Bettyhill, Escocia – Desde su bungalow, Andreas Herfurt mira hacia el cementerio de la aldea, el lugar final de su trabajo. Durante casi 20 años, el alemán se ha desempeñado como médico de esta ciudad, situada en la costa norte de Escocia.
"Esos no son solo mis antiguos pacientes", dice Herfurt señalando las tumbas que rodean la antigua iglesia. "Son mis vecinos y mis amigos. He aprendido de la peor manera toda la verdad sobre la atención médica, de la cuna a la tumba", apunta.
Herfurt es el médico de familia del Servicio Nacional de Salud (NHS por sus siglas en inglés) para 850 almas en una práctica rural de 1,046 kilómetros cuadrados. Este es un lugar donde el acogedor pub del pueblo, el Farr Bay Inn, conocido con el nombre de FBI, tiene una sala del tamaño de un armario, la única opción de restaurante en invierno es una tienda de fish and chips, y las ovejas superan en número a los humanos.
Este hombre, de 53 años, que nunca se convirtió en ciudadano británico, dice que ha amado su vida en el NHS, el sistema de cuidado de salud universalmente admirado del Reino Unido. Él ha ganado un buen dinero si lo comparamos con los estándares europeos. Y vive en medio de la nada, con su esposa escocesa y un enorme perro.
"Pero no sé cuánto tiempo más nos quedaremos", comenta durante un receso en su clínica situada cerca de Armadale.
"En los términos más sencillos y emocionales, porque soy humano, me pregunto: ¿lo quiero?", remarca.
El médico alemán, en estos momentos, no está solo. Hay muchos más que tienen esos mismos sentimientos, lo que podría significar un desastre para el servicio de salud británico.
Al igual que Herfurt, muchos de sus compañeros europeos en el NHS dicen que estaban atónitos por el Brexit, el voto de Gran Bretaña en un referéndum celebrado en junio de 2016 para abandonar la Unión Europea. La salida, que no fue respaldada por la mayoría de los votantes de Escocia o Irlanda del Norte, está programada para marzo de 2019.
En una encuesta realizada a finales del año pasado, la Asociación Médica Británica descubrió que casi la mitad de los médicos europeos que trabajan en Gran Bretaña estaba considerando retirarse tras el Brexit, y que casi uno de cada cinco estaba tomando medidas concretas: vendiendo casas y/o buscando otro trabajo fuera del país.
Si el Brexit fue impulsado por emociones fuertes, también lo es la reacción de algunos médicos y enfermeras europeos en el NHS.
En entrevistas con The Washington Post, varios de los que están pensando en marcharse no señalaron actos manifiestos de xenofobia. Reconocieron que nadie los está echando del país.
Pero se están tomando el Brexit como algo personal, expresando su indignación ante la perspectiva de tener que ser examinado en la Bretaña posterior al Brexit. Muchos afirman que se van a negar a tener que hacer cola para obtener una visa de trabajo o someterse a una verificación de antecedentes penales, y menos después de años supervisando decisiones de vida o muerte y vaciando los orinales de pacientes británicos.
Observaron que cuando vinieron a trabajar aquí, eran europeos que llegaban a un estado miembro de la Unión Europea. No se veían a sí mismos como "inmigrantes". Eran europeos que ejercían su derecho a la libre circulación en Europa. Fueron cortejados por el NHS.
Muchos, de hecho, ni siquiera buscaron la ciudadanía británica porque no tenían que hacerlo. Supusieron que podrían pasar su carrera, e incluso toda su vida, aquí.
Daniela Schulze-Henning, de 43 años, psicóloga del NHS, recientemente puso su casa en el mercado inmobiliario y planea mudarse a Alemania con su esposo, un médico general, y sus dos hijos.
"No somos los únicos. Tenemos otros amigos que también regresan. Hay casos en todas partes", comenta.
Ella manifiesta que el 70 por ciento de las personas que viven en su barrio de Londres votaron por el Brexit, incluyendo a un vecino que tenía un cartel que decía "Iros".
"Odiaba eso, odiaba volver a casa y ver el cartel ese", relata.
Si los médicos europeos salen en avalancha, se les va a echar en falta.
Este mes, el parlamento publicó nuevas estadísticas sobre el personal del Servicio Nacional de Salud (NHS) procedente del extranjero, revelando que en Gran Bretaña, cerca de 139,000, o el 12.5 por ciento del personal del NHS, viene de Europa y de otros lugares. Los europeos dominan en los trabajos más cualificados. Alrededor del 10 por ciento de los médicos y el 7 por ciento de las enfermeras son ciudadanos europeos.
