Predappio (Italia) – Miles de admiradores del dictador italiano Benito Mussolini visitan su pequeña ciudad natal todos los años. Ahora, mientras los partidos de extrema derecha amplían su atractivo antes de las elecciones de marzo, el alcalde izquierdista de este lugar quiere abrir, en la plaza principal, un museo sobre el fascismo, no como un homenaje a su causa, sino como una forma de contenerlo.
Estos planes han vuelto a encender un amplio debate sobre la conflictiva relación de Italia con Mussolini, quien tomó el poder en 1922 y mantuvo a su nación esclavizada durante más de dos décadas, convirtiéndola en un gigante industrial incluso cuando arrojó a sus oponentes a campos de prisioneros. Muchos historiadores y políticos dicen que Italia nunca tuvo en cuenta su pasado fascista, y ese resultado es la popularidad actual de los líderes que citan a Mussolini como modelo.
La nostalgia se ha agrandado este año en el período previo a la votación del 4 de marzo, en la que insurgentes, que dicen que Mussolini es un incomprendido, están ganando adeptos frente a los candidatos centristas tradicionales. Un aspirante a gobernador en una región próspera dijo recientemente que Italia debe proteger a "la raza blanca". Otro político dijo que Mussolini hizo "grandes cosas" para el país.
El alcalde de centro izquierda de Predappio quiere reformar la deteriorada Casa del Fascismo de 1937, un imponente edificio de mármol y ladrillo con un balcón que una vez se utilizó para dirigirse a las multitudes, para el propuesto Museo del Fascismo.
Los partidarios del plan quieren ver una presencia belicosa de Mussolini en el centro. Los visitantes contemplarían las colinas vecinas desde el salón de baile, amplio y aireado, donde los fascistas locales celebraban sus galas. Comerían en el mismo lugar donde los camisas negras alguna vez tomaron espressos.
Si los auspiciadores del proyecto encuentran los USD 6.2 millones adicionales que necesitan para el museo, serían los primeros en hacer realidad un proyecto dedicado exclusivamente a la era fascista, 73 años después de la ejecución de Mussolini, y luego colgado en una plaza pública en Milán. Las tiendas en Predappio atienden a sus fanáticos, vendiendo bustos de mármol del dictador, sombreros cosidos con íconos fascistas y colecciones de sus discursos.
"Predappio es el lugar correcto para hacer esto, porque es un símbolo fascista", dice Giorgio Frassineti, el alcalde de la frondosa ciudad de 6,000 habitantes situada al noreste de Italia. "Quiero usar la cultura como un arma de destrucción masiva contra la ignorancia", agrega al respecto.
Los defensores ya tienen USD 2.5 millones. La ciudad posee la propiedad vacía.
A diferencia de la vecina Alemania, donde Adolf Hitler sigue siendo un tabú, incluso para los partidos de extrema derecha, Italia ha albergado durante mucho tiempo sentimientos ambivalentes sobre su líder fascista.
"Mussolini construyó tantas cosas", cuenta Matteo Salvini, líder de la extrema derecha de la Liga del Norte. "Pero prefiero la democracia a la dictadura, las dictaduras de cualquier tipo", sostiene.
La sensación de que Mussolini está siendo rehabilitado desestabiliza a algunos de los principales líderes de Italia.
"Es sorprendente escuchar, incluso hoy, de algunos sectores, que el fascismo tuvo algunos méritos, pero cometió dos errores graves: las leyes raciales y el ingreso a la guerra", comentó el presidente italiano, Sergio Mattarella, en un discurso por el 80º aniversario de la firma de las notorias leyes raciales antisemitas en Italia. "El racismo y la guerra no fueron desviaciones en su forma de pensar, sino la consecuencia directa e inevitable de sus acciones", sostuvo al respecto.
Frassineti dijo que teme que haya una tendencia en el continente hacia un resurgimiento fascista.
"En Europa hay un viento que sopla en esa dirección", remarca desde el ayuntamiento de Predappio, donde admite que su oficina de techo alto una vez fue el dormitorio de Mussolini en su infancia. Culpa a un pobre entendimiento del pasado. "Este país ha abandonado a toda una generación. Porque las escuelas y los políticos no han hecho su trabajo", lamenta.
En Predappio, las huellas del líder fascista están en todas partes. Su lugar de nacimiento, una estructura de piedra donde el libro de visitas está lleno de lemas de extrema derecha, está situado frente a una amplia plaza de la época fascista. Justo en las afueras de la ciudad, la cripta del líder se cierne sobre el cementerio.
