Salvó la vida del presidente Kennedy durante la Segunda Guerra Mundial gracias a un mensaje tallado en un coco

Por Jessica Contrera

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El presidente John F. Kennedy junto a William F. Liebenow (fotografía familiar de Liebenow)
El presidente John F. Kennedy junto a William F. Liebenow (fotografía familiar de Liebenow)

Fue un coco que envió William F. Liebenow en una misión para rescatar al hombre que, años más tarde, se convertiría en presidente.

Era un oficial tenaz de la Marina durante la Segunda Guerra Mundial y los actos de heroísmo de Liebenow se extendieron desde las aguas del Pacífico Sur hasta las playas de Normandía. Había que evadir al enemigo, lanzar torpedos y rescatar a más de 60 hombres de un barco que se hundía. Pero, a pesar de haber sido partícipe en esos episodios, él no sería recordado por nada de eso.

Todos querían saber sobre el momento en que salvó la vida de John F. Kennedy.

La historia fue recordada ya que Liebenow, que murió el año pasado a los 97 años, fue enterrado en el Cementerio Nacional de Arlington. Bajo un cielo despejado de un día inusualmente fresco de agosto, las cenizas del ex teniente fueron llevadas en un carruaje de caballos a una colina cubierta de hierba, a un kilómetro del lugar donde Kennedy está enterrado junto a una llama constantemente prendida.

La teniente Danielle Garbarino entrega una bandera a Lucy Liebenow durante el funeral de su marido, William ( The Washington Post / Matt McClain)
La teniente Danielle Garbarino entrega una bandera a Lucy Liebenow durante el funeral de su marido, William ( The Washington Post / Matt McClain)

Aunque los hijos de Liebenow se mostraron muy agradecidos por el honor, ellos señalaron que su padre se habría sentido avergonzado por toda esta conmemoración. Él no era un ser que se jactaba de su pasado. Su familia conoce el alcance total de sus logros gracias a los periodistas, historiadores y documentalistas que contactaron a su padre en los últimos años, esperando capturar las historias de "la generación más grande" antes de que los que los recuerdos se desvanecieran.

"No había mucho de eso", les contestaba Liebenow, y luego, con la despreocupación de alguien que relata un trayecto al supermercado, recordaba esa noche de 1943.

Liebenow se había unido a la Marina tras Pearl Harbor. Casi dos años después, estuvo destinado en las Islas Salomón, un archipiélago al este de Australia y Nueva Guinea. Uno de sus compañeros era un capitán de 26 años de Massachusetts, "Jack" Kennedy.

Ambos era comandantes de patrullas torpederas, más conocidas como PT. Estas veloces naves hechas de madera albergaban a una docena de hombres, cuatro torpedos mortales y tres poderosos motores. Durante una patrulla nocturna, el bote de Kennedy no pudo salir lo suficientemente rápido y fue embestido por un destructor japonés.

El PT-109 fue partido en dos. Su motor, alimentado por gas de alto octanaje, explotó. Dos hombres resultaron muertos. Los otros se aferraron a la parte delantera flotante del barco.

En un momento dado, Kennedy y 10 sobrevivientes nadaron durante cuatro horas hasta llegar a una pequeña isla desocupada en la que esperarían la ayuda. Durante seis días, subsistieron con cocos y esperanza.

Kennedy intentó mover a su tripulación hacia otra isla cercana. Trató de nadar en el océano por la noche, pensando que podría ser capaz de interceptar otro bote PT. Pero en la isla donde los marineros de Kennedy estaban, los líderes asumieron que la explosión no había dejado sobrevivientes. Ningún bote de rescate se estaba dirigiendo hacia allí. El hombre que llegaría a convertirse en el 35º presidente parecía destinado, en este punto, a sobrevivir solo unos pocos días más.

Un músico de la Marina toca una canción durante la ceremonia celebrada en el Cementerio Nacional de Arlington en la que se rindió tributo a William F. Liebenow (The Washington Post / Matt McClain)
Un músico de la Marina toca una canción durante la ceremonia celebrada en el Cementerio Nacional de Arlington en la que se rindió tributo a William F. Liebenow (The Washington Post / Matt McClain)

Entonces, dos isleños del Pacífico que pasaban en una canoa vieron a los miembros de la tripulación. Eroni Kumana y Biuku Gasawere fueron dos de los muchos hombres que habían sido reclutados por las fuerzas occidentales para ayudar a combatir la guerra que acabó con la seguridad de sus islas y su forma de vida. Aunque Kennedy estaba seguro del lado en que estaban estos isleños, sabía que existía la posibilidad de que su canoa volviera a un lugar ocupado por los aliados. Necesitaba una forma de enviar un mensaje a ellos.

Kumana en 2007: se le atribuye haber ayudado a salvar las vidas del presidente John F. Kennedy y de otros miembros de la tripulación PT-109 durante la Segunda Guerra Mundial. (MCC Shawn P. Eklund / US Navy vía AP)
Kumana en 2007: se le atribuye haber ayudado a salvar las vidas del presidente John F. Kennedy y de otros miembros de la tripulación PT-109 durante la Segunda Guerra Mundial. (MCC Shawn P. Eklund / US Navy vía AP)

Él no hablaba su idioma. Él no tenía ningún papel. Tenía un cuchillo y una isla llena de cocos.

