Ella hizo el descubrimiento, pero un hombre recibió el Nobel: medio siglo después, ganó un premio de 3 millones de dólares

Por Antonia Noori Farzan

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La científica Jocelyn Bell Burnell
La científica Jocelyn Bell Burnell en una foto de archivo (Universidad de Dundee)

Cuando en 1965, Jocelyn Bell Burnell comenzó sus estudios de doctorado en física en la Universidad de Cambridge, estaba convencida de que habían cometido en un error al admitirla. "No soy lo suficientemente brillante para este lugar", recuerda ahora.

No ayudó que ella fuera una de los únicas mujeres en su programa de posgrado. Y Cambridge era mucho más próspero que cualquier otro lugar donde había vivido antes. Ambos factores probablemente contribuyeron a su síndrome del impostor, según dijo a The Washington Post, "aunque, por supuesto, no conocíamos ese término entonces". (El síndrome del impostor tiene que ver con las personas que piensan que no merecen el éxito que han alcanzado y se sienten un fraude)

La respuesta de Bell Burnell fue trabajar tan duro como pudo. Si de todos modos la echaban, pensó, sabría que no era lo suficientemente inteligente como para estar en Cambridge.

Su diligencia terminó dando sus frutos. Dos años después de su llegada a Cambridge, Bell Burnell descubrió los primeros púlsares, un revolucionario hallazgo que el jueves le valió el premio Breakthrouh de USD 3 millones en Física Fundamental, que anteriormente fue otorgado, entre otros a Stephen Hawking.

Bell Burnell fue la que
Bell Burnell fue la que en realidad descubrió la presencia de púlsares en la Vía Láctea (Cortesía de Robin Scagell y la Fundación Breakthrough)

Es un reconocimiento que muchos le han hecho durante mucho tiempo. El director del doctorado de Bell Burnell ganó un Premio Nobel por el mismo descubrimiento, pero en 1974.

Al igual que las estrellas de Hidden Figures y la investigadora del ADN, Rosalind Franklin, la historia personal de Bell Burnell encarna los desafíos que enfrentan las mujeres en el campo científico. Nacida en Irlanda del Norte en 1943, luchó para seguir tomando clases de ciencias después de los 12 años. "La suposición era que los niños harían ciencia y las niñas cocinarían y bordarían", dijo a The Washington Post. "Fue una suposición tan firme que ni siquiera se discutió, por lo que no había otra opción en el asunto", agregó.

En su tercer año en la Universidad de Glasgow, ella era la única mujer matriculada en la escuela de honores de física. Ella admitió que los hombres le silbaban y le decían cosas molestas cuando entraba en el aula.

"Aprendí a no sonrojarme. Si te sonrojas, simplemente ellos se ponen más fuertes", relataba.

En Cambridge, el sexismo fue algo más sutil. Cuando Bell Burnell se comprometió, la suposición automática fue que pronto abandonaría el programa académico, ya que todavía se consideraba infame que las mujeres casadas estuvieran trabajando. "Tuve la sensación de que, como estaba abandonando la universidad, probablemente ya no valía la pena invertir en mí", explicó.

Luego, en 1967, Bell Burner alertó a su jefe de doctorado, Antony Hewish, sobre "algo inclasificable" en la lectura del radiotelescopio que estaba a cargo de monitorear. Era el tipo de detalles que otros podrían haber ignorado o pasado por alto.

"No parecía que lo hubiera hecho un hombre: se movía entre las estrellas, manteniendo el ritmo con las constelaciones", señaló a The Guardian en 2009. "Calculamos que estaba a 200 años luz de distancia, mucho más allá del Sol y de los planetas, pero aún dentro de nuestra galaxia, la Vía Láctea".

Como broma, etiquetaron ese hallazgo com LGM-1 que significaba "Little Green Men" ("Pequeños hombres verdes"). Cuando Bell Burnell regresó al observatorio a las 3 de la madrugada en una fría noche de diciembre, tuvo lo que llamó un momento de "¡Eureka!".

"Descubrí otras dos señales misteriosas. Eran unos extraños cuerpos astrales que transmitían destellos de radiación a medida que giraban, que barrían el espacio como el rayo de un faro. Lo llamamos púlsares".

El descubrimiento de los púlsares terminó siendo "una de las mayores sorpresas en la historia de la astronomía, transformando, de una manera más drástica, las estrellas de neutrones de la ciencia ficción a la realidad", dijo el comité del Premio Breakthrough en un comunicado de prensa. "Eso condujo a varias determinantes pruebas de la Teoría de la Relatividad de Einstein, y a una nueva comprensión del origen de los elementos pesados en el universo".

Cuando Bell Burnell y su director publicaron en 1968 un documento que detallaba los hallazgos, atrajo la atención internacional. Ella relató a The Guardian que los medios no sabían qué hacer con una joven científica que había logrado un gran avance.

"Los fotógrafos decían '¿podría desabrocharse algunos botones de su chaqueta, por favor?'", recordaba. "Los periodistas me preguntaban cuántos novios tenía".

Luego, Hewish, su jefe, recibió el Premio Nobel de Física de 1974 "por su papel decisivo en el descubrimiento de los púlsares".

No se sorprendió al ser ignorada por el comité del Nobel, según confesó en una entrevista reciente con Science News. Así era como funcionaban las cosas en aquel entonces: los profesores, no los estudiantes, obtenían el crédito.

"En ese momento, la imagen que la gente tenía de la ciencia era de un hombre mayor, y siempre era un hombre, con un equipo de gente más joven trabajando para él. Y si el proyecto salía bien, ese hombre era el que recibía los elogios. Si el proyecto salía mal, el hombre era el culpable".

En estos días, el desprecio por parte de la organización del Nobel es citado, a menudo, como un ejemplo de cómo las contribuciones de las mujeres a la ciencia se borran o se pasan por alto. Pero Bell Burnell, que actualmente enseña astronomía en la Universidad de Oxford, dice que eso no le molesta.

"Siento que me fue bien al no obtener el Premio Nobel. Si recibes un reconocimiento así tienes una semana fantástica y luego ya nadie te da más. Si no tienes un Nobel, tienes otra cosa. Casi todos los años ha habido algún tipo de celebración por otro premio. Eso es mucho más divertido", declaró.

En cuanto a los USD 3 millones, Bell Burnell no planea quedarse con nada de eso.

"No necesito un Porsche o un Ferrari. No tengo un estilo de vida adinerado", dijo a The Washington Post.

En cambio, el dinero se destinará a la creación de becas para personas pertenecientes a minorías que quieran estudiar física. Los fondos serán administrados por el Instituto de Física del Reino Unido. Bell Burnell tiene la esperanza de que tener una gama más diversa de personas en ese campo conducirá a nuevos descubrimientos.

"Quizás, tener a algunas personas que sufren del síndrome del impostor no es algo malo", sentenció.

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