Todo empezó con un sorteo. En octubre de 2020 Gabriel, en su ciudad natal, Brasilia, ganó la chance de estudiar en un instituto el idioma que siempre amó: español. El semestre llegaba a su final y su profesor le recomendó continuar sus estudios por Tandem, una aplicación que te permite hablar con nativos de la lengua que elijas. No dudó ni un minuto en bajarse la app y seguir perfeccionando su español que, junto con su trabajo como docente de geografía, lo acercan a su pasión por viajar.
Denise había viajado tres veces a Brasil con sus amigas y siempre adoró ese idioma tan alegre aunque entendía poco y nada. La quietud de la pandemia era un excelente momento para ponerse a aprender portugués, y todo indicaba que la suerte parecía estar de su lado: la Universidad Nacional del Litoral de Santa Fe, dónde nació y vive, hacía un sorteo para realizar un curso gratuito, en el que se anotó y no salió elegida. Pero como todo pasa para algo, el concurso fallido fue el puntapié para que su hermano Damián notara su entusiasmo por aprender el idioma y le recomendara una app donde podía hablar directo con gente de Brasil. Así, con sus dos palabras en portugués, se animó y bajó la app al móvil.
“Yo soy muy tímido entonces sólo puse mi nombre, edad y una foto… ¡que para mí era un montón!” recuerda el brasilero. “Enseguida entré y estaba desesperado por conversar con todo el mundo para saber si mi castellano estaba bien. Hablé con una persona de Bolivia, otra de Chile y entonces la encontré a ella: argentina de Santa Fe, sin mucha información en el perfil. Recuerdo hasta el día de hoy lo que le escribí y se me pone la piel de gallina: ‘Hola, ¿Cómo estás? ¿Podés ayudarme a aprender español?’” dice con ojos de amor.
Denise, más relajada -pasaba unos días en la casa de su padre en Santo Tomé-, respondió el mismo día, pero no enseguida “porque como mi teléfono no notifica pensé que no me escribía ni el loro pero de repente sentí algo en el cuerpo y entré a chequear. Y ahí estaba el mensaje de él. No sé cómo describirlo porque a mí nunca me pasó algo así; fue una sensación rara de ‘me parece que es acá’... no sé por qué, nunca me pasó algo así, nunca”, mueve la cabeza al ritmo de su sonrisa.
Su respuesta fue un efusivo mensaje de voz entusiasta y lleno de emojis: “Sí, te re ayudo, lo que necesites”.
Y a Gabriel le pasó lo mismo: “Yo ya percibí por la voz que era una chica distinta, que me llamaba la atención, que me encantaba, que era lo que yo buscaba… y que era por ahí. Aunque en este principio para mí sólo se trataba de aprender el idioma, no me imaginé lo demás”.
Durante tres días Denise desapareció y eso provocó la desesperación del brasilero “yo ya sentía cosas”. Le siguió escribiendo hasta que la santafesina apareció y decidieron pasar a WhatsApp donde sería más directo el contacto. La idea era verse en la pantalla más grande pero la tecnología les jugaba en contra: la computadora de ella dejó de andar y no lograban hacer la esperada videollamada que, finalmente, llegó luego de quince días. Entonces, en la intimidad de sus cuartos, por fin se vieron y charlaron, pantalla mediante, ante el famoso temor de “de qué vamos a hablar si ni nos conocemos”. Para su sorpresa, la charla fluyó durante cuatro horas… que podrían haber sido mil más.
Eso bastó para que Gabriel lo supiera: en la siguiente videollamada le propondría tener una relación en serio. Estaba loco por ella. Llegada la propuesta formal, Denise aceptó pero sin antes abordar una decisión rotunda que había tomado desde hacía tiempo y era totalmente excluyente para iniciar una pareja: ella sabía que no quería tener hijos, de ninguna manera. Entendía que él era más joven, tenía más camino por recorrer y tal vez sí era su deseo, pero Denise no estaba dispuesta a avanzar e involucrarse más con una persona que tuviera esa aspiración. “Me parecía un tema súper serio para hablar desde tan temprano pero también necesario porque jamás sentí el deseo de la maternidad y no quiero que la persona que está al lado mío crea que a lo mejor eso vaya a ocurrir porque no”. Sentía que lo amaba pero no quería ilusionarlo.
