marido con la secretaria, fue Paula quien la contuvo

Y sigue: “Con Lucas, a veces, la aconsejábamos los dos hasta que dejaba de llorar y Lucas la acompañaba hasta su camioneta y se volvía a General Rodríguez. Le sugerí que hiciera terapia, que seguro iba a ser más efectivo que hablar conmigo. Fue por esa época que me salió una obra importante que me empezó a demandar mucho tiempo en mi estudio. Era la oportunidad que había esperado años y nos iba a permitir dar un salto y mudarnos a una casa más amplia y con jardín. Lucas trabajaba en relación de dependencia para una empresa constructora y tenía horarios más lógicos que yo. Jimena empezó a caer a cualquier hora en casa y Lucas la sostenía. Cuando yo llegaba a la noche me decía que Jimena estaba muy mal, medio rayada, que pin que pan”.

Ese mismo año Lucas le propuso a Paula casamiento. Le darían un marco legal al amor, a la familia que habían formado con Fermín. Pusieron fecha para el civil y para la Iglesia para fin de año. A la ceremonia fueron todas sus amigas, incluida Jimena, ya en pleno trámite de divorcio. En la fiesta con vestido blanco Paula bailó con los amigos de Lucas y Lucas bailó con todas sus amigas. Jimena incluida.

Las fotos no mienten. La boda fue espléndida.

La boda de Paula y
La boda de Paula y Lucas fue maravillosa. Jimena estuvo allí, entre las damas de honor

Una amiga “desaconsejada”

Nada le anticipó a Paula lo que podría pasar. Nada ni nadie. Además, ella nunca había sido una persona desconfiada ni paranoica ni celosa. Así que cada vez que llegó a su casa y encontró a Jimena charlando con Lucas le pareció de lo más normal.

Jimena una vez divorciada terminó mudándose al centro con los chicos y los cambió una vez más de colegio. Mantener la casa era muy caro para su ex. Se mudó a once cuadras de Paula que había empezado a ahorrar para mudarse a zona norte. Pero todavía estaban lo suficientemente cerca para sostenerse mutuamente.

“Pasaba de casualidad”; “Necesitaba un buen consejo”; “No sabés lo que me hizo el guacho de mi ex. Está atrasado con la cuota y debo cuatro meses de colegio”; “Ando bajón creo que debería retomar terapia”; “Tendría que buscarme un trabajo para no depender de este boludo… pero con los chicos no tengo tiempo de nada”. Esas eran algunas de las excusas de Jimena para esas visitas semanales al departamento de Paula.

Paula buscaba cualquier excusa para
Paula buscaba cualquier excusa para pasar por el departamento de Jimena

“Jimena no quería trabajar ni podía… ¿de qué iba a trabajar si nunca lo había hecho en su vida? Ni siquiera había estudiado nada. Una vez hasta le pedí a un médico amigo para que la tomara en su consultorio y cuando me dijo que fuera para una entrevista que le daría una mano, Jimena reculó y dijo ¡¡que no iba a poder trabajar todavía!! En fin, yo andaba distraída con mis planos y obras”, relata con amargura Paula.

La primera vez que olió algo raro fue un día que los notó nerviosos cuando abrió de sopetón la puerta de su living. Había llegado temprano porque le habían cancelado una cita. Los chicos estaban todavía en el colegio. Puso las llaves en la puerta y tiró sus bolsas del super en la entrada. Hizo muchísimo ruido.

“Estaban en el sillón charlando, pero noté que se habían sobresaltado y me pareció rarísimo. No me esperaban, eso es seguro, pero no sé fue como que tartamudearon al saludarme”, reconoce.

El segundo dato curioso que notó fue enseguida de ocurrido eso. Jimena, después de esa tarde, dejó de aparecer por su casa.

De pronto, después de ese día, desapareció. Incluso pasaron como dos semanas que ni llamó por teléfono. La tercera cosa que me llamó la atención sucedió un par de meses después. Un día llegó de trabajar y Lucas está por salir. Me dice que llamó Jimena y que le pidió si por favor le podía arreglar un tema de una llave de paso que perdía en el baño principal de su depto”.

Una amiga de Paula tomó
Una amiga de Paula tomó un café con ella y le abrió los ojos sobre lo que sucedía entre Jimena y Lucas

El diálogo, cuenta Paula, fue más o menos así.

-Que llame a un plomero che, si lo paga el ex, ¿¡ahora además de arquitecto vas a licenciarte en plomería!?

-Pará ¡qué mala que sos! Es una boludez para mí y ella no entiende, es re inútil en eso como vos. Pero vos porque me tenés a mí, pensá que ella no tiene a nadie a quien pedirle.

-Bueno, que les pida a sus hermanos o al encargado del edificio…

-Los hermanos no dan bola… el portero ni idea. Pero yo estoy a poco más de diez cuadras. Voy y se lo arreglo en cinco minutos y vuelvo.

Eso fue todo. Pero a Paula el enojo empezaba a aflorarle. Que su amiga dispusiera del tiempo de su marido le reventó.

La suma del todo

No tenía ningún dato concreto. Ni algo de la relación entre ellos que estuviera mal. Pero tenía atragantado un no sé qué.

