Managua (Nicaragua) – Héctor Saballos, miembro del movimiento estudiantil clandestino de esta zona, está sentado en una mesa de un centro de acogida de una iglesia mientras piensa en cómo repartir arroz, frijoles y medicinas a sus amigos que están escondidos. Sus botas están manchadas de sangre, y su dedo está roto a causa de un tiroteo que ocurrió hace poco. Él está preocupado por su novia, que está en el hospital recuperándose de las heridas de bala.
Hace unos meses, Saballos, de 29 años, estudiaba ingeniería mecánica. Cuando el gobierno del presidente Daniel Ortega anunció cambios en el sistema de seguridad social -con violentas protestas en todo el país-, Saballos se unió a las marchas. A medida que las fuerzas de seguridad comenzaron a matar a los manifestantes, él organizó algunas de las barricadas, luchando con morteros, armas y rocas.
Ahora él está en busca y captura.
"No tenía preparación para esto. No tengo entrenamiento militar ni táctico. Crecí en una granja y sabía cómo usar un arma. Pero Ortega está destruyendo los derechos humanos en este país. Está ignorando la separación de los poderes gubernamentales. Podemos perdonarlo por eso, pero no podemos perdonarlo por haber matado a la gente".
Los estudiantes están en el corazón del movimiento que se opone a Ortega, que ha estado en el cargo durante 11 años y fue reelecto por última vez en 2016. En los últimos años, Ortega se ha vuelto cada vez más autoritario, castigando a quienes hablan en su contra y reprimiendo durante las protestas. Más de 300 personas han muerto desde que comenzaron las manifestaciones en abril, muchas de ellas jóvenes, según varios grupos de derechos humanos.
Los estudiantes han sido prominentes en la política nicaragüense durante décadas, con campus universitarios actuando como centros de activismo durante la revolución sandinista que triunfó en 1979, expulsando al dictador Anastasio Somoza y llevando a Ortega y sus camaradas al poder. Ortega perdió unas elecciones en 1990, pero regresó a la presidencia en 2007.
Hasta hace poco, sin embargo, los estudiantes no habían ocupado un lugar central en los movimientos de oposición, aunque a veces se involucraban en temas como el medio ambiente.
"Pensé que solo eran millennials que se preocupaban principalmente por los videojuegos y vivían vidas paralelas en la red", comenta Marie Antonia Bermúdez, profesora de literatura de la Universidad de América Central (UCA). "Pero estaba equivocada".
Con los partidos de oposición de Nicaragua débiles y divididos, los estudiantes han asumido un papel principal en las protestas. En la primavera comenzaron a apoderarse de las universidades, construyendo barricadas para luchar contra la policía y las milicias progubernamentales. Las fuerzas militares se mudaron recientemente y ocuparon los campus, pero los estudiantes han alcanzado un estatus icónico entre muchos nicaragüenses. CD's con canciones como Gracias Estudiantes se pueden comprar en los mercados locales. El graffiti que bordea las calles de Managua elogia la valentía de los jóvenes que protestan.
Los manifestantes han exigido que Ortega dimita y se lleven a cabo elecciones anticipadas.
Ortega ha afirmado que sus oponentes políticos y los cárteles de la droga están detrás de los combates e insistió en que permanecerá en el cargo hasta las elecciones de 2021. Grupos internacionales y locales de derechos humanos atribuyen la mayor parte de la violencia a las fuerzas de seguridad del gobierno y sus aliados.
Para los estudiantes, la crisis que atraviesa el país ha significado una interrupción completa de sus vidas. La mayoría de las universidades han estado cerradas durante tres meses. Muchas becas no han sido desembolsadas. Muchos estudiantes han regresado con sus familias en el campo porque no tienen dinero, y con la economía en una espiral descendiente, hay pocas posibilidades de encontrar trabajo. Otros han huido del país.
Vinicio González, de 24 años, conocido en el movimiento estudiantil como "Yankee" debido a su piel clara, fue estudiante en la Universidad Centroamericana (UCA) de Nicaragua antes de unirse a los manifestantes que lanzaban piedras durante los enfrentamientos con la policía. Había planeado tocar en un festival de baile folklórico en Costa Rica este verano. En cambio, se está escondiendo con Saballos en la iglesia.
"Las piedras no pueden hacer nada contra las armas", dijo entre lágrimas. "Pero tengo que tomar estos riesgos. Nuestros amigos han sido asesinados y nuestros derechos eliminados".
Kim Angeles, de 23 años, tenía una beca completa para la UCA y estaba estudiando sociología. Ahora pasa gran parte de su tiempo en un centro de acogida. Sus padres creen que va a la iglesia porque ella no le dice la verdad: que va a las protestas.
"Mi mayor temor es ser violada. Somos solo estudiantes. No sabemos cómo pelear", señaló.
En este país dividido, la situación de Angeles se complica por el apoyo de su padre y su tío a Ortega.
"Mi padre cree que los estudiantes de la resistencia deberían ser asesinados", relató.
Regis Gonzalez, de 20 años, es un estudiantes de medicina que ayudó a los estudiantes heridos durante una protesta. Dijo que fue arrestado e interrogado durante 12 horas por la policía.
"Después de que me interrogaran, comenzaron a escribir en un pedazo de papel. Miré hacia abajo para ver qué estaban escribiendo. Habían puesto 'terrorista' en el espacio para mi nombre. Me sorprendió", indicó.
Fue liberado y continuó asistiendo a las protestas. Ahora, dijo, la policía emitió una orden de arresto contra él, acusándolo de ser un terrorista. Ha estado viviendo en la clandestinidad en un centro de acogida.
"Continuaré luchando contra la opresión política. No olvidaremos una sola gota de sangre derramada por nuestros amigos que fueron asesinados", cuenta.
Los profesores también enfrentan dificultades. A muchos no se les ha pagado durante tres meses -desde que se suspendieron las clases- y no pueden ir a sus oficinas o investigar en la biblioteca.
"Estoy viviendo de los ahorros. Asisto a los funerales de mis alumnos. Todo mi departamento ha huido a Costa Rica", relata Bermúdez, la profesora de literatura.
Sergio Ramírez, ganador del Premio Cervantes 2017, el premio literario más prestigioso de Iberoamérica, dijo que grupos estudiantiales a favor de Ortega han reprimido la investigación intelectual y han realizado amenazas en los campus.
"Somoza nunca pudo controlar las universidades", recordó Ramírez, que se desempeñó como vicepresidente de Ortega desde 1985 hasta 1990, pero ahora es abiertamente crítico con su administración. "Ortega ha sido capaz de controlarlas".
Saballos subrayó que las agencias gubernamentales emiten becas, lo que hace que muchos estudiantes teman hablar en público.
"Saben que si dicen algo en contra de Ortega, no obtendrán becas", lamentó.
Bermúdez, la profesora, indicó que los estudiantes operan de manera diferente a lo que hizo su generación durante el levantamiento sandinista, que fue inspirado por líderes de la revolución cubana como Fidel Castro o Che Guevara.
"Ven a nuestra generación de sandinistas como unos fracasados. No quieren crear grandes líderes como el Che o Fidel", dijo. "Operan más como un grupo. Solíamos decir 'Libertad o Muerte'. Ellos dicen 'Sé libre… y vive'".