Para el ojo inexperto, la zona oeste del lago Turkana, en el norte de Kenia, parece infértil, con colinas rocosas y cenizas volcánicas.
Pero los antropólogos saben que la región de Napudet, donde está Turkana Basinas, es un prometedor lugar para encontrar fósiles de la época del Mioceno Medio, hace unos 13 millones de años. La persistencia de un profesor daría como resultado un monumental descubrimiento: un raro y completo cráneo de un bebé que podría dar a los científicos una visión de cómo lucían nuestros antepasados.
Por poco el descubrimiento no se da.
Isaiah Nengo, profesor de antropología en el De Anza College en California, buscó, en 2014, un equipo para formar una expedición de tres semanas. Pero nadie quería ir.
"No había nada útil que encontrar", dice Nengo que le respondían.
Él, que acababa de pasar dos años en la Universidad de Nairobi con una beca Fulbright, volvió a Kenia y reunió a un grupo de investigadores locales de fósiles. Había seis en total, incluyendo el cocinero del campamento.
Durante dos semanas de agosto, el equipo excavó pero no encontró nada. Aunque Nengo sabía que eso no era raro para la zona: "Podrías ir varios días, pasarte semanas y semanas y no encontrarías nada". Pero tenía la esperanza de encontrar algunos restos de fósiles o fragmentos de huesos, cualquier cosa para que la expedición valiera la pena.
El 4 de septiembre de 2014, el equipo volvió a trabajar durante varias horas en el lugar de la excavación y regresó con las manos vacías. La tripulación, cansada y decepcionada, guardó todo y comenzó a caminar de regreso al Land Cruiser, estacionado a poco más de un kilómetro del lugar donde habían estado trabajando.
Un miembro del equipo, el cazador de fósiles keniano John Ekusi, sacó un poco de tabaco y empezó a hacerse un cigarrillo.
Ekusi se adelantó al grupo y, al cabo de un rato, Nengo vio que el hombre se había detenido para inspeccionar algo con un fervor que le resultaba familiar.
"Si eres un buscador de fósiles, ya conoces esa mirada. Es como una bomba atómica que, aunque pueda explotar, no te importa porque estás muy concentrado en lo que estás observando", relata.
Cuando el grupo alcanzó a Ekusi, él había tocado la parte superior de un fósil.
"Casi al instante supimos que era el cráneo de un primate. Acabábamos de encontrar algo, estábamos muy felices", cuenta.
Eso que encontraron acabaría siendo lo que se cree que es el cráneo más completo de una especie extinta de simios en el registro fósil. Después de más de dos años de trabajo sofisticado en la proyección de la imagen y en la investigación geológica adicional en el sitio del hallazgo, el descubrimiento fue publicado en la revista Nature.
Según el artículo, los hallazgos de fósiles "más jóvenes" (los que tienen entre 6 y 7 millones de años) han arrojado luz sobre los antepasados humanos y los chimpancés. Sin embargo, se sabe mucho menos sobre los antepasados de más de 10 millones de años de todos los simios y humanos que existen ahora en la Tierra.
"Los fósiles relevantes son escasos y principalmente son dientes aislados o huesos parciales de mandíbula", según explica el artículo de la revista. "Por tanto es difícil encontrar respuestas a dos preguntas: ¿el ancestro común de los simios y los seres humanos se originó en África? ¿Cómo eran estos antepasados?", agrega.
El descubrimiento del cráneo de los simios infantiles, apodado como "Alesi" (que significa antepasado en Turkana, ayuda a superar algunas de esas incógnitas, no solo por lo intacto que está el exterior del cráneo sino por cómo se conserva el interior.
En septiembre de 2015, aproximadamente un año después de este hallazgo, Nengo obtuvo autorización del gobierno para llevar el cráneo desde Kenia a la instalación europea de radiación sincrotrón (ESRF) en Grenoble, Francia. Para él, según admitiría más tarde, sería una de las experiencias más angustiantes de toda su vida.
"Me senté todo el rato con ese espécimen en mi regazo hasta que llegamos a Grenoble. No lo aparté de mi vista, si iba al baño él iba conmigo", recuerda.
En la instalación, que produce las radiografías "más intensas del mundo", los científicos escudriñaron el cráneo y formaron imágenes en 3D para mostrar lo que era.
"Con su registro diario de las líneas de crecimiento hemos podido revelar la cavidad cerebral, los oídos internos y los dientes adultos no erupcionados", comentó en un comunicado Paul Tafforeau, un científico de ESRF. "La calidad de nuestras imágenes fue tan buena que pudimos establecer que los dientes del bebé tenían como un año y cuatro meses cuando falleció", añadió.
Al principio, los investigadores sospechaban que Alesi había sido un bebé gibón debido a su pequeño hocico. Sin embargo, una vez realizadas las exploraciones se determinó que los tubos auditivos óseos estaban completamente desarrollados, así como también los dientes adultos no erupcionados. Estaba claro que Alesi había sido un simio.
"Los gibones son conocidos por su comportamiento rápido y acrobático en los árboles. Pero los oídos internos de Alesi muestran que habría tenido una forma mucho más cautelosa de moverse", manifiesta Fred Spoor, del University College de Londres y del Instituto Max Planck de antropología evolutiva.
Los dientes de Alesi demostraron que el cráneo infantil no solo pertenecía a un simio cualquiera, sino a una especie que no se había conocido antes y que recibió el nombre de Nyanzapithecus alesi. Hasta entonces, los científicos no estaban seguros si las especies Nyanzapithecus eran monos o si se habían originado en Asia o África. Ahora, tal y como dijo Nengo, podría concluir que Alesi había sido parte de un grupo de primates que vivieron hace más de 10 millones de años en África.
"Siempre es muy importante saber, cuando estás buscando los linajes ancestrales, qué continente está envuelto. Eso ayuda a explicar la evolución de ese grupo en particular", sostienen Nengo. Alesi proporciona un vínculo importante entre los antepasados comunes de los simios, los humanos ancestrales y los primeros seres humanos.
"Encontrar este pequeño bebé que murió en la ceniza volcánica hace 13 millones de años muestra cómo fue nuestra etapa prehumana", confiesa.
Alesi está de regreso a Kenia. Nengo aseguró que planea continuar el trabajo de campo allí y utilizar ese descubrimiento "como una especie de ancla" para el estudio de los bebés y su papel en la evolución de los simios y los seres humanos.
"El verdadero trabajo está llegando ahora", finaliza.