Caracas (Venezuela) – Era el sexto cumpleaños de Sheldon, y Mary Cruz Lema se vio en la necesidad de entregarlo.
Tras la profunda crisis económica de Venezuela, ella y su esposo habían estado luchando por alimentar a su amado Schnauzer blanco y negro. Sus salarios, ella como maestra de escuela, y él como enfermero, no equivalía a más de USD 10 al mes, apenas lo suficiente como para cubrir sus comidas para ellos y sus dos hijos.
En enero, su presupuesto era tan ajustado que se vio obligada a dejar de comprar champú para mascotas y comenzar a limitar sus comidas a una por día. En junio, su único sustento eran unas pocas verduras sobrantes. Sheldon, que había sido un animal divertido, se convirtió en un animal letárgico, que se mantenía sentado en un rincón.
"Miraba al perro y no podía dormir. Tenía que hacer algo urgentemente", relató Lema.
Así que dio un paso cada vez más común en esta nación en proceso de colapso: renunciar a la mascota familiar.
Si la vida en Venezuela se ha vuelto difícil para los humanos, se ha vuelto aún más difícil para muchas mascotas. Con un aumento de la inflación, los alimentos para perros y la atención veterinaria no están al alcance de millones de personas. Un kilo de comida para perros, por ejemplo, ahora cuesta el equivalente a tres semanas de salario para un trabajador con salario mínimo.
El resultado, dicen los especialistas en animales, ha sido una población de perros abandonados en las calles y un aumento del número de refugios con insuficientes fondos. Aunque no hay cifras oficiales confiables sobre el fenómeno, los funcionarios de ocho refugios en la capital, Caracas, señalaron que habían visto un aumento de aproximadamente el 50 por ciento en el número de mascotas en sus instalaciones este año. Al mismo tiempo, las adopciones de mascotas han disminuido hasta en un tercio.
"Las personas se ven obligadas a elegir sus prioridades, los perros, en su mayoría, no lo son" apuntó Esmeralda Larrosa, propietaria de la Fundación de Animales Kauna, un refugio en Caracas. Su refugio ahora está luchando por alimentar a sus 125 perros, incluidos 15 que llegaron hace dos semanas. "El aumento del abandono que estamos viendo es una locura", comentó.
Docenas de perros, muchos de ellos demacrados, languidecían dentro del Refugio de Evelia, al este de Caracas. El olor a orina de perro se impregnó en el ambiente, un aroma difícil de eliminar en una ciudad donde el agua corriente llega solo de manera intermitente a negocios y hogares. Un pequeño y esquelético caniche negro, traído una semana antes, estaba sentado en una esquina. Un golden retriever de 1 año, recientemente entregado por un hombre que no podía alimentarlo, vagaba por el jardín.
"Todos los días son increíblemente tristes", decía Aida López Méndez, de 52 años, una de las propietarias del refugio. "Nunca pensamos que la situación pudiera volverse tan trágica".
A medida que aumentan los precios de los bienes y servicios, apuntó Larrosa, se vio obligada a suspender la mayoría de las vacunas y los tratamientos médicos para los animales. Las inyecciones de anestesia para operaciones con animales, por ejemplo, pueden costar grandes sumas de dinero.
Al mismo tiempo, las donaciones a los refugios han disminuido drásticamente. Para subsistir, Larrosa está alimentando a sus perros con piezas de carne desechadas de un restaurante cercano. Y nuevos animales están llegando en condiciones cada vez peores.
"En la mayoría de los casos, recibimos perros desnutridos", reveló. Tres de esos perros fueron dejados en su puerta el mes pasado. Dos murieron en pocas semanas.
Tanta para las mascotas como para las personas, es probable que la crisis empeore. Los problemas de este país petrolero son el resultado de una combinación de factores, que incluyen precios más bajos del petróleo, corrupción y políticas socialistas fallidas. En un intento por estabilizar la economía, el presidente Nicolás Maduro, sucesor de Hugo Chávez -que murió en 2013-, anunció un aumento del salario mínimo del 3.000 por ciento el mes pasado.
Hasta ahora, sin embargo, esa medida y otras parecen haber fracasado, y los precios de los productos básicos casi se han duplicado.
Algunos refugios están considerando cerrar una vez que puedan colocar a todos sus perros.
"Es una situación crítica porque tenemos que gastar tres veces más de lo que solíamos para mantener a cada animal", lamentó Mariant Lameda, propietaria de la Red de Apoyo Canino, que tiene 270 perros. Solo uno ha sido adoptado este año, en comparación con los 13 del año pasado y más de 200 en 2015.
La crisis está obligando a personas como Johnny Godoy, un hombre de negocios de 40 años, a tomar decisiones desesperadas sobre sus mascotas. Incapaz de salir adelante con el dinero que gana vendiendo productos de papel, Godoy planea mudarse a Perú, en un trayecto de más de 3.200 kilómetros. Pasó meses tratando de encontrar una familia con la que pudiera dejar a su pinscher de 6 años.
"Debido a la situación del país, es difícil encontrar a alguien que quiera quedarse con ella. Pero no puedo llevarla. Me voy en autobús y todavía no sabemos cuánto tiempo tardaremos en establecernos. Vamos a extrañarla".
Para Lema, la maestra, despedirse de su perro fue una de las experiencias más traumáticas de su vida. En esa mañana de finales de junio, salió de casa con Sheldon, acompañada de sus dos hijos, al tiempo que los representantes del grupo de ayuda humanitaria llegaban en auto para recoger a la mascota. Los tres lloraban. Su hijo, autista, estaba realmente angustiado.
Ella le entregó a los trabajadores la almohada púrpura de Sheldon, su pequeña colcha roja y el perro. Cuando el vehículo comenzó a alejarse, su hijo de 13 años comenzó a golpear la ventanilla del auto gritando por su mascota.
Lema confesó que se guardó la placa de identificación de Sheldon como recuerdo.