Él agarró uno y comenzó a tallar. "11 VIVOS…", escribió. "NECESITAN BARCO PEQUEÑO".

Coco original con el mensaje de rescate fue inscrito por Kennedy para rescatar a la tripulación del PT-109 y entregado por nativos, Biuku Gasa y Eroni Kumana, de las Islas Salomón.
Coco original con el mensaje de rescate fue inscrito por Kennedy para rescatar a la tripulación del PT-109 y entregado por nativos, Biuku Gasa y Eroni Kumana, de las Islas Salomón.

Funcionó. El coco fue llevado a un observador de la costa australiana, que transmitió el mensaje a la base de Estados Unidos en la isla de Rendova. Pero cuando llegó, los altos mandos de la Marina se mostraron escépticos. ¿Podía este coco ser una trampa para atraer a los combatientes de Estados Unidos a una emboscada?. Se decidió que sólo un barco podría ser sacrificado para un intento de rescate. Si la misión no hubiera tenido éxito, si su enemigo interceptaba la tripulación en su camino, Kennedy y sus hombres no se habrían salvado.

Setenta años después, cuando los historiadores le preguntaron a Liebenow por qué su bote, el PT-157, había sido elegido para dicho trabajo, a veces decía la verdad: era "el mejor barco del Pacífico Sur". A menudo prefería repetir una de las bromas de los miembros de su tripulación: "Fuimos los más prescindibles".

Caroline Kennedy, la única hija viva del presidente JFK, dejó una nota frente a la tumba de Liebenow en el Cementerio Nacional de Arlington (The Washington Post / Matt McClain)
Caroline Kennedy, la única hija viva del presidente JFK, dejó una nota frente a la tumba de Liebenow en el Cementerio Nacional de Arlington (The Washington Post / Matt McClain)

Entraron en el agua, con Liebenow al mando. Tenían que llegar a Kennedy lo más rápido posible, pero tenían que hacerlo lo suficientemente lento para no alertar a los barcos japoneses de su presencia.

John Kersey, que escribiría la famosa épica neoyorquina Hiroshima, describió lo que sucedió en 1944. Cuando Kennedy vio el PT-157 gritó: "¿Dónde diablos han estado?"

"Tenemos algo de comida para ti", respondió Liebenow.

"No, gracias. Acabo de comerme un coco", le dijo.

La epopeya del barco PT y el coco se convertiría en una tradición de Kennedy. Diecisiete años después de su rescate, Liebenow ayudó a Kennedy a hacer campaña en Michigan. El candidato señaló que regularmente se reunía con veteranos que habían estado en el bote que lo rescató en el Pacífico Sur.

"Lieb, si recibo los votos de todos lo que dicen haber estado en el bote el día del rescate, tendré una victoria arrolladora", le decía.

Cuando ganó, Kennedy mantuvo esa cáscara de coco, que había convertido en un pisapapeles, en su escritorio de la Oficina Oval.

Durante su presidencia, John F. Kennedy decoró su escritorio con una serie de elementos que tenían un significado personal. Estos objetos fueron veleros, un diente de ballena ornamentado y varios recuerdos navales y el coco tallado.
Durante su presidencia, John F. Kennedy decoró su escritorio con una serie de elementos que tenían un significado personal. Estos objetos fueron veleros, un diente de ballena ornamentado y varios recuerdos navales y el coco tallado.

Para entonces, Liebenow ya estaba casado y tenía dos hijos. Trabajó como químico para el ferrocarril de Chesapeake y Ohio. Era un héroe que parecía feliz de haberse convertido en un tipo normal.

"Vivió su vida como Clark Kent", comentaba Bridgeman Carney, que entrevistó a Liebenow al final de su vida. Aunque en un principio contactó a Liebenow para hablar de las embarcaciones PT, Carney acabó sacando un libro llamado First-up: Chronicles of the PT-157.

Lt. John F. Kennedy en 1942 a bordo del PT-109. (Handout / Reuters)
Lt. John F. Kennedy en 1942 a bordo del PT-109. (Handout / Reuters)

Quería conmemorar no solo nombres y números, sino un recuerdo que él y los hijos de Liebenow sentían que estaba desapareciendo. En una entrevista el día antes del entierro en Arlington, el hijo de Liebenow, Mike, describió la guerra en la que luchó su padre como radicalmente diferente a lo que vio en Vietnam, o lo que sus hijos, que también estaban en el ejército, vieron en Afganistán.

"En aquel entonces, este país estaba unido. No ha sido así desde entonces", replicó.

Recordando la manera en que su padre elogiaba y hablaba de sus funciones en el ejército, la familia Liebenow, al principio, dudaba de si un periodista debía asistir a la ceremonia en Arlington. Su hija, Susan Liebenow, dijo: "Mi papá siempre decía, 'solo hacía mi trabajo'".

Al lado de donde reposan sus restos había una corona y un manojo de flores rojas y blancas. En un pequeño pedazo de papel había una nota de Caroline Kennedy, la única hija sobreviviente del presidente. Fue firmado "con el más profundo aprecio".

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