Rio de Janeiro – Douglas Braga dejó su hogar en la zona rural del sureste de Brasil cuando tenía 12 años, se mudó a Rio de Janeiro para perseguir el sueño brasileño y convertirse en jugador profesional de fútbol.
Al entrenar hasta ocho horas al día, tuvo que abandonar la escuela secundaria. Se convirtió en profesional cuando tenía 16 años, y a los 18 fue fichado como portero por Botafogo, uno de los principales equipos de Rio de la primera división de Brasil.
Tres años más tarde, entre contratos, Braga pasó un tiempo fuera del juego. Y conoció a alguien, su primer novio.
"Jugando a fútbol, realmente no sabía ni aceptaba que fuera homosexual", explica.
Cuando su agente lo contactó para hablar sobre las nuevas opciones de contrato, decidió que a partir de entonces sería abiertamente homosexual y que no podría volver al fútbol profesional.
Brasil, que posee la mayoría de los títulos Mundiales de la historia, es el país del fútbol. Y si bien este deporte es el más popular, tradicionalmente está asociado, como en toda América Latina, con una cultura machista: un juego para hombres heterosexuales, plagado de insultos homofóbicos. Las mujeres son desalentadas a jugar y, a menudo, ridiculizadas cuando lo hacen. Para las personas LGBT, el fútbol en general se ha considerado fuera de cuestión.
"Ni siquiera se me pasó por la mente jugar al fútbol profesionalmente y ser abiertamente homosexual. Realmente no puedes", confiesa.
Incluso los rumores de homosexuales han generado polémica. En 2013, el jugador profesional Emerson Sheik publicó una foto en Instagram de él mismo besando a un amigo, lo que provocó protestas en las que los hombres portaban letreros que insultaban a los homosexuales o se leían frases como "este es un lugar para hombres". En 2007, Richarlyson, otro jugador profesional, presentó una denuncia penal luego de que el director de su equipo insinuara que era homosexual en una entrevista televisada. El juez desestimó el caso diciendo que el fútbol es "viril, masculino y no homosexual".
Después de salir del clóset, Braga no jugó al fútbol en 10 años.
Luego se enteró de LiGay, un movimiento de fútbol LGBT que se ha extendido por todo Brasil desde que comenzó hace siete meses. Participó en el primer torneo oficial del grupo, el Champions LiGay, el pasado mes de noviembre.
Braga ahora juega para BeesCats Soccer Boys, el primer equipo de fútbol gay de Río. El equipo fue fundado por André Machado, un nativo de Sao Paulo que había jugado con un equipo gay en su ciudad natal y se había sentido frustrado por la falta de opciones de juego cuando se mudó a Río. Alquiló un campo para probar la idea. A la primera práctica llegaron 15 personas. En el cuarto encuentro ya había 150.
"No hay una ley que lo prohíba, pero en Brasil hay una barrera social que, de hecho, prohíbe a los gays jugar. Ahora muchos están redescubriendo el deporte después de haber sido intimidados como niños", comenta Machado.
Él vio la oportunidad de crear una liga formal. Buscó comunidades homosexuales en otras ciudades y, eventualmente, reunió a ocho equipos para ese primer torneo. Desde entonces, LiGay ha crecido hasta llegar a los 16 equipos y cuenta con jugadores de todos los rincones de Brasil. Los jugadores son casi todos hombres homosexuales y algunos son transgénero.
"Estamos alterando la joya de la corona de Brasil. Es uno de los ambientes más machistas y homofóbicos de este país, pero estamos haciendo que se conozca nuestra presencia aquí", declara Machado.
El país ha visto una ola de crímenes de odio contra personas LGBT en los últimos años.
"En el contexto del fútbol se agrava aún más", dice Luana Souza, profesora de psicología en la Universidad de Fortaleza que ha estudiado la homofobia en el juego. "La idea de la masculinidad en Brasil está relacionada con el fútbol", apostilla.
"Si Brasil está 15 años por detrás de Estados Unidos o Europa en cuanto a la aceptación de la homosexualidad y los derechos LGBT, entonces la comunidad futbolística de Brasil está 15 años más atrás", recalca Machado.
Los BeesCats se convirtieron recientemente en el primer equipo gay en unirse a la liga de aficionados de Río. Los organizadores les dieron la bienvenida, pero cuando los medios locales publicaron en Facebook un artículo sobre su debut, la reacción no fue demasiado amable. "Si se tratara de un equipo de Sao Paulo, los mataría ahora", escribió un usuario de Facebook.
Pero Machado y los BeesCats esperan que su movimiento en expansión sea un catalizador para el cambio.
"Marta (Vieira da Silva) demostró que las mujeres pueden jugar al fútbol y, gracias a ella, hay más aceptación para que las mujeres jueguen. Quiero que así sea para los gays en el fútbol", señala Machado sobre la jugadora estrella de Brasil. "Mi esperanza es que en unos pocos años, se considere realmente incorrecto decir insultos homofóbicos en el fútbol", añade al respecto.
Lanzando insultos o haciendo referencias al sexo homosexual a los oponentes es ampliamente aceptado en los juegos profesionales de Brasil. En los últimos años la FIFA, el órgano rector internacional del fútbol, ha multado varias veces a la Federación Brasileña de Fútbol, junto a otras organizaciones latinoamericanas, por ese tema.
"Se me hace un nudo en el estómago cuando escucho eso, en masa, en un estadio", dice Flávio Amaral, un jugador de los BeesCats.
Hay varios clubes oficiales de fans de los equipos LGBT profesionales, aunque rara vez van a los estadios de forma abierta, por temor a su seguridad. Los juegos de fútbol de alto riesgo en Brasil son infamemente violentos: las peleas son comunes y algunas veces resultan en muertes. En enero de 2017, miembros de un club de admiradores de un equipo de segunda división fueron atacados violentamente después de sacar una bandera del arco iris en las gradas.
Nathalia Duarte, fundadora de Galo Queer, un grupo de fans de uno de los principales clubes de Brasil, dijo que su grupo fue bombardeado con amenazas violentas después de que creara su página de Facebook. "Todavía no creemos que sea seguro ir a los estadios como cualquier seguidor normal. Pero el prejuicio está tan arraigado en el fútbol que sentimos que hay que luchar para que cambien las formas", subraya.
Braga, ex jugador profesional, dice que no puede evitar reflexionar sobre las oportunidades que dejó pasar.
"Ver en la televisión a algunos de los chicos de mi época como profesionales, algunos incluso en Europa, definitivamente me hace cuestionarme qué hubiera pasado si hubiese seguido jugando tras haber salido. Pero ahora estoy muy orgulloso de ser parte de ese equipo y difundir este movimiento", reflexiona.