Dos tendencias ampliamente reconocidas en la sociedad estadounidense podrían tener algo que ver unas con otras.
Las tasas de divorcio subieron a los niveles más altos durante la década de los ochenta, cuando casi la mitad de todos los matrimonios terminaron en divorcio.
En la actualidad, los estadounidenses se están volviendo menos religiosos. Desde 1972, la proporción de población que dice no adherirse a ninguna religión en particular ha aumentado del 5 por ciento al 25 por ciento.
¿Podrían estar relacionadas estas dos tendencias? Un nuevo estudio del Instituto Público de Investigación sobre Religión de Estados Unidos dice que sí. Según la investigación, los hijos de padres divorciados han crecido para ser adultos sin necesidad de adherirse a una religión.
Las personas cuyos padres se divorciaron cuando eran niños son significativamente más propensas a crecer para no ser religiosas. El 35 por ciento de los hijos de padres divorciados admitieron a los encuestadores que ahora no son religiosos, en comparación con el 23 por ciento de las personas que tuvieron a sus dos padres casados durante la etapa infantil.
"Una gran parte de la historia que gira entorno a la no adherencia religiosa se ha centrado en cómo hay cambios en las preferencias culturales, que hace que la gente se aleje de la religión", comenta Daniel Cox, uno de los investigadores del nuevo estudio. "Creo que también hay una parte estructural de la historia que no ha recibido tanta atención. Queríamos centrarnos en la forma en la que pensaban los millennials, que es diferente a cualquier otra generación anterior. Lo más probable es que muchos de ellos han crecido con padres separados", agrega.
Cox remarca que su equipo encontró que incluso los niños de padres divorciados que son religiosos, lo son en menos proporción. El 31 por ciento de ellos van a los servicios cada semana, en comparación con el 43 por ciento de las personas religiosas cuyos padres vivían en matrimonio en su época de crecimiento.
El profesor del Seminario Luther, Andrew Root, que escribió un libro sobre las consecuencias espirituales del divorcio en los niños, no se sorprendió al enterarse de las conclusiones del estudio.
"Todo en un divorcio se divide. Literalmente todo. Los amigos de los padres se dividen, los parientes se dividen, todos toman partido. Incluso la religión toma partido, la iglesia se divide porque el papá deja la fe de mamá o viceversa, y negociar esos aspectos resulta muy difícil", expresa.
Root lamentó que las iglesias no están haciendo lo suficiente para hablar directamente sobre las preocupaciones de los niños en esas situaciones, ya que si los niños no pierden la fe en la capacidad religiosa, la iglesia les puede ayudar. Él explica que cuando la tasa de divorcio subió en la década de los ochenta, muchos clérigos, especialmente los pastores protestantes, dejaron de hablar en contra del divorcio. Pero al callarse, no ofrecieron ningún consuelo a los niños.
Ahora como adultos, esas mismas personas no creen que la iglesia responderá por sus problemas. Por otra parte, el nuevo estudio, que hizo muchas preguntas sobre las creencias no religiosas de los estadounidenses acerca de la fe, también abordó otras consecuencias de los matrimonios. Demostró, al igual que otros estudios, cómo los niños criados por padres que pertenecen a dos religiones diferentes, crecen con más posibilidades de no tener ningún do de fe.