El estudio no publicó las cifras para Escocia, Gales o Irlanda del Norte debido a las diferencias en los informes, pero los expertos en salud dicen que los números son similares a los de Inglaterra.
El Brexit fue impulsado por objetivos dispares: los votantes querían recortar la inmigración, no solo de países como Bangladesh o Ucrania, sino también de la Unión Europea.
El NHS se enfrenta a una crisis de escasez de personal y, en gran medida, depende de los europeos para hacer el trabajo que los británicos no pueden o no quieren hacer.
Médicos europeos entrevistados por The Washington Post explican que su lealtad al Reino Unido va cambiando dependiendo de los titulares que ven en los periódicos.
Un día leyeron que la Primera Ministra Theresa May había prometido que Gran Bretaña siempre iba a dar la bienvenida "a los mejores y más brillantes" del continente. Al día siguiente, los favorables de la línea dura del Brexit señalaban que la inmigración neta anual debe reducirse respecto a los niveles actuales, en cientos de miles menos.
Muchos se preguntan cómo les irá a sus hijos. También están inquietos por la retórica de los tabloides que califican a los oponentes del Brexit como "enemigos del pueblo".
Cuando era niño y crecía en Mallorca (España), Carlos Hoyos recuerda haber estado fascinado por los inventores británicos. Inglaterra abrazó la apertura, o eso creía él. Cuando visitó Londres en su época de adolescente, él pensó: "Aquí es donde quiero vivir".
Han pasado 27 años desde que Hoyos se mudara al Reino Unido. Vive con su esposa británica y sus dos hijas adolescentes en Southampton, en la costa sur de Inglaterra, donde trabaja para el NHS como psiquiatra de niños y adolescentes.
"Es curioso que estas personas a las que yo he admirado todo este tiempo, en realidad, no me quieran aquí", manifiesta Hoyos. "Es una sensación de rechazo", agrega.
Harry Quilter-Pinner, investigador del Instituto de Investigación de Políticas Públicas de Londres, recalcó: "La afluencia de trabajadores de la Unión Europea es vital".
En ese sentido indicó lo siguiente: "Si el gobierno dijera: 'Ok, preparemos a nuevos médicos', el país podría finalizar su completa capacitación en diez años. La única manera de llenar ese vacío es a través de la inmigración".
El problema, comenta Siva Anandaciva, analista de King's Fund, un grupo independiente de expertos en atención médica, es "las preocupaciones emergentes que muestran que este personal ya no quiere trabajar en el Reino Unido".
Señaló las fuertes disminuciones en el número de enfermeros y matronas europeos, que llegan a Gran Bretaña en un momento en el que el país necesita contratar a decenas de miles de enfermeras.
Joan Pons Laplana, de 42 años, es de Barcelona y trabaja como enfermero del NHS en Chesterfield. Él ha vivido en Gran Bretaña durante 17 años y tiene tres hijos, todos nacidos en Inglaterra.
"A pesar de mi familia, a pesar de pagar impuestos, a pesar de trabajar cientos de horas extras no remuneradas, como todos los demás en el NHS, siento que no cuento para nada, que soy invisible", lamenta.
"Está la generación más joven, que lleva aquí menos de cinco años. Todos están haciendo las maletas. Muchos colegas se van", explica Pons. "Hay un segundo grupo, como yo, cuya situación no es tan fácil, ya que que tengo a mi familia, mis hijos, mi carrera de casi 20 años, mi hipoteca, mis amigos… ¿a dónde voy? No tengo nada en España. Tengo a mi papá y a mi mamá, pero España no es mi hogar", expone.
El NHS ha continuado con sus planes, a pesar de la actual temporada de gripe, con los pasillos de los hospitales llenos de camillas y con esperas de 12 horas en las salas de emergencia. Las cirugías de corazón y de cáncer han sido pospuestas.
Herfurt ha continuado con sus visitas a domicilio habituales y sus visitas a residencias de ancianos. "Soy un dinosaurio", explica al tiempo que no puede esconder su frustración: "Que tengan mucha suerte para encontrar a mi reemplazo".
Si finalmente se queda, será por sus pacientes.
Durante 19 años, pasó sus días atendiendo y realizando los primeros chequeos médicos a los bebés de 6 semanas, ayudando a las mamás con los embarazos, poniendo vacunas a los niños, guiando a las personas mayores a través de su época adulta y tratando los problemas de enfermedad cardíaca, diabetes, cáncer y demencia… hasta la muerte.
"Ha sido un privilegio practicar este tipo de medicina", dice Herfurt.
Annie Hall, una de sus pacientes, negó con la cabeza y dijo: "¡No, no, no!", cuando le preguntaron qué pensaba sobre la marcha de Herfurt.
"No se puede ir. Es un local, bueno casi", respondió ella.