"Tenemos que verificar el historial del navegador", le dije a mi esposo tan pronto como se fueron nuestros invitados de casa. Él hizo una mueca. Sabía lo que estaba pensando: no puedo creer que tengamos que hacer eso ahora.
"Hablas con los niños y yo me voy a la computadora", contestó.
Hasta ahora, mi hijo de 6 años y mi hija de 8 solo se habían interesado en jugar y ver programas infantiles en la antigua tablet que compramos hace cinco años. Como hago habitualmente, dejé mi computadora encendida en mi escritorio, sin pensar que la usarían y mucho menos con fines nefastos.
De repente, volvimos a la realidad y nos dimos cuenta de que nuestros hijos son los suficientemente inteligentes como para encontrar cosas en la computadora que no queremos que vean.
Sabíamos que algo raro estaba pasando cuando, hace unos días, mi hijo me llamó a la oficina: "Mami, ¿cómo deletreas 'desnudo'?". Me faltó tiempo para que empezara a investigar. Mientras subía las escaleras de dos en dos, pensé ingenuamente que los chicos estaban escribiendo notas o descubriendo un mapa del tesoro secreto de Pokémon.
Pero cuando vi a mi hija sentada en mi escritorio y a los otros niños acurrucados a su alrededor me di cuenta de que, precisamente, no estaban jugando a ser carteros en la oficina de correos.
Los alejé de la computadora. "No hay que estar frente a la pantalla durante el tiempo de juego", gruñí a mis hijos. "De verdad que no buscamos la palabra 'desnudo'", me contestaron. Ni siquiera sabía que mis hijos sabían como utilizar los motores de búsqueda del navegador.
Les obligué a ir a la cama y, sin duda, estaban preocupados del inminente castigo que les caería. Me quedé de pie, en la puerta del baño, pensando sobre la seguridad en internet y reprochándome por no tener el control parental de la computadora. ¿Cuántos artículos había leído acerca de adelantarme a esa situación? ¿Pensé que mis hijos nunca irían más allá de la "programación familiar" y los Angry Birds?
Tenía la esperanza de que los análisis forenses de mi marido revelaran que las búsquedas de los niños no arrojaban nada más objetable que las imágenes de Lego o los pasteles de cumpleaños.
Después de unos minutos, mi esposo salió. "Hay buenas y malas noticias". La buena noticia fue que pasaron la mayor parte del tiempo mirando fotos de dulces.
"La mala noticia es que también buscaron la palabra 'trasero'". Giró la pantalla para que pudiera ver los resultados de búsqueda. Luché contra el impulso de cerrar los ojos y conservar la ilusión de la inocencia eterna de mis hijos. En cambio, vi decenas de imágenes de la parte posterior de una popular celebridad.
Pudo haber sido mucho peor. Ninguna de las imágenes eran de desnudos integrales ni involucraban actos subidos de tono. Pero independientemente de eso, nos enfrentamos a un gran momento de crianza y queríamos hacerlo bien. Mi ansiedad se disparó cuando me di cuenta de que tenía 60 segundos para prepararme para nuestra primera conversación sobre los peligros de internet. Mi objetivo era establecer límites claros, sin estigmatizar el sexo ni avivar una curiosidad que solo alimentaría futuras búsquedas secretas.
Si se me diera más tiempo de espera, habría hablado con otros padres, mi terapeuta y el consejero de la escuela… Tal vez habría leído las últimas investigaciones sobre cómo hablar con los niños en edad escolar acerca de la seguridad en Internet. Pero ese momento, como tantos otros, llegó a nosotros antes de que pudiéramos definir los puntos de la conversación.
Reunimos a los niños. "Está bien sentir curiosidad por los cuerpos y preguntarse cómo son. Y tienes razón en que Internet es un lugar para encontrar ese tipo de imágenes. Pero nuestra regla familiar es que no puedes hacer búsquedas sin un adulto", empecé mi discurso.
En sus ojos, castigados, se podía leer la pregunta que tenían mucho miedo de formular: ¿Por qué?
Merecían una respuesta y les dijimos la verdad.
"Internet tiene imágenes que son molestas, aterradoras y confusas para los niños pequeños. Lo que es peor, que muchas de las imágenes son dañinas para las niñas", expliqué.
Los ojos de ambos se relajaron. Me volví hacia mi hija y le dije que una búsqueda en Internet podría mostrar imágenes de un solo tipo de cuerpo. "Si tu cuerpo no se parece a los cuerpos que ves, si es más pequeño o más grande o tiene una forma diferente, entonces puedes comenzar a sentir vergüenza por el aspecto de tu cuerpo", expliqué. Si bien esa fue nuestra primera conversación sobre la seguridad en Internet, hemos tenido muchas conversaciones sobre la imagen corporal. Ella sabe que me tomo ese problema muy en serio.
Mi esposo, por su parte, les aseguró que cuando sean mayores podrán tomar sus propias decisiones sobre qué tipo de imágenes quieren ver. "Pero, por ahora, creemos que sois demasiado jóvenes para mirar imágenes de personas desnudas en la computadora, y vamos a arreglar la computadora para que no las podáis ver", zanjó.