El argumento no pasó inadvertido para el joven que, aún perdidamente enamorado, hasta los 20 años había podido imaginarse siendo padre junto a sus hijos. Y aunque la paternidad nunca había sido el sueño de su vida, el planteo de su amada lo hizo pensar. “Era la primera vez que me enamoraba y que quería ponerme de novio; aún así le dije que necesitaba un tiempo para pensar en esto”. Sentía que la amaba, pero no quería ilusionarla.
La videollamada de la propuesta de noviazgo inesperadamente concluyó con la tensión de una película de Hitchcock y la angustia de haberse quedado dormido el primer día de trabajo. Cien mil pensamientos por hora carcomían la mente de Denise repasando si fue ubicado o no decir lo que dijo en tan temprana instancia. El adiós fue en un tono inseguro, bajo la consigna en portuñol de “lo voy a pensar, pero por las dudas me despido ahora, y si tengo ese deseo te envío un mensaje para que cada uno siga su vida”. Nudo en la garganta.
Gabriel dedicó ese día entero para hablar con familiares y amigos que lo ayudaran a resolver lo que su corazón ya sabía. El amor ganó la pulseada y la pareja formalizó su estado.
Sin embargo, a pesar de sus sentimientos profundos, había otro tema que rondaba en la cabeza de Denise desde el inicio: ella es 8 años mayor que él. Y aunque al principio ni se lo planteó, una vez que la relación comenzó a avanzar, su inconsciente prejuicioso y estructurado la torturaba con negativas del tipo “¡es más chico que mi hermano menor!”. No sólo a ella la diferencia de edad le hacía ruido. Había otra mujer en la vida de Gabriel: su mamá, en Brasilia, que sentenció “Gabriel, ella tiene 8 años más que vos, imaginate cuando ella tenga 40/50, vos vas a ser joven, vas a tener un buen físico, vas a ser atractivo y ella va a ser grande y capaz que no te interese más. Te vas a separar y la vas a dejar a ella triste para buscarte a otra más joven y más linda. Tenés que terminar esta relación”. Como casi toda madre, su sueño era ser abuela. “Mi mamá fue la persona que más me quiso sacar de esta relación”, pero la decisión ya estaba clara: era un sí para Denise, y un no a mamá.
El asunto era fumigar los fantasmas de Denise en cuanto a la diferencia de edad. Él propuso ver Bajo la lluvia, una serie coreana que trata el tema y que, curiosamente, se la había recomendado su madre en Brasilia. Así, una vez a la semana tenían una cita de cine: cada uno desde su ciudad y en sincro, le daban “play” a un capítulo mientras lo iban comentando. Lo que ayudó a Denise a convencerse de que la edad no significaba ninguna traba.
“Mis amigas me cargaban porque siempre les decía cómo vas a conocer a alguien por una aplicación, no se puede, es imposible eso”, se ríe Denise mientras le ceba un mate a su novio, y ambos descubren que antes de conocerse ninguno jamás se había bajado alguna de las apps de citas.
Las videollamadas, las citas de cine y las canciones de Abel Pintos fueron cruzando día a día de Brasil hacia Argentina y viceversa. Así pasaron las semanas y los meses, con algunos imprevistos, familiares escépticos que deciían ”cuidado porque creés que lo conocés pero no lo conocés”. Hasta que en octubre de 2021 Gabriel aterrizó en Santa Fe para abrazarse por primera vez con su enamorada. El mundo seguía en pandemia, así que su primer impacto visual fue barbijo de por medio. Aunque el Covid era una buena excusa para la timidez de él. “Cuando llegué y la vi estaba tan nervioso que sólo podía hablar portugués, no podía pensar”, recordó. “¿Te vas a sacar el barbijo?” preguntó por fin la santafesina. Y todo lo que sigue son papelitos de colores…
Hoy viven juntos en Santa Fe junto a Mojo y Cleopatra, un golden retriever y una gatita negra, con planes de irse los cuatro a morar a Brasil.
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