"Un día fregué los platos a cambio de 'tokens'. Hasta que no acabé no enseñé mis partes".
Marta tiene 30 años y trabaja como diseñadora web, hace ilustraciones para revistas y está montando una editorial de cómics. Desde hace dos años, en sus ratos libres, se transforma en @sluttyfiera y trabaja como camgirl.
"Siempre he sido muy exhibicionista y me gustaba entrar en Chatroulette para masturbarme, pero la verdad es que me sabía a poco", me dice cuando le pido que me cuente cómo empezó en el negocio. "Entonces descubrí páginas como Chaturbate y Amateur.tv, y se me ocurrió hacerlo. Fue un día que estaba en un sitio lindo, en un piso en el que vivía y se me ocurrió probar. Al principio lo hice por desfogar, no pensaba que pudiera ganar dinero con ello, pero poco a poco me fui dando cuenta de que algo iba sacando", añade.
En un "día bueno", Marta puede ganar unos 100 euros gracias a sus shows. Se los depositan mediante PayPal o Paxum —que es como PayPal pero con un diseño web más cutre—. En su trabajo actual no saben que cuando no está en la oficina, se sienta frente a una webcam para exhibirse. "En mi trabajo anterior sí que lo sabían y no me planteó ningún problema", me cuenta.
Quedamos en su departamento del centro de Madrid donde vive y desde donde se conecta con sus clientes, me contó hasta dónde llegan sus shows, si disfruta con ellos y qué es lo más raro que le ha pedido un cliente. También hablamos sobre feminismo, complejos y estigmas.
VICE: ¿Qué hay, Marta? ¿Qué haces en tus shows de webcamer?
Marta: Depende del día. Hay momentos en los que me siento más stripper, más bailonga, y otros en los que estoy cachonda. Entonces me masturbo con distintos dildos y vibradores, mientras que otros días me dedico únicamente a enseñar los senos y a charlar. Eso en los shows públicos; los privados son más para complacer a uno o varios usuarios, así que me suelo preguntar qué es lo que prefieren y si a mí me apetece, también. Lo que más me suelen pedir es que nos masturbemos juntos y que yo lo disfrute, así que es muy fácil. También a veces interactúan conmigo, quieren conocerme, me preguntan por cosas del entorno que se ven en la cámara, por lo que se ve en el cuarto.
Entonces, ¿llegas a excitarte? ¿En qué piensas mientras los haces?
Sí que llego a excitarme, o al menos eso intento. Si no lo estoy, paso de masturbarme porque se nota el cartón; entonces me desnudo, muevo el trasero al ritmo de la música… Pero cuando estoy más excitada es cuando más usuarios suelo tener. Respecto a lo que se me pasa por la cabeza, pues pienso en gente, veo vídeos… a veces no me hace falta ni eso. Con marihuana y un buen vibrador me basta.
Además de dildos y vibradores, ¿interactúas con otros objetos en tus shows?
Sí. A veces planteo mis shows como espectáculos de variedades. No solo voy a masturbarme sino que me gusta el juego no sexual, también, reírme y pasármelo bien. Estoy ante un público divertido que está viéndome para disfrutar de su ocio, no para juzgarme, y eso me da mucha libertad. Un día, por ejemplo, fregué los platos a cambio de tokens, porque soy muy desordenada y necesito la figura de un revisor que esté detrás de mí insistiendo. Y ese día los usuarios eran mis revisores, así que hasta que no terminara de fregar no enseñaba mis partes.
¿Hasta dónde llegas en tus shows? ¿Pones límites?
Llego hasta donde me apetece en cada momento. Hay días que me apetece hacer un anal, otros que estoy mala de la barriga. En todas las plataformas de webcam hay bots para programar retos que dan título a las salas, entonces se sabe qué vas a hacer en el show. Te dan tokens o monedas y cuando llegas a la cifra pactada haces lo convenido. Pero nunca me han pedido nada extrañísimo; lo más raro quizá haya sido que me cague y me mee con las bragas puestas. Pero bueno, pienso que es raro porque hay gente que dice que es raro, a mí me parece fenomenal.
¿Afecta lo que haces delante de la webcam al resto de tu vida? A tus relaciones interpersonales o a tu día a día.
