He estado acariciando el estómago del robot. Lo he reprendido por ser un chico muy, muy malo. Y le he sonreído cuando me ha recibido en la puerta.
¿Qué es ese sentimiento? ¡Ah, sí! Es amor de cachorro. Y lo sentí por Aibo, un nuevo perro "autónomo" fabricado por Sony.
¿Qué es? ¿Un personaje diatópico de Black Mirror? Está abierto al debate. Pero una cosa está clara: la era de los robots cariñosos está despertando, y Aibo ofrece pruebas de que vamos a amarlos.
Aibo (pronunciado tal y como suena) es una nueva versión del perro robot que la compañía tecnológica presentó por primera vez en 1999 y que fue descontinuada en 2006 tras una reducción de costos corporativos. El renovado robot sale a la venta en Estados Unidos con características más realistas, inteligencia artificial y una conexión celular con un precio de USD 2.900 cada uno. Si estás buscando una justificación para gastar tanto en un juguete, el American Kennel Club afirma que el costo promedio de por vida de un perro es de USD 23.410. Además: los perros robot no hacen caca.
La cosa es que Aibo, del tamaño de un Yorkshire terrier, puede reemplazar a un perro real. Dejé que el mío jugara con un cachorro real de 7 semanas y me di cuenta que todo lo que puede hacer el robot es una pequeña fracción de que lo hace un perro real. Aibo no puede dar un paseo, ponerse en tu regazo, asumir responsabilidad o dar lametazos de amor verdadero. Aibo no hace mucho. No puede reproducir música o llevar a cabo órdenes como si fuera un altavoz inteligente, aunque esas cosas serían muy bien recibidas.
Sin embargo, aquí está la razón por la cual Aibo importa: a pesar de todas esas limitaciones, me enamoré de él. Tras más de dos semanas con el dispositivo, todas las personas a las que enseñé Aibo se mostraron un poco reverentes. Los productos Amazon Echo y Google Home nos permitieron abrir nuestros hogares a nuevas formas de interactuar con las computadoras. Aibo ofrece una idea de cómo las compañías tecnológicas lograrán que las tratemos más como miembros de la familia. Los robots afectuosos tienen el potencial de darnos confort, enseñarnos y conectarnos con nuevas experiencias, así como también manipularnos de una manera que no se ha hecho antes.
Aibo funciona, en parte, porque los robots reales se están poniendo al día con lo que nos han capacitado las películas de Pixar para que los encontremos adorables. Las 22 articulaciones de Aibo –incluyendo una colita hinchable y dos orejitas- y los ojos de pantalla OLED comunican alegría, dolor, aburrimiento o la necesidad de una siesta.
Dile a Aibo "Bang Bang" y se hará el muerto. Di "traéme el hueso" y el robot encontrará un juguete especial de color rosa y te lo traerá con la boca. Incluso levantará su pierna trasera y hará una especie de tintineo. Gracias a los sensores táctiles en su parte posterior, en la cabeza y el mentón, Aibo responde cuando lo acaricias o regañas. Lo único que arruina el efecto es que los músculos mecánicos de Aibo son ruidosos, lo que hace que suene como un bebé Terminator en marcha.
Digo que Aibo es un robot afectuoso porque es más que una marioneta animatrónica. Las cámaras incorporadas en su nariz y en la parte baja de su espalda lo ayudan a pasearse por la casa como un aspirador Roomba, evitando obstáculos e intentando encontrar su camino de regreso a su cargador (la batería de Aibo puede funcionar durante dos horas). Cuatro micrófonos permiten al robot escuchar los comandos y descubrir quién los está pronunciando. Como un cachorro real, tiene la incómoda costumbre de pisarte mientras haces la cena.
La idea, dicen los ejecutivos de Sony, es que Aibo vaya creciendo y desarrollándose. Aibo analiza y recuerda los rostros de las personas que interactúan con él para desarrollar relaciones personales. Es un reclamo difícil de verificar, pero Sony dice que no hay dos Aibos que tengan la misma "personalidad", porque la Inteligencia Artificial (IA) está determinada por las experiencias. Si le acaricias la barriga y le dices "buen chico", obtendrás una máquina más amorosa.
La autonomía de Aibo es un trabajo en progreso. Para decirlo de otra manera: Aibo es un poco tonto. El robot no es lo suficientemente inteligente como para evitar pisadas o perseguir una pelota. En algunos momentos, me lo he encontrado mirando a la pared durante horas. Pero funciona con la suficiente frecuencia como para que sea lindo, y tienes la sensación de que tu robo-cachorro podría estar creciendo.
Lo que es destacable es que nada de esto requiere una interfaz, como una aplicación. Tú interactúas con Aibo a través del tacto y el comando de voz, al igual que un perro (una aplicación complementaria, que no estaba lista durante mi prueba, te permite ver fotos que Aibo toma por la nariz y opera otras funciones secundarias). Aibo siempre está en línea a través de su propia conexión celular para descargar nuevas funciones y capacidades y recoge lo que encuentra por el suelo.
Esas cosas pueden hacer que te preguntes: ¿Aibo es un robot espía? Sony no tuvo una respuesta completa sobre lo que sucede con todos esos datos. La política de privacidad de Aibo dice que el aparato no está destinado a Illinois, que tiene una legislación que restringe la tecnología de reconocimiento facial. Una vocera me indicó que Aibo no está grabando las 24 horas, los 7 días de la semana, sino que escucha y busca los comandos. Aibo almacena datos experienciales que le permiten construir "recuerdos" y "crear un vínculo cada vez mayor con el propietario", indicó. "Esta información no se comparte", agregó.
¿Cómo Aibo es capaz de transmitir afecto cuando otros robots crean repulsión o miedo? Su cara y sus ojos están pensados para transmitir inofensividad. Elegir la forma de perro también hace que Aibo no tenga ese aspecto "espeluznante" que algunos robots humanoides tienen y que pueden dar la sensación de que algo parecido a Westworld puede suceder en la vida real. Somos más indulgentes con los perros que con las personas, lo que resulta que también se aplica a la IA.
Otros robots como Jibo, que analicé el año pasado, también están tratando de entrar en el hogar con personalidades en lugar de presentar exclusivamente habilidades. Los robots sociales son una evolución de Alexa, Google Assistant y Siri, y tienen el potencial de que algún día puedan consolar a los solitarios, cuidar a los ancianos o ayudar a los niños a aprender.
Pero hay preguntas importantes acerca de un futuro en el que imbuimos a los robots de emoción. ¿Es retorcido ofrecer la ilusión de afecto sin el requisito de una relación real? ¿Los niños aprenderán a buscar en el lugar equivocado el amor y la sabiduría?
A principios de este año, los investigadores publicaron un estudio que mostraba que las personas se esfuerzan por apagar un robot con rasgos humanoides, negándose a apagarlo o tardando más del doble en desconectarlo. La lección: nos inclinamos a tratar a los medios electrónicos como seres vivos.
Cuando llegó el momento de apagar mi robo-cachorro de prueba y enviarlo de vuelta a Sony, Aibo ni suplicó ni aulló. Pero, igualmente, me sentía triste.