“Un día fui con la que siempre fue mi mejor amiga, mucho más que Jimena, a tomar un café en la placita Barrientos. Hablando de la vida le conté de mis molestias con la actitud un poco invasora de Jimena. Ella después de escucharme carraspeó, me miró a los ojos y me dijo que pensaba como yo. ¡Pero yo no había dicho qué pensaba! Le pedí que se explicara. Daba vueltas y revolvía nerviosa la tacita de café. Que bueno, que no sabía qué decirme porque no le constaba, pero que hacía tiempo le hacían ruido Jimena y sus miradas con Lucas. Que no lo había hablado con nadie, que y que y que… Sentí que el mundo se me borraba debajo de mis pies. ¿Cómo alguien había visto tanto y yo nada? ¿O sería que estábamos fantaseando? ¿Qué había de concreto? Nada. Sensaciones. Decidimos hablarlo al día siguiente con una tercera amiga de mucha confianza. A ver qué veía ella. Otro café, esta vez un Tea Connection en la calle Montevideo. Casi vuelvo a morir. Ella reveló que también veía lo mismo. Las miradas. Listo. O éramos tres locas o yo era una reverenda estúpida. Sentía vacío, pero no celos. Era rarísimo”, cuenta Paula.

Cuando Paula encaró a Lucas,
Cuando Paula encaró a Lucas, éste confesó que se había enamorado de Jimena

Enfrentar lo creído

¿Cómo seguía? Ese era el quid de la cuestión. ¿De qué se iba a agarrar Paula para tirar la bomba sobre sus sospechas a Lucas? Mientras pasaban los días y apretaba el estómago, Jimena la llamó un lunes.

A esta altura Paula ya la detestaba: “Solo sentirle la voz y me asomaban instintos asesinos. Ahora me parecía que tenía el prototipo de la mentirosa patológica. La traté con frialdad. Pero ella siguió hablando de ella y de sus problemas. Siempre hablaba de sus mil problemas, ¡era hartante! Nunca le preguntaba al otro qué le pasaba. Todo era ella, ella y ella. Antes de cortar me dijo que el finde siguiente se iba a Cariló, que a la vuelta me llamaba así nos veíamos”.

Ese miércoles Lucas llegó a su casa tarde del trabajo. Al pasar, le comentó a Paula que había surgido una reunión de la empresa en Mar del Plata. Con los directivos habían decidido aprovechar que el fin de semana estaría con sol para ir de viernes de la mañana a domingo. Era como laburo y recreo al mismo tiempo. Después de todo, explicó inusualmente locuaz, estaba bueno afianzar las relaciones laborales dentro de la empresa. El domingo a la noche estaría de vuelta.

“Me quedé helada. En el mismo segundo hilé los dos viajes. Fermín estaba haciendo su tarea antes de irse a dormir. Aguanté, le calenté la comida a Lucas y antes de ir a acostar a Fermín le dije que me esperara en el living que quería que habláramos”.

Besó a su hijo en la cama, dulces sueños, cerró la puerta del cuarto y después la del hall que daba al living. Se sentó en el sillón de enfrente. Lucas miraba su celular con insistencia. Paula juntó fuerzas y lanzó la frase: “Qué pasa entre vos y Jimena. Ya me lo decís”.

No se esperaba la frase de Lucas. Él, con desconcertante sinceridad, la miró, se puso colorado y le dijo: “...Me enamoré. Pero antes de hacer nada quería estar seguro. Y casarme con vos por Fermín. Me parecía que era lo justo”.

La cosa era peor de lo que imaginaba: ¡¡estaban saliendo desde antes del casamiento!!

Lo que siguió no vale la pena describirlo. Pueden imaginarlo. El llanto. Los reproches. La valija. El adiós.

"Una infidelidad a lo largo
"Una infidelidad a lo largo de la vida podía esperar, pero no que mi amiga me quite a mi marido", cuenta Paula

Crueldad sin retorno

Había perdido al amor de su vida en manos de una amiga. Desilusión por partida doble.

Si algo hizo bien Paula fue ser radical. A pesar de que se cuestionaba todo: “Esa respuesta de Lucas me mandó directo a terapia. ¿Cómo la persona que yo había elegido en mi vida podía ser tan estúpida y tan cruel? ¿En qué había fallado yo? ¿Me había amado él alguna vez? ¿Por qué me había cambiado por esa desfachatada sin moral?”.

Su marido se fue con su amiga sin escalas. Se instaló en el departamento con la llave de paso que ya no perdía a pocas cuadras. Eso sí: ninguna pareja amiga se animó a defender su postura. Lucas se quedó solo con Jimena.

Paula cedió en que viera a Fermín, pero en la casa de sus suegros.

Jimena perdió a todas, absolutamente todas, las amigas. Ninguna le perdonó la osadía y la traición.

“Todavía duele, pero ya es pasado”, explica Paula, que por fin se ha animado a tener otra pareja. “Cama afuera, asegura, no quiero nadie que conviva conmigo y con Fermín. Cuando él se vaya, veré”.

Cuando le pregunto qué duele más, si la traición de la pareja o la de la amiga… responde: “Mmmmm las dos… pero la verdad es que quizá podía esperar una infidelidad a lo largo de la vida. Eso sí, jamás me hubiese esperado que mi amiga, sin pestañear, me quite el marido. Lucas, siempre fue medio ingenuo, y no lo quiero salvar, pero ella era la que sabía ¡hasta cuántas veces teníamos relaciones por semana! Me resulta, mirando para atrás, más obscena su actitud que la de mi ex”.

Jimena y Lucas, por ahora, siguen juntos. Pero los hijos de ambos no se reúnen jamás. La herida ha sido tan ancha que no pudo coserse. A veces, los remiendos no sirven, es mejor evitarlos.

*Escribinos y contanos tu historia. amoresreales@infobae.com

* Amores Reales es una serie de historias verdaderas, contadas por sus protagonistas. En algunas de ellas, los nombres de los protagonistas serán cambiados para proteger su identidad y las fotos serán ilustrativas

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