La eventual reconstrucción de Notre Dame es ahora una conclusión inevitable. A pocas horas del incendio que destruyó gran parte de la catedral el lunes pasado, varios magnates prometieron más de un millón de dólares para devolver el ícono parisino a su aspecto original.
Incluso antes de que el humo se disipara, el magnate de artículos de lujo François-Henri Pinault anunció que su familia donaría 100 millones de euros (USD 112 millones) para la restauración. Del mismo modo, para no quedarse al margen, su rival Bernard Arnault –director ejecutivo de LVMH y el hombre más rico de Europa- prometió duplicar esa cantidad el martes por la mañana. La familia Bettencourt Meyers, dueña de L'Oréal, rápidamente igualó esa promesa. Y Patrick Pouyanne, director ejecutivo del gigante petrolero francés Total, ofreció otros 112 millones.
Los funcionarios aún están evaluando la magnitud de los daños, por lo que el costo de la reconstrucción de Notre Dame sigue siendo desconocido, pero estas y las muchas otras donaciones que están por venir deberían cubrirlo perfectamente.
Mientras tanto, la cascada de efectivo que se materializó de la noche a la mañana para salvar la catedral, ha despertado interés en Francia, país que se encuentra en medio de protestas por el aumento de la desigualdad social y cuyo líder es tachado regularmente como "el presidente de los ricos".
"Por supuesto, me parece agradable esta solidaridad", dijo Ingrid Levavasseur, una líder de los chalecos amarillos que desde mediados de noviembre ha participado cada sábado en una serie de manifestaciones, a menudo violentas. El flujo de donaciones confirmó esencialmente la crítica social más amplia del movimiento.
"Si ellos pueden dar decenas de millones para construir Notre Dame, entonces deberían dejar de decirnos que no hay dinero para apoyar la emergencia social", dijo Philippe Martinez, jefe del sindicato de la SGT.
El flujo de efectivo también ha despertado el interés en el exterior, con críticos que enfatizan en que los monumentos destruidos en lugares no occidentales, como algunos sitios antiguos del Estado Islámico, en Siria, apenas han inspirado un interés global.
"En tan sólo unas pocas horas del día de hoy se donaron 650 millones de euros para construir Notre Dame", escribió en su cuenta de Twitter el periodista Simon Allison. "En 6 meses, sólo se han prometido 15 millones de euros para restaurar el Museo Nacional de Brasil. Creo que esto es lo que algunos llaman 'privilegio blanco".
El Museo Nacional de Río de Janeiro fue reducido a cenizas en septiembre pasado.
Dentro y fuera de Francia, la inquietud se ha centrado en una disparidad percibida entre la preocupación por el destino de los hermosos monumentos y la preocupación por las luchas de la gente común y corriente.
En febrero, por ejemplo, las Naciones Unidas lanzaron un convocatoria récord de 4 mil millones para ayudar a Yemen, que se encuentra en medio de una crisis humanitaria. "Casi 10 millones están a un paso de la hambruna", dijo el secretario general António Guterres.
Horas después de su solicitud, llegaron aproximadamente 2.6 billones, una hazaña por sí misma, pero todavía lejos de la meta.
Notre Dame ofrece un contraste sorprendente: nadie fue asesinado, nadie se muere de hambre, pero los filántropos superaron las expectativas de donaciones rápida y eficientemente.
Se especuló inicialmente que los donantes multimillonarios contribuían a la reconstrucción de Notre Dame para recibir un generoso recorte de impuestos por parte del Estado. Usualmente, el gobierno francés le permite a las empresas y/o corporaciones una deducción de impuestos del 60 por ciento, sobre las donaciones hechas en el ámbito de la cultura.
"Los multimillonarios deberían pagar impuestos", tuiteó la economista Julia Cage, "no cuando les de la gana".
En medio de las crecientes críticas, algunos de los grandes donadores defendieron sus contribuciones, tanto Arnault como Pineaut dijeron que no estaban buscando beneficios fiscales.
Arnault dijo a los accionistas que su compañía familiar ya había alcanzado su límite máximo en deducciones fiscales por donaciones caritativas. "Es una controversia vacía", dijo Arnault. "Es bastante desalentador ver que en Francia se te crítica incluso por hacer algo en pro del interés general".
La familia Pineaut también publicó una declaración en la que dijo: "La donación para Notre Dame no estará sujeta a ninguna deducción de impuestos. La familia Pineaut considera que está fuera de toda duda una carga para los contribuyentes franceses".
La esposa de Pineaut, la actriz Salma Hayek, elogió en Instagram la participación sincera de la familia en la reconstrucción de la catedral parisina.
"Mi esposo y mi suegro son dos ciudadanos franceses generosos, que entienden profundamente la importancia de ese tesoro espiritual, cultural e histórico de París para el mundo", escribió Hayek.
Caroline Fourest, una escritora y feminista francesa, dijo que ella entiende la histeria colectiva que gira en torno a Notre Dame, aunque el duelo de la nación es diferente en comparación con los principales ataques terroristas como el de la revista Charlie Hebdo, la sala de conciertos Bataclan en noviembre de 2015, la celebración del día de la Bastilla en 2016 y la ocurrida en un mercado navideño en Strasburgo en diciembre pasado.
"Hay similitudes, principalmente en el sentido de que encontramos una verdadera comunión, como sucedió en París después de los ataques", dijo Fourest.
"No es la misma pérdida o la misma angustia, porque nadie murió", dijo. "Pero con Notre Dame temíamos perder una parte de la belleza que hace de París una ciudad tan dulce para vivir."