La epidemia de acoso sexual ha sido diagnosticada: ¿cuál es la cura?

Por Monica Hesse

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Un hombre entra a una sala de reuniones, donde dos mujeres están planeando el puesto de la compañía en una próxima feria comercial. "Hola chicas, tenemos que prepararnos para este show. Así que, a menos que el plan sea detener el tráfico con botas hasta la altura de los muslos y camisetas sin mangas, vamos a necesitar un fuerte mensaje y una marca", dice el hombre.

La escena arriba descrita forma parte de uno de esos videos de entrenamiento sobre acoso sexual en el lugar de trabajo que probablemente hayas visto sen tu puesto laboral. Específicamente es de una empresa con sede en California llamada Emtrain, que se especializa en este tipo de capacitaciones y que, para facilitar la discusión, alienta a los clientes a codificar comportamientos inapropiados con el color amarillo (problemático), naranja (moderado) y rojo (tóxico). Al pensarlo, es más fácil decir: "Jerry, esa broma era un poco anaranjada" que decir: "Jerry, eso es acoso".

De todas formas, el video anterior está codificado por Emtrain como naranja. Pero en las últimas semanas, el fundador de Emtrain, Janine Yancey, ha notado algo. Cuando los espectadores miran el video, que muestra al jefe masculino clasificando el atractivo de las trabajadoras, pueden enviar preguntas y comentarios. "Las mujeres escriben diciendo que es rojo, ¡eso es rojo!. Y los hombres dice: ¿es realmente naranja? A mí me parece amarillo", dice Yancey.

Ella una vez puso en práctica la ley de empleo y piensa en términos de legalidad. Sabe que la corte, en el pasado, no habría pensado en ese incidente como algo tóxico. "Pero realmente no tenemos un mecanismo para descubrir cómo el actual ciclo de noticias podría afectar a los jurados" comenta ella. En otras palabras, no podemos descifrar cómo los comportamientos que alguna vez se consideraron amarillos, e incluso verdes, en un ambiente de trabajo saludable, pueden pasar a rojo.

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Entonces ese es el enigma legal. El punto más agudo en esta anécdota es que los hombres y las mujeres ni siquiera parecen estar viendo el mismo video.

Lo que significa que estamos en problema; algunos de nosotros simplemente no nos dimos cuenta. El ciclo de noticias del que habla Yancey es, por supuesto, la era de #MeToo, que sigue ganando impulso en la red.

En 2006 apareció una fotografía del Senador Al Franken (Demócrata de Minnesota) haciendo como si estuviera tocando los pechos de la locutora de radio Leeann Tweeden, mientras ella llevaba un chaleco antibalas en una gira por las bases militares de Estados Unidos (Franken se disculpó y dijo que estaba "avergonzado"). Otras dos mujeres acusaron al candidato del Senado Roy Moore porque, según ellas, él tenía más de 30 años y se les acercó cuando eran adolescentes. Y más historias como estas han salido en las últimas semanas.

En este punto sería fácil, como mujer, mirar a tu alrededor y preocuparse de que cada hombre fuera una hiena.

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¿Qué queremos? Justicia. ¿Cuándo la queremos? Hace tres siglos estaría bien, pero lo tomaremos ahora, gracias. Y ¿qué sigue?

"De una manera extraña, averiguarlo es emocionante", comenta Kristi Coulter, una escritora que vive en Seattle. "También es agotador. Y luego me estoy preparando para una reacción violenta, aunque todavía no sé cómo se vería eso. O me pregunto si las cosas se calmarán y todo volverá a ser como antes". Siento una mezcla de emoción, cautela y cansancio, y al revés", añade.

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