La verdad es que ser webcamer me sirve bastante porque cuando lo digo hay gente que lo acepta y gente que no. Entonces me sirve para hacer una especie de criba: solo quiero relacionarme a nivel personal con gente que no tenga prejuicios para aceptarlo. Si no lo hace podemos ser amigos, pero me parecerá una chungada. Una vez tuve una pareja que no lo veía demasiado bien. Decía que era porque me quedaba despierta hasta muy tarde por las noches, que eso me jodía el horario y me hacía ser muy nocturna, algo así como una persona búho. Así que creo que al final ser webcamer me ha venido bien, porque así queda claro más o menos desde el principio cómo soy.
¿Alguna vez has vivido una situación incómoda durante un show?
Lo que más me incomoda es cuando me dicen que me depile. Baneo a esos usuarios automáticamente. Estoy en una categoría que se llama hairy porque a veces me depilo, pero otras, no. Y hay mucha gente que lo ama, pero hay otra que no lo entiende y se mete conmigo.
¿Ha cambiado tu relación con la sexualidad o incluso con tu propio cuerpo desde que eres webcamer?
Sí, claro. Ahora conozco mejor mi cuerpo porque soy capaz de verme desde fuera. También me hago más cosas a mí misma, me exploro más. Cuando me masturbo en privado voy más al grano, pero cuando estoy frente a una cámara es más espectacular, entonces descubro cosas nuevas.
Además, también creo que desde que empecé a hacer shows me veo más sexy, me preocupo menos por mi imagen y más por el placer de estar follando. Digamos que tengo más tablas de estar viéndome a mí misma en pelotas y con cara de guarra y eso me da seguridad. También sé qué poses me sientan mejor, qué ángulos me quedan mejor a la hora de practicar sexo y eso hace que para mis parejas también sea mejor porque se excitan más.
¿Sabe tu familia que te dedicas a esto?
Lo saben y les parece bien. Consideran que tengo que hacer lo que quiera, no se han posicionado más allá. Se lo conté a mi hermano y a mi padre y aunque aún no hemos llegado al punto de hacer bromas al respecto, que significaría que se han quitado del todo los estigmas, lo respetan. Pero la verdad es que casi nadie dice nunca nada respecto a mi trabajo, ni siquiera mis amigos ni el resto de mi entorno.
A veces me da un poco de pena, porque parece que si me preguntan o digo algo sobre ello estoy ligando. Que en parte es un poco así porque soy pícara, pero no siempre, y es difícil de diferenciarlo. Así que no suelo tener ni idea sobre lo que piensa la gente de mi familia respecto a mi actividad porque no me hacen comentarios y tampoco me ha llegado ninguna apreciación de terceros.
¿Crees que el feminismo es compatible con actividades que se basan en la mercantilización del cuerpo femenino, como la que tú llevas a cabo?
Sí, claro. Yo me considero feminista y pienso que serlo y ser webcamer es totalmente compatible. En el mundo de la webcam amateur me gusta que es posible ver una multitud de cuerpos variados, a diferentes personas. Cualquiera puede ser sexy y al ser emisiones en directo no hay posibilidad de maquillaje ni de retoque porque no hay cortes.
¿Qué consejo darías a alguien que va a empezar a ser webcamer esta misma tarde?
Que es un buen entrenamiento para manejar el ego. Que le van a juzgar y que quizá al empezar sienta miedo a que la vean sus amigos o a que la acosen, a que de alguna manera le hagan daño, pero que es normal. Yo al final me sobrepongo y no le tengo miedo y no pasa nada. Tengo las mismas posibilidades de que me pase algo andando por la calle no siendo webcamer que siéndolo.
También le diría que no se deje engañar, que le van a pedir cosas gratis y le van a ofrecer cosas increíbles, pero que no se fíe. Que pregunte sin problema a otras webcamers, que lea foros… También le diría que es importante invertir en una buena cámara. Si eres HD te suben en las listas. Y por último, que cuide la iluminación. Con un par de lámparas baratitas es suficiente para que no se hagan sombras feas y se vean los detalles.
Publicado originalmente en VICE.com