Dentro de una tumba en miniatura, en medio de lo que solía ser una villa romana en expansión, se halló el esqueleto de un niño de 10 años que murió hace más de 15 siglos. Estaba de lado, con la boca abierta, dentro de la cual había una piedra caliza del tamaño de un huevo.
Los investigadores creen que la criatura, cuyo género aún se desconoce, murió después de que un brote de malaria afectara a la comunidad del siglo V que una vez habitó esta pequeña ciudad medieval situada en una colina y a más de 100 kilómetros al norte de Roma. La piedra tenía marcas de dientes, lo que llevó a los arqueólogos a creer que se había insertado deliberadamente en la boca del niño después de la muerte, una práctica antigua y extraña para evitar que el niño se levantara de entre los muertos y se propagara la mortal enfermedad.
Los arqueólogos llamaron a este tipo de rituales "entierros de vampiros". Los lugareños en la ciudad italiana de Lugnano, en Teverina, lo llaman "el vampiro de Lugnano".
"Sabemos que este tratamiento generalmente indica un temor a los no muertos, el miedo a que puedan regresar de la tumba para continuar propagando enfermedades a los vivos… Colocar la piedra en la boca del niño es una forma simbólica de incapacitarlos", dijo Jordan Wilson, un bioarqueólogo y estudiante de doctorado de la Universidad de Arizona que formó parte del equipo que desenterró los restos en el verano.
El descubrimiento es el más reciente entre varias docenas de restos que se han encontrado en la Necropoli dei Bambini, o el Cementerio de los Bebés, una villa romana abandonada que se convirtió en un gran cementerio de niños en algún momento a mediados del siglo V. Una comunidad que vivía entre el paganismo y el cristianismo, horrorizada por las muertes que no pudieron explicar, recurrió a la brujería y enterró a sus hijos a través de rituales, según dijo David Soren, un profesor de la Universidad de Arizona que ha supervisado las excavaciones arqueológicas en el sitio en las últimas tres décadas.
Estos hallazgos ofrecen una visión de una sociedad barrida por una enfermedad mortal y desconocida. Los arqueólogos dicen que esa situación pudo haber allanado el camino para el fin del Imperio Romano e incluso evitado que el bárbaro Atila el Huno terminara su invasión a Italia.
"Debe haber sido una situación en la que uno no sabe lo que sucede, no tienes idea… Uno intenta cualquier cosa por desesperación y escucha a quien sea que tenga una respuesta", apuntó Soren. "Es realmente misterioso".
Soren afirmó que se enteró del lugar del entierro en 1987, cuando trabajaba en un proyecto diferente en la isla de Chipre y fue invitado a visitar Lugnano, en la región italiana de Umbría, el centro de la brujería durante el Imperio Romano. Allí vio lo que quedaba de la villa, que era del tamaño de un centro comercial moderno. Encontraron restos de lo que había sido un comedor en forma de pirámide, cuartos de esclavos, un techo inclinado en cuatro lados y pinturas y mosaicos en las paredes. En medio de trincheras cubiertas de tierra estaban los restos de bebés, niños pequeños y fetos que habían sido enterrados junto a garras de cuervos, huesos de sapos, calderos de bronce llenos de ceniza y cachorros de sacrificio.
Los arqueólogos los denominaron "entierros desviados", o la antigua forma de enterrar a las personas que se temía que tenían habilidades sobrenaturales, como regresar de la muerte, o aquellos que habían violado las reglas de la sociedad.
"Esparcieron madreselva por todo el lugar", agregó Soren. "Estos ritos de magia se realizaban alrededor de estos cuerpos, lo que hace que este cementerio sea tan fascinante".
Soren y su equipo de arqueólogos han encontrado 51 restos de niños que, según las pruebas biomoleculares, murieron de malaria. Se cree que los fetos fueron condenados a la enfermedad antes de nacer. El niño más viejo hasta la fecha fue el de 10 años cuyo descubrimiento se anunció hace unos días. Los investigadores no han realizado un análisis adicional para determinar si el niño había muerto de malaria, pero la evidencia de un absceso dental, un efecto secundario de la enfermedad, sugirió que ese era el caso.
Cerca de la tumba del niño estaba el cuerpo de una niña de tres años, según informaron los arqueólogos. Sus manos y pies habían sido atados con piedras, otra forma de "entierro de un vampiro" para mantener alejado al mal. Ella también había muerto de malaria.
En el Imperio Romano las enfermedades se propagaban a través de los alimentos y el agua contaminados. Los pantanos eran un refugio para los mosquitos y creaban un ambiente perfecto para la malaria, que no se descubriría hasta el siglo XIX.
Lugnano no es el único sitio de entierros de vampiros. En Venecia, en el norte de Italia, una anciana del siglo XVI enterrada con un ladrillo en la boca —apodada "Vampiro de Venecia"— fue descubierta en 2009. En Northamptonshire, en Inglaterra, a unos 120 kilómetros al norte de Londres, un hombre del siglo III o IV fue encontrado el año pasado, y una piedra estaba en el lugar de su lengua.
Pero más allá de estos extraños descubrimientos, había seres humanos que vivían con miedo. "Es algo en lo que pensé mucho mientras trabajábamos en este proyecto. Parece que cuando los humanos nos enfrentamos a lo desconocido, a lo largo de nuestra historia, hemos reaccionado con miedo", dijo Wilson.
Y atrapados en medio de este miedo estaban los niños que murieron de dolor.
"Es bueno recordar que cuando encuentras algo como esto es una persona real que sufrió y que dejó una familia", relató Wilson. "Por más emocionante que sea para nosotros encontrar algo así y verlo desde un punto de vista científico, es importante no olvidar el aspecto humano de la situación".