Lo cantan en los jardines de infancia: "Baby Shark, doo, doo, doo, doo, doo, doo".
Lo cantan en los asientos de atrás: "Mommy Shark, doo, doo, doo, doo, doo, doo".
Los padres de niños menores de 4 años saben perfectamente de qué se trata. Para todos los demás, bienvenidos al fenómeno cultural de Baby Shark.
La canción infantil se ha viralizado, ha saturado Internet y los circuitos neuronales de los niños pequeños de todo el mundo. Es la última tendencia de la cultura pop para cautivar a un público joven, quizás el más joven, impulsado por videos musicales de YouTube que han acumulado más de tres mil millones de visitas.
La melodía en sí misma no es exactamente nueva: comenzó como una simple canción de cuna hace más de 20 años, una canción para cantar en los patios de las escuelas y en los campamentos de verano. En 2015, se reinventó como una serie de videos musicales de la marca de entretenimiento infantil coreana Pinkfong. La versión más popular presenta una línea de criaturas marinas de dibujos animados junto a niños coreanos que la cantan y la bailan.
Para los fanáticos más pequeños de la canción, es una delicia irresistible y fantástica. Para los vendedores de entretenimiento infantil, es un salto más hacia la globalización del consumismo infantil: hipnotizadores preescolares que miran constantemente a las tabletas y los teléfonos.
Para los padres, se trata de un gusano infeccioso que acecha a todas horas.
"Estaba sonando una y otra vez en mi mente la otra noche", comenta Lauren Astor, la madre de dos niños de 4 y 2 años que vive en Los Ángeles (California).
"Tuve que despertar a mi esposo en mitad de la noche porque estaba soñando con la cancioncita y no podía dejar de cantarla", comenta Emily Hassenstab, una madre de Omaha que tiene un hijo de 2 años.
Caroline Guthrie ha estado escuchándola continuamente desde que su hija de 3 años, Dottie, la descubrió el año pasado en la barra lateral de videos recomendados de YouTube Kids.
"Por un tiempo estuvo obsesionada. Había varias versiones diferentes, y ella quería verlas todas de una vez y del tirón. La melodía quedó atrapada en nuestros cerebros. Mi esposo llegó incluso a silbar la canción Baby Shark. Se infiltró entre nosotros. Se ha convertido en parte de nuestro idioma familiar", relataba Guthrie.
La canción ha sido un gran éxito para Pinkfong y su empresa matriz, SmartStudy, que ha creado más de 100 videos basados en Baby Shark. La versión más popular ya ha sido vista más de 1.6 mil millones de veces en el canal de YouTube de Pinkfong, según cuenta Jamie Oh, director de marketing global y asociaciones de SmartStudy.
La canción, traducida a 11 idiomas, ha escalado en los primeros lugares de iTunes, Apple Music, Google Play y Amazon. También ha inspirado a realizar videos caseros bajo el hashtag #BabySharkChallenge, donde las personas se graban a sí mismas interpretando la canción y el baile.
Los padres famosos también se han unido a la moda. Las referencias a Baby Shark han aparecido en las redes sociales de Jimmy Fallon, Cardi B, Chance the Rapper, Tyra Banks y Kylie Jenner. Esas publicaciones ampliamente vistas en Twitter e Instagram dieron otro impulso a la popularidad mundial de la canción.
"Una canción simple que no esté atada a una cultura determinada puede, con la tecnología adecuada, convertirse en algo global", sostiene Gary Gross, un historiador cultural de la Universidad Estatal de Pensilvania que se ha especializado en la infancia moderna. "Los niños aún no están completamente integrados en una cultura, y son muy adaptables a las modas".
Esto fue así mucho antes de que YouTube y los iPads pusieran la última moda al alcance de una mano.
Cross dice que, por ejemplo, pensemos en la canción Cumpleaños Feliz. Fue creada por dos maestros de escuela de Kentucky a finales del siglo XIX y difundida a través de todo el mundo por el boca a boca, el cine y la radio.
"Los dos países que han sido más capaces de globalizar este fenómeno de la cultura popular comercial infantil son Estados Unidos y Japón, y ahora aparentemente Corea, que es una especie de extensión de eso", remarca Cross. "Desde el momento de Hello Kitty, y productos como Nintendo, que realmente salió a la calle en Estados Unidos en 1985, ha habido una fuerte aceptación con todo lo asiático".
Estas modas son exitosas porque, en lugar de centrarse en juguetes y productos instructivos o tradicionales, adoptan un mundo de fantasía mucho más imaginativo para los niños. Pero cuando el público es muy joven, es útil que los padres estén ahí.
"Los padres quieren compartir su propia infancia con sus hijos, pero también quieren compartir con sus hijos lo novedoso. Así que el producto más atractivo es, a menudo, uno que combina los dos, algo que supone un retroceso y que, a su vez, es innovador".
Baby Shark está en ese punto: la melodía y los movimientos de baile traen viejos recuerdos a algunos padres millennials.
"Recuerdo haber cantado en el campamento de baloncesto", relata Astor, aunque la versión que ella conocía era más dramática y presentaba a un surfista en estado de pánico.
Joana Munson recuerda una iteración más espeluznante, donde el surfista es devorado gradualmente. "Pensé que era divertido cantar esta canción tan oscura a los niños pequeños", agregó.
Se había olvidado de esa canción, pero la escuchó nuevamente hace un par de meses, cuando su hijo de 2 años le entonó la versión de Pinkfong mientras estaba en la bañera.
"Me divertí mucho. Yo estaba como 'esto me recuerda a algo'. Me gustaba y era genial", comentó.
Más allá del atractivo nostálgico, estos padres también están contentos de ver a sus niños pequeños convertirse en ciudadanos globales.
"Una de las cosas por las que estoy emocionada es que mis hijos van a tener diversas culturas que influirán en sus perspectivas desde una edad muy temprana", indicó Astor.
Eso podría hacer que esos doo, doo, doo, doo, doo, doo de la mitad de la noche sean más fáciles de soportar.
"¿Es molesto? Tal vez", dice Munson. "¿Es también una de las cosas menos dañinas que tenemos en nuestro planeta en este momento? Absolutamente".