Un joven barbudo y con el cuerpo completamente tatuado le dice a Sam Bengston, ingeniero de software, que respire profundamente para introducirle una aguja e implantarle un microchip en su mano.
"No fue nada", responde Bengston mientras el chico le aplica una venda en su piel.
El sistema de identificación por radiofrecuencia está entre su dedo índice y su pulgar y eso permitirá que el ingeniero pueda abrir las puertas e iniciar sesión en su computadora con tan solo un movimiento de su dedo.
Su empresa pagó por el dispositivo, que cuesta alrededor de USD 300, y organizó una "chip party" para que los trabajadores pudieran implantarse ese mecanismo. Todos aquellos que lo hacían recibían una camiseta con el mensaje "I got chipped" (Soy una persona con chip).
Unos cincuenta empleados decidieron implantárselo en el cuerpo.
Three Square Market, que diseña el software para máquinas expendedoras, confía en lanzar un negocio global de lectores de microchips para que las empresas puedan utilizar esa tecnología.
Pero primero tienen que tratar con las regulaciones de Estados Unidos.
Durante un viaje de negocios a Europa, Patrick McMullan, director de operaciones de la empresa, se enteró de lo que hacía Biohax, la empresa sueca que produce este tipo de implantes.
Los microchips son tan pequeños como un grano de arroz y permiten que el usuario realice tareas como ingresar en un edificio o hacer un pago.
La compañía ya utiliza lectores de proximidad similares en sus máquinas expendedoras. Los compradores pueden tocar la pantalla con una tarjeta de crédito y marcharse con un refresco.
Según McMullan, gracias a los microchips, la compañía podría llevar sus productos a otro nivel y más allá de la industria de la venta.
"Si vamos a trabajar en esto, necesitamos saber cómo funciona. No puedo meterme en la tecnología de investigación si ni siquiera nosotros mismos sabemos en qué consiste", reflexiona.
Hasta hoy este tipo de implantes en Estados Unidos son inútiles. Sin embargo, Three Square Market está convencido de que esta situación cambiará. La población de Suecia ya ha estado utilizando esos microchips para viajar en tren, por ejemplo.
Bengston, el ingeniero, admitió que no se siente como un conejillo de indias. Su información está encriptada, lo que significa que es más seguro que esté en su mano que en un teléfono celular.
Sus intenciones pasan por construir una aplicación que le permita encender su Toyota Tundra con tan solo un toque. Si el programa funciona, remarca, la compañía ya podría empezar a vender este sistema.
Los microchips no es algo nuevo. Las mascotas y otros animales están etiquetados con esta fórmula tecnológica. Las entregas de paquetes también. Sin embargo, el procedimiento de "perforación en la piel humana" parece que no tiene mucho camino en suelo americano.
Los analistas de tecnología temen que los chips puedan facilitar el acceso de los hackers a los sistemas de computación. Algunos fieles, incluso, lamentan que este tipo de dispositivos violan sus creencias religiosas.
De hecho, en un árbol situado en la entrada de la compañía, un cartel alertaba de lo siguiente: "¡ADVERTENCIA! Están colocando microchips a los empleados".
Hace 16 años, Applied Digital Solutions, una compañía de Delray Beach (Florida) introdujo en el mercado un microchip en los humanos que permitía almacenar los registros médicos.
En ese entonces, los doctores aseguraron que, con la puesta en marcha de esta innovación, podrían rastrear el historial de un paciente simplemente pasando un escáner. Según ellos, este método podría ser muy útil especialmente si alguien está inconsciente o confundido.
Mientras VeriChip obtuvo la aprobación de la Administración de Alimentos y Fármacos en 2004, el dispositivo nunca llamó la atención de los consumidores. Algunas personas, incluso, expresaron ciertas preocupaciones en cuanto a su privacidad… ¿podrían ser rastreados?
En 2008, la compañía dejó de fabricar el dispositivo aludiendo a las bajas ventas.
Sin embargo, VeriChip motivó a los estados de la nación a considerar los dilemas legales que los microchips podrían presentar en un futuro.
Tras su llegada al mercado, Wisconsin, por ejemplo, prohibió los implantes obligatorios en los humanos.
Marlin Schneider, ex representante estatal que presentó la medida, señaló en 2005 que quería adelantarse a los empleadores que exigían a sus trabajadores que utilizaran ese dispositivo, al igual que en las cárceles con sus reclusos.
"Podría ser que la gente encontrara motivos suficientes para pensar que toda la población debe tener implantados esos chips", recalcó Schneider en ese momento a los periodistas.
California, Missouri, Dakota del Norte y Oklahoma también prohibieron esta práctica sin el consentimiento expreso y, por su parte, los legisladores afirmaron que los chips podrían provocar graves infracciones de privacidad, como el monitoreo encubierto de las actividades.
Michael Zimmer, profesor de estudios de información en la Universidad de Wisconsin, aseguró que es difícil predecir cómo podrían evolucionar los hackers para entrar en esos sistemas electrónicos que, aparentemente, son impenetrables.
"Podría convertirse en una gran estructura de vigilancia con fines que van mucho más allá de lo que originalmente se pretendía", argumentó.
Todo está por ver.