El ex embajador del Vaticano en Estados Unidos, que provocó una tormenta en la Iglesia Católica el mes pasado al escribir una carta acusando a los Papas Benedicto y Francisco de tener conocimiento de la presencia de un acosador sexual, publicó una segunda carta, atacando nuevamente al actual Sumo Pontífice.
El arzobispo Carlo Maria Viganò volvió a acusar al Papa Francisco de que él sabía, desde al menos 2013, que el entonces cardenal Theodore McCarrick había acosado sexualmente a jóvenes, pero que Francisco permitió que McCarrick siguiera siendo un líder influyente en la Iglesia.
En el mes transcurrido desde la primera carta de Viganò, el Santo Padre se ha negado, en gran medida, a responder sobre las acusaciones del ex nuncio. Admitió ante los periodistas que ha hecho varias observaciones generales sobre las acusaciones, pero el Papa Francisco nunca ha negado o discutido directamente la afirmación de Viganò de que tenía conocimiento del comportamiento de McCarrick.
En su nueva carta, publicada el jueves a través de Internet, Viganò señaló que ve ese silencio como una prueba de culpabilidad: "Ni el Papa, ni ninguno de los cardenales en Roma han negado los hechos que afirmé en mi testimonio. El Qui tacet consentit seguramente se aplica aquí", escribió usando el término en latín que significa "el que está en silencio, está de acuerdo". Continuó: "Si niegan mi testimonio, solo tienen que decirlo y proporcionar documentación que lo respalde. ¿Cómo se puede evitar concluir que la razón por la que no proporcionan la documentación es porque saben que confirma mi testimonio?".
Los abusos de McCarrick salieron a la luz en junio, cuando fue destituido tras la acusación de un ex monaguillo que confesó que ese hombre había abusado de él hacía 50 años, cuando era un adolescente que se preparaba para la Eucaristía de Navidad. En las semanas posteriores, otro hombre dijo que McCarrick lo había maltratado cuando era menor de edad y señaló que había hostigado a seminaristas y otros sacerdotes adultos. El prelado de 88 años, que había servido como arzobispo de Washington de 2001 a 2006, renunció al Colegio de Cardenales en julio convirtiéndose en el primer cardenal que dejó la Iglesia tras ser acusado de abuso sexual.
Los católicos que ya estaban preocupados por la reciente renuncia de McCarrick también fueron sorprendidos por un informe del gran jurado de Pensilvania que, en agosto, documentó abusos perpetrados por más de 300 sacerdotes. Ese informe llevó a que fiscales generales de todo el país abrieran investigaciones sobre la Iglesia Católica. Y luego llegó la carta de Viganò.
En su nueva misiva, el hombre trató de explicar por qué sintió la necesidad de revelar los pecados de la Iglesia, incluso cuando reconoció la seriedad de criticar al propio Papa. "Mi decisión de presentar esos graves hechos fue para mí la decisión más dolorosa y seria que he tomado en mi vida. Lo hice después de largas reflexiones y oraciones y tras meses de profundo sufrimiento y angustia", subrayó.
Mantuvo su decisión en la nueva carta, cuyo encabezado decía Scio cui credidi, una frase latina del Nuevo Testamento que significa "sé en quién he creído".
También instó a los cardenales de la Iglesia a unirse a él en su cruzada para revelar lo que Francisco sabía sobre McCarrick, algo que hasta ahora la mayoría de los líderes de la Iglesia no han querido hacer. Específicamente, dijo que el cardenal Marc Ouellet, por su papel en la Congregación para Obispos del Vaticano, tiene documentos que pueden verificar lo que el Papa Francisco sabía, y le pidió que hiciera públicos esos informes.
Viganò también reclamó que el cardenal Daniel DiNardo, el presidente de los obispos de Estados Unidos, hablase sobre el caso McCarrick. DiNardo y el Papa Francisco se habían reunido recientemente en el Vaticano.
Antes de esa reunión, DiNardo había pedido una investigación sobre McCarrick. Varios días después del encuentro, los obispos estadounidenses dijeron que investigarían la conducta de McCarrick y anunciaron una serie de nuevos procedimientos para manejar los abusos cometidos por los obispos, sugiriendo que el Papa Francisco había negado la solicitud de DiNardo de que el Vaticano realizara una investigación en Estados Unidos.