Washington – Pat Mulloy rebuscó en su bolsillo y sacó su billetera. "Te lo mostraré", dijo. La abrió un poco y lo encontró: una foto desgastada del presidente John F. Kennedy. Confesó que siempre la llevaba.
Tenía 19 años cuando conoció al entonces senador Kennedy en un viaje de campaña en Wilkes-Barre (Pensilvania). Estrechó la mano de Kennedy dos veces y le dijo: "Buena suerte, Jack". No senador, sino Jack. "Pensábamos que era de la familia", recordaba.
Mully, de 77 años, original de los suburbios de Alexandria (Virginia), contó la historia desde el Cementerio Nacional de Arlington junto a la tumba de su héroe en el 55 aniversario del asesinato de Kennedy en Dallas.
Reveló que hace la visita cada año.
En una mañana fría y ventosa, él y su esposa, Marjorie, de 73 años y ex voluntaria del Cuerpo de Paz, se encontraban entre las docenas de personas que habían subido la cuesta hasta el lugar donde Kennedy y su esposa, Jacqueline Kennedy Onassis, están enterrados.
Los visitantes venían de Georgia, Carolina del Norte o Estocolmo.
Se quedaban en silencio o murmuraban mientras la brisa agitaba las hojas de los árboles. Una campana tocaba cada hora. En la cima de la colina, la bandera de la mansión de Arlington se enredó con el viento y un halcón se elevó en lo alto.
"Ese presidente me gustaba", decía Mulloy, que llevaba una gorra verde de Notre Dame. "Hice campaña por él en 1960 y dediqué mi vida al servicio público gracias a él. Yo era el núcleo duro, me encantaba ese tipo".
Mulloy es un abogado retirado que trabajó durante muchos años al servicio del gobierno federal. "Presté servicios en el Departamento de Estado, el Departamento de Justicia… fui asesor general del Comité Bancario del Senado", recordaba.
"He pasado toda mi vida sirviendo a la gran república y él me inspiró a hacerlo", agregaba.
Mulloy tiene memorizada las últimas líneas del discurso de la toma de posesión de JFK. "Avancemos para liderar la tierra que amamos, sabiendo que aquí en la tierra la obra de Dios debe ser realmente nuestra", recitó.
"Me lo sé de memoria", señalaba.
Mulloy creció en Kingston (Pensilvania) cerca del río Susquehanna, donde Kennedy hizo campaña en octubre de 1960.
"Le estreché la mano. Lo escuché hablar. Y luego, cuando se iba, corrí tras el coche y le estreché la mano de nuevo. Le dije: 'Buena suerte, Jack'. Me miró y me dijo: 'Muchas gracias'".
Al igual que muchos de su generación, recuerda dónde estaba el día en que Kennedy fue asesinado por Lee Harvey Oswald.
Estaba en la escuela de posgrado de Notre Dame.
"Nunca lo olvidaré. Salí de la biblioteca y alguien dijo: 'Han disparado al presidente'. Corrí hacia una capilla y recité algunas oraciones. Fue uno de los días más tristes de mi vida".
Anteriormente, un admirador de otra generación se había detenido en la tumba, donde la llama eterna de Kennedy parpadeaba junto a un ramo de rosas blancas.
Colin Thompson, de 35 años, explicaba que se había mudado recientemente a Washington procedente de Dallas.
Recuerda que, cuando tenía seis años, su padre lo había llevado al lugar donde fue asesinado. "Recuerdo a mi padre diciendo: 'Justo allí, un gran hombre murió hace mucho tiempo'".
"En términos de la historia del mundo, esta es probablemente la persona que tengo más cerca de la que puedo pensar que realmente salvó al mundo", apostillaba.
Muchos consideran que Kennedy evitó la guerra nuclear gracias a su manejo de la crisis con los misiles cubanos de octubre de 1962, cuando Estados Unidos y la Unión Soviética se enfrentaron por los misiles que los soviéticos habían colocado en Cuba.
Finalmente fueron retirados después de un bloqueo de Estados Unidos contra Cuba.
"Con suerte, la posteridad lo recordará por esos momentos y no por su muerte. Medio siglo después de su muerte, él todavía está allí. Y eso hace que yo este aquí".
Como ex becario en el Departamento de Estado, dijo que una vez vio a la hija de Kennedy, Caroline, que luego fue embajadora en Japón, sentada sola en un pasillo.
"Recuerdo haberla mirado, y por un segundo sentí que lo estaba mirando a los ojos", decía.
Thompson afirmó que ahora trabaja para el gobierno federal en temas de seguridad nacional.
"No se puede hacer este trabajo sin entender la toma de decisiones, sin entender la crisis de octubre", añadió.
El hombre también era voluntario en el Cuerpo de Paz, la famosa agencia de ayuda extranjera que Kennedy estableció en 1961.
"Creo que su breve presidencia explotó en tangentes que aún resuenan hoy en día", subrayaba.
Cerca de allí, Chris O'Neill, de 50 años, un profesor de educación física de Morton Grove (Illinois), se paró junto a la tumba y susurró la historia de los Kennedy a su ahijada, Susie Richter, de 13 años.
"Solo quería que ella supiera más sobre nuestro país y la historia de nuestro país para que sea una mejor ciudadana. Lo bueno, lo malo y lo que aprendimos de todo esto", concluía.