Hace poco, un flujo constante de visitantes caminó hasta el mausoleo de altos arcos, donde una bandera italiana roja, blanca y verde estaba atada a la manija de una puerta. Algunos lanzaron el saludo fascistas con los brazos en alto. Otros elogiaron el liderazgo de Mussolini.
"Este es nuestro Belén. Esta es una forma de agradecer por lo que hizo por el mundo", decía Antonino Monti, de 64 años, quien se dirigió a la cripta, seguido por su esposa, su hija y su mascota Chihuahua antes de saludar con elegancia.
"Fue el mejor líder del siglo XX", aseguraba Monti al tiempo que afirmaba que visitaba Predappio varias veces al año desde su casa de Sicilia, donde trabaja en la base aérea de Sigonella.
El creciente tráfico hacia Predappio (algunos miembros del consistorio dicen que atrae a más de 50,000 personas al año) ha molestado a los grupos que representan a las víctimas del fascismo.
"Esta ciudad se está convirtiendo en un templo para Mussolini", comenta Noemi Di Segni, directora de la Unión de Comunidades Judías Italianas, que respalda el museo.
Los planificadores del museo, como Di Segni, argumentan que ya es hora de una mirada analítica de la historia.
Los italianos viven "sin la posibilidad de comprender cómo vivía la sociedad italiana durante la época fascista", dice al respecto Marcello Flores, un profesor de historia de la Universidad de Siena que encabeza el comité académico que diseña el museo. Remediar eso, apunta, es el principal objetivo del museo.
Algunos líderes cívicos señalan que Italia no aprendió las lecciones del pasado.
"No hemos podido enseñar a los jóvenes, en las escuelas, las malas comparaciones que se han hecho entre una dictadura con una democracia", asegura Emanuele Fiano, un legislador de centroizquierda en el Parlamento italiano que recientemente propuso un proyecto de ley para proscribir el saludo fascista y la distribución de imágenes de partidos fascistas y nazis. Las leyes actuales prohíben tales materiales y solo se permiten si se están utilizando para recrear el histórico Partido Fascista, que da amplio margen a los admiradores de Mussolini.
Pero los críticos del muso dicen que, en lugar de disminuir el atractivo de la ciudad como una meca fascista, podrían afianzarlo al situar este proyecto en otro lugar. Predappio está lejos de los centros turísticos establecidos de Italia, que requieren un tren lento y un autobús desde Bolonia, la gran ciudad más cercana. Pocas personas lo buscan, aparte de aquellos que muestran cierta simpatía por Mussolini.
"Me temo que Predappio podría convertirse en un lugar para diseminar el fascismo, no rechazarlo", dice Anna Foa, una historiadora del judaísmo italiano que se ha opuesto al proyecto.
El jefe de la influyente asociación de partidarios antifascistas de Italia comparte la misma preocupación.
"Un museo del fascismo se convertiría de facto en un lugar de peregrinación para los fascistas", según cuenta Carla Nespolo, presidenta del grupo.
Muchos analistas dicen que la nostalgia de Mussolini ha ayudado a alimentar el éxito de la extrema derecha de hoy en día. Los dos principales partidos de extrema derecha, la Liga del Norte y Hermanos de Italia, acaparan alrededor del 18 por ciento en las encuestas de opinión y, en marzo, podrían ganar el poder en coalición con el partido de Silvio Berlusconi, que elogió algunos aspectos del gobierno de Mussolini.
Un grupo más pequeño de extrema derecha, CasaPound Italia, ha sido más explícito en su abrazo a Mussolini. Y aunque su apoyo nacional sigue siendo bajo, está creciendo y ha ganado algunas oficinas locales.
"Tenemos que reconocer que algo sigue funcionando, algo creado por el fascismo", asegura Alberto Palladino, miembro del comité directivo del grupo.
En Predappio, los activistas antifascistas dicen que siguen sorprendidos de que ese movimiento aún sea tan visible. Las tiendas que venden recuerdos de Mussolini se alinean en la calle principal en un orgulloso desafío a las leyes contra el fascismo.
"Son como sex shops para el fascismo", relata Stefano Ignone, miembro de una fundación local que ha luchado contra el plan del museo. "Pero al menos en una tienda de sexo cubren las ventanas. Aquí todo está al aire libre", lamenta.