Cómo una mujer reconstruyó su vida después de escapar de Corea del Norte

Por Sirin Kale; traducido por Laura Castro

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Foto cortesía de Jihyun Park
Foto cortesía de Jihyun Park

Muy pocas personas escapan de Corea del Norte una vez, y mucho menos dos veces. Pero Jiyhun Park, una sobreviviente del tráfico sexual y los campos de trabajo forzado, está decidida a denunciar los abusos del régimen contra los derechos humanos.

Cuando me encuentro con Jihyun Park en una indescriptible sala de reuniones del centro de Londres, ella está encantadoramente alegre. La alegre mujer de mediana edad (Park tiene 49 años) con un traje azul marino y un brillante broche diamante ríe con frecuencia, incluso mientras nos cuenta cómo soportó algunos de los más terribles sufrimientos que se le pueden infligir a un ser humano: Park es una fugitiva y sobreviviente norcoreana del trafico sexual y de los campos de trabajo forzado, y una de las pocas personas que pueden dar testimonio de primera mano sobre la brutalidad del régimen de su país.

Park se encuentra en Londres para hablar en la proyección de Little Pyongyang, un nuevo documental estilizado que sigue al fugitivo norcoreano Joong-wha Choi, mientras lucha por adaptarse a la vida cotidiana británica en un suburbio del sur de Londres. Al igual que Choi, Park es parte de la pequeña comunidad de sobrevivientes de Corea del Norte que actualmente viven en el Reino Unido. Y al igual que él, Park ha visto y experimentado una realidad que es casi desconocida para quienes nunca han estado en sus país natal.

Nacida en la ciudad de Chŏngjin, que es conocida como la "Ciudad del Hierro" debido a su pasado industrial, Park recuerda una niñez idílica. "Mi ciudad es muy hermosa", dice, "porque de un lado tiene al mar y del otro las montañas, así que cuando era niña jugábamos en las montañas o en el mar". Como los niños de todo el mundo, Park jugó con todo lo que podía recolectar, como piedras o palos. ¿Su deporte preferido? Jugar a la guerra contra los archienemigos geopolíticos de su país: Corea del Sur o Estados Unidos. "¡Estados Unidos siempre perdería!", dice Park bromeando.

Al igual que muchos sobrevivientes de los regímenes despóticos, Park no puede precisar exactamente cuándo comenzó el lavado de cerebro, sólo sabe que fue en su primera infancia. "Pensábamos que Corea del Sur era un país muy pobre donde vestían con ropa horrible", recuerda. "¡Y siempre odiamos a Estados Unidos!".

Después de dejar la escuela, Park trabajó como maestra de preparatoria y fue leal al régimen. Pero las cosas cambiaron en 1996, cuando vio a su tío morir de desnutrición ante sus ojos después de que el gobierno norcoreano suspendiera las raciones de arroz de las que muchos dependían para sobrevivir. "Entonces, comencé a cuestionar varias cosas", recuerda. "Pero todavía no decía nada". Además de temerle el terrorífico aparato del estado norcoreano, Park también le temía a su propio hermano, quien era absolutamente leal al régimen.

Pero después de que su hermano menor fue golpeado casi hasta la muerte por la policía militar por una infracción menor, Park decidió escapar. Cruzaron la frontera hacia China, donde Park fue separada de su hermano y traficada a la casa de un granjero chino. El paradero de su hermano sigue siendo desconocido, aunque Park cree que lo más probable es que lo enviaran de regreso a Corea del Norte a una muerte casi segura. "Eso fue hace 18 años", dice en voz baja. "Todavía no sé si está vivo o muerto. Pero nunca pierdo la esperanza, porque no he visto su cadáver. Todavía espero saber de él."

El granjero chino obligó a Park a trabajar en sus campos. "Me dijeron: 'Pedimos prestado mucho dinero para comprarte, así que ahora tiene que pagarnos ese dinero'", recuerda.

