Dolly Parton cuenta que su primer accidente de auto, en octubre de 2013, fue leve, pero la dejó con moretones y lo suficientemente adolorida como para buscar el consejo de un especialista en el Centro Médico de la Universidad de Vanderbilt.
Ahí fue donde conoció a Naji Abumrad, un médico y profesor de cirugía, quien no sabía casi nada sobre la amada estrella de pelo largo y rubio, pero pronto se hicieron amigos, porque él disfrutaba profundamente de sus charlas sobre los acontecimientos de actualidad y de la ciencia.
Su vínculo de casi siete años recibió atención mundial el martes, después de que se revelara la donación de USD 1.000.000 de Parton a Vanderbilt para la investigación del coronavirus, hecha en honor a Abumrad, por lo que ella financió parcialmente la vacuna experimental de la firma de biotecnología Moderna, de la cual un análisis preliminar publicado esta semana encontró que es casi 95% efectiva en la prevención de la enfermedad.
Durante una entrevista con The Washington Post, Abumrad recordó cómo la curiosidad de Parton en torno a la investigación del coronavirus de Vanderbilt la llevó a hacer un regalo, el cual ayudó a financiar la vacuna que podría ser una de las dos disponibles en los Estados Unidos de manera limitada a finales de año.
Entre los organismos y universidades que figuran como fuentes de financiación de la vacuna Moderna se encontraba “el Fondo de Investigación COVID-19 Dolly Parton”, lo cual provocó bromas entre los medios de comunicación sobre el hecho de que el estribillo de su éxito “Jolene” se sustituyera por la palabra “vacuna” (vaccine en inglés).
Sin embargo, el doctor comentó que estaba eufórico por la contribución de su amiga a las primeras etapas de una vacuna que finalmente recibió casi USD 1.000 millones en fondos federales.
“Su trabajo hizo posible acelerar la ciencia detrás de las pruebas”, dijo Abumrad, de 76 años, el martes por la noche. “Sin duda, su financiación hizo que la investigación para la vacuna fuese 10 veces más rápida de lo que habría sido sin ella”.
En su intervención en el programa Today, de la NBC el martes, Parton, de 74 años, expresó su gratitud a quienes trabajan incansablemente para encontrar una vacuna que ayude a detener esta pandemia que ha matado a, por lo menos, 247.000 personas en los Estados Unidos.
“Estoy feliz de que cualquier cosa que haga pueda ayudar a alguien más y cuando doné el dinero para el fondo COVID, sólo quería que fuera para algo bueno”, resaltó. “Evidentemente así es. Esperemos que encontremos una cura muy pronto”.
Su amistad puede parecer improbable, pues une a un médico nacido en Líbano y a una trayectoria de la cultura pop que terminó por construir un parque de diversiones con su propio nombre. Pero después del accidente de auto, el dúo descubrió que ambos fueron pobres, niños de la montaña tratando de salir adelante, a pesar de que se criaron a más de 6.000 millas de distancia.
A pesar de ello, Abumrad dijo que Parton se convirtió en alguien en quien podía confiar. “Nuestras casas eran casi idénticas a las de donde crecimos”, comentó a The Post.
El hijo del médico, Jad Abumrad, al principio no le creyó a su padre cuando hablaba de su amiga Dolly. Incluso cuando su teléfono sonó y el nombre que escuchó fue “Dolly Parton”, permaneció escéptico ante la afirmación de su estoico padre de tener una amiga famosa.
“No es que pensara que estaba mintiendo, pero es algo muy extraño”, dijo Jad, de 47 años a través de un mensaje de texto. “No es el tipo de hombre que sale con las Dolly Partons del mundo”.
La verdadera prueba de esta amistad llegó a Jad, presentador del programa Radiolab, cuando quiso entrevistarla y le pidió a su padre que se la presentara. Cuando el padre y el hijo entraron a la oficina de Parton, en el centro de Nashville, las dudas de Jad se disolvieron.
“Fue entonces cuando pensé: ‘Bueno, vale, en realidad si conoce a Dolly’”, recordó Jad. Ese encuentro dio lugar a la serie de 2019, La América de Dolly Parton, un especial de nueve partes que explora su impacto en la música y en el mundo, así como la capacidad de la cantante para superar las divisiones más profundas de la sociedad.
Cuando Parton le preguntó a Naji Abumrad a principios de año sobre el coronavirus, ella quería aprender todo lo que pudiera sobre lo que se estaba haciendo para estudiar el virus, señaló el médico. Entonces, Abumrad le habló de los “emocionantes desarrollos” realizados en la investigación inicial de la vacuna por un equipo de Vanderbilt, dirigido por Mark Denison, médico y profesor de patología, microbiología e inmunología.
Poco después, con la nación en las primeras semanas de encierro, Parton quiso hacer su parte para ayudar. Anunció su regalo de siete cifras para la investigación del coronavirus el 1 de abril, haciendo una donación en honor a Abumrad, “mi viejo amigo”.
“Honestamente, nunca tuve que pedirle su apoyo para la investigación”, destacó Abumrad, quien describió a su amiga como “el ser humano más amable y filantrópico” que jamás haya conocido. “Ella fue quien lo sugirió”.
Aunque las prometedoras noticias sobre la vacuna de Moderna estaba lejos de ser un logro individual, Denison resaltó para The New York Times que la donación de USD 1.000.000 de Parton contribuyó en gran medida a financiar las “críticas” primeras etapas de investigación y las pruebas.
“Su dinero nos ayudó a desarrollar la prueba que usamos para demostrar que la vacuna Moderna estaba dando a las personas buena respuesta inmunológica, la cual podría protegerlas”, explicó Denison.
La importante reacción de esta semana al papel de Parton en el desarrollo de la vacuna ha dejado a los dos amigos abrumados, dijo Abumrad, pero también reafirmó su creencia en el rol de la ciencia para ayudar a tantas personas como sea posible.
Jad Abumrad, que ahora cree firmemente en la amistad de su padre con Parton, dijo que probablemente no es el único que está agradecido por la “extraña suerte” que los unió hace algunos años.
“Él ha pasado toda su vida dedicado a ayudar a la gente y ella es famosa por lo mismo”, resaltó. “Cada día, su amistad tiene un poco más de sentido para mí”.
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