Después quedó embarazada del hombre que la esclavizó. "El sentimiento de que el niño era mi último familiar me invadió", dice Park. "Quería conservar al niño. Pensé: Tal vez él cumplirá mis sueños y esperanzas". Usaba ropa holgada para ocultar el embarazo por temor a que la presionaran para abortar, y continuó trabajando como esclava hasta que dio a luz a su hijo con la ayuda de una partera local.

"Estaba muy feliz porque tenía una familia otra vez", recuerda Park. Pero el padre de su hijo era un adicto al juego que quería vender al niño para pagar sus deudas. Por primera vez en su vida adulta, Park decidió pelear. Lo confrontó con un cuchillo. "Dije: 'Si tocas a mi hijo, te mataré'", nos dice sonriendo. Pero otras fuerzas separarían a Park de su hijo cuando el niño tenía tan solo cinco años de edad. Un vecino la denunció a la policía china, y fue deportada a Corea del Norte.

"Nunca tuve la oportunidad de besar o abrazar a mi hijo, o de decirle: 'mamá volverá'", dice Park. "Se quedó completamente solo en China y a mí me enviaron de regreso a Corea del Norte".

De regreso ahí, Park fue encerrada en una de las sórdidas cárceles norcoreanas. No había ventanas, electricidad o luz. Sólo les daban una comida al día. Decenas de presos compartían un fétido baño. A lo largo de todo, ella sólo pensaba en volver con su hijo. "En prisión, tu estado mental es muy fundamental", dice Park. "Si piensas en comida todo el tiempo, no sobrevivirás. Debes pensar en cosas realmente importantes para sobrevivir".

Fue liberada y llevada a un campo de trabajos forzados. Todos los días, recogían maíz y frijoles descalzos, para impedir cualquier intento de fuga. "Incluso si pisabas un trozo de vidrio, debías seguir trabajando". Park logró escapar y fue traficada de regreso a China para encontrar a su hijo. En un viaje en automóvil de alto riesgo, Park convenció a un taxista chino —quienes con frecuencia trabajan como espías para el gobierno, entregando a los fugitivos a cambio de recompensas financieras— de que era ciudadana china de nacimiento. Finalmente, se reunió con su hijo y cruzó la frontera hacia Mongolia, abriéndose camino por Europa antes de llegar al Reino Unido.

Ahora, Park comparte incansablemente su experiencia de la vida en Corea del Norte con aquellos en Occidente que ignoran la realidad de la experiencia que viven aquellos que sufren bajo el régimen.

"Nací bajo un régimen dictatorial y viví en esclavitud", me dice. "Aquí en el Reino Unido, he encontrado libertad y felicidad. Estoy en el cielo. Éste es el paraíso".

Foto de Dominique Murphy de Neef
Foto de Dominique Murphy de Neef

Park desprecia a quienes disculpan o pasan por alto las atrocidades del gobierno de Corea del Norte contra su pueblo, como Donald Trump, quien restó importancia a los abusos contra los derechos humanos de Corea del Norte en una conferencia de prensa. "Muchas otras personas han hecho cosas realmente malas", dijo Trump despreocupadamente cuando se le preguntó sobre el comportamiento genocida de Kim Jong Un. "[Es] un tipo duro", agregó.

Le pregunté a Park qué opina sobre el reciente compromiso entre Trump y Jong-Un de tener una península coreana desnuclearizada. "¡Un acuerdo nuclear no es la paz!", dice Park en tono de burla. "Todavía hay campos de concentración en Corea del Norte. La gente todavía está muriendo de hambre y aún es torturada. Entonces, ¿por qué los líderes mundiales siempre hablan de paz? No hay paz sin la gente, y la gente no tiene paz cuando está muriendo".

Como una de las pocas personas en sobrevivir y escapar del régimen norcoreano, Park se siente obligada a seguir compartiendo su historia, incluso si hacerlo le resulta traumático. "Cuando cuento mi historia y hablo de haber estado en campos de trabajo forzado, mientras lo cuento, siento que estoy de vuelta en el campo", explica Park. "Pero no puedo detenerme, porque para 25 millones de personas, esa sigue siendo su vida. Soy sobreviviente y testigo. Por eso no puedo guardar silencio".

Publicado originalmente en